jueves, 19 de enero de 2017

OPERACIÓN VÍDEO_14


Otro tema interesante que se plantea con éste del principio de las novelas, es el de las novelas circulares. Es decir, las novelas que empiezan en el mismo tiempo en el que terminan. (citar algún ilustre ejemplo) Son novelas del tipo aquí estoy con mi pasado a cuestas y no sé lo que va a pasar en el futuro. Con éste esquema sitúan al lector ante una disyuntiva de la que explican los antecedentes pero no la solución inmediata; de forma que todo comienza donde en realidad acaba. Lo que nos lleva a otro tratamiento no menos original y, además, moderno: las novelas del eterno presente. Las novelas del tiempo. Las de la introspección en un sentido amplio.
Ejemplo paradigmático de éste tipo de novela es el “Ulyses” de J. Joyce. (Los editores tampoco podrán quejarse de este antecedente tan vendedor) En resumen, parece que, para empezar una novela, lo mejor es hacerlo por el principio.
Por suerte para ti, lector curioso e ingenuo, ésto no es una novela, sino el ejercicio estilístico de cómo se construye una novela. Con el agravante de no tener ni idea. Y eso nos da a ti y a mi la libertad de elegir un comienzo. Un comienzo cualquiera de los que quedan apuntados, alguno que tu mismo construyas, o el que yo propongo y que se desarrolla más o menos así: Siempre es triste reconocer una derrota. Aunque sea de amor la empresa. Y más triste aún si hay que reconocer, además de la derrota, que nunca se intentó la batalla. Yo no quiero conocer esa tristeza. Ya tengo bastante con las puestas como para querer añadir otra. Es por eso que me veo en la obligación de escribir una novela. Para no sentir la tristeza de no haberlo hecho. No hay nada mas triste que lo que no he tenido. Ni nada más cierto que lo que no pasó.
Conviene, al principio de toda novela, introducir un elemento de tensión que capte al lector. Yo hago esto para no morirme de asco. Tu haces ésto para no suicidarte. Y él hace ésto también, para escaparse de la vida y huir de la muerte. Se equivocó Manrique: no es la fama. No es esa la manera de salir de la Historia que se busca. Se escribe como solución a la vida. (releer al viejo Manrique y disfrutar un rato pensando que, aunque él y Proust se empeñen, no está demostrado que cualquiera tiempo pasado fue mejor. ¡sin embargo eso no quiere decir que lo mejor esté por venir!)
Debe ir quedando claro en este comienzo de novela que aún no ha salido de su primer capítulo, que las voces del libro son varias. Y hay varias metavoces. No sólo por aquellas voces que hablan de otras voces, sino por las voces que hablan a las voces. Yo. Tú. Él. ¡Y qué más da! (repasar, por si acaso persiste este tema del metalenguaje, a Jacobson, Chomsky y el Círculo Lingüístico de Praga. Ver si hay algo más moderno y más sencillo. Especialmente más sencillo.) Tan sujeto eres tu leyendo como yo escribiendo. Tan sujetos serán los personajes que vayan apareciendo. Y la propia realidad, negada hace poco, hablará con sus propias voces. Porque esta es una novela primeriza. Y toda primera novela que se precie, debe ser autobiográfica. Por eso esta novela, para construir la cual no tengo más material que yo mismo, tiene mucho que ver con lo cotidiano y nada que ver con la realidad. Es la realidad misma, ella, por su cuenta y riesgo, la que tiene que ver con la novela. Que lo haga a través de mí, de tí, de ella, de ellos, de cualquiera, no tiene ni la más mínima importancia. Atrévete pues, pues, lector a hacerte a tí mismo mientras yo me construyo en la novela. Pasaremos por la risa y el llanto. Por la vergüenza de nacer. Y no sabremos hasta que no llegue el final, cuándo llega la muerte. Piénsalo que no te prometo poco: viaje a Itaca, viaje iniciático. Viaje con nosotros. Le prometemos una novela con vida dentro. Una vida novelada que empieza por reconocer que siempre es triste reconocer una derrota.

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