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miércoles, 17 de febrero de 2016

UN REFLEXION MUY LÚCIDA.

 Copio a continuación un texto de Tomás Ruiz Rivas -Antimuseo- que comparto totalmente, por su lucidez y pertinencia.
LA CIUDAD DE LAS COCES
(o cómo se rompió el discurso cultural del Ayuntamiento)
Manuela Carmena quería convertir Madrid en la ciudad de los abrazos. Ha descubierto muy pronto que Madrid es en realidad la ciudad de las coces, de las patadas donde más duelen. La idea de los abrazos a mí no me gustaba nada, en primer lugar por la cursilería, y en segundo porque no soy una persona especialmente cariñosa y odio que me abracen si no hay un interés sexual de por medio. La “crisis de los titiriteros” nos ha confrontado con nuestra naturaleza más profunda: somos la capital del esperpento y la mala leche. Madrid es canalla, y sólo puedes quererlo si le coges gusto a su tacto rasposo y al aroma grasiento de los bocatas de calamares. Cuando yo era niño nos odiaban en toda España, a los madrileños, por la chulería. Han sido necesarias cuatro décadas de campañas institucionales, de Tierno a Gallardón, para que nos convenzamos de que Madrid es una ciudad acogedora, amable, casa común de todos, donde los pajaritos se posan en las manos de los viandantes y los camareros te sirven el café con una sonrisa y una canción. Pero en el Madrid que yo conozco las palomas son unas mutantes drogadictas y los camareros te responden al buenos días con un “lo serán para usted”.

En la “crisis de los titiriteros” — sólo escribir el nombre es una ducha de agua fría para los que creíamos que esto tiene arreglo — ha habido tres víctimas: los dos autores, que no pagan por un delito, inexistente, sino por una forma de hacer política en la que andan embarrados todos los partidos, y nosotros, los ciudadanos, víctima colectiva, que nos hemos visto obligados a escoger entre ser o muy malos o muy tontos, o ambas cosas a la vez. Lo siento sinceramente por los dos primeros, que son daños colaterales en sórdidas luchas de poder. Y los victimarios, los culpables, son todos los implicados en este juego de los disparates.

Las guerras culturales, expresión que ha saltado enseguida a la palestra, consisten en eso: “se obliga a los sujetos no sólo a actuar, sino a imaginar su acción dentro de una estructura fantasizada. Dicha estructura, cuyo soporte son los contextos institucionales de todo tipo, puede obligarnos a ocupar la posición normativa, (…), la posición “alternativa” sancionada institucionalmente (…) o incluso instancias opositoras." [1] Esta forma de hacer política, y que nos guste o no está implícita en la noción de “casta” propugnada por Pablo Iglesias, no plantea un debate racional sobre los asuntos que realmente tienen importancia (corrupción, sanidad, educación, derechos sociales, contaminación, política fiscal, movilidad), sino que exige adhesiones a identidades simplificadas; ahí está lo cultural. Este marco ideológico, esta estructura fantasizada, permite fusionar multitud de cuestiones trascedentes e intrascendentes en una narrativa coherente y sencilla. Si defiendes a los titiriteros eres abortista, etarra, lesbiano y tienes piojos. ¿Quién quiere ser todo eso? Preferimos abandonar una libertad tan básica como es la de expresión antes que vernos reflejados en semejante espejo. Así entre nos, a mí me han “presionado” bastantes veces por lo que escribo y ocupo un lugar privilegiado en las listas negras del Ayuntamiento y la Comunidad, sin que importe mucho quien gobierne. Quiero decir que el desprecio a los derechos recogidos en la Constitución no me sorprende, porque eso por desgracia es la norma. Es su transformación en espectáculo mediático, o en guerra cultural, lo que marca un antes y un después.

Yo no tengo mucho que aportar al meollo de este asunto. Deseo, como casi todo las personas que conozco, que sean absueltos los dos titiriteros, César Strawberry, las hermanas del Santo Coño de Sevilla, Abel Azcona y todos los que vengan detrás. Además deberían ser indemnizados, porque en algunos casos se ha infligido un daño que exige reparación. Pero me siento un poco como las Miss Universo cuando desean la paz mundial. Dicho esto, lo que me interesa es analizar el conflicto que se ha detonado en el proyecto cultural de Carmena. Porque lo que ha ocurrido en primer término es que el discurso del Ayuntamiento de Madrid sobre la cultura se ha roto. Se ha quebrado desde dentro sin ninguna posibilidad de que pueda ser reconstruido. Esto es complicado y puede tener resultados demoledores para el tejido creativo de la ciudad, que a duras penas ha sobrevivido a los 25 años de gobiernos del Partido Popular.

¿Qué es lo que se ha roto? La política cultural del Ayuntamiento se basaba en dos premisas erróneas: que hay algo como una cultural popular y que se puede convocar a toda la sociedad a un mismo diálogo. Perdidas estas bases, o acometen una reformulación profunda de sus planteamientos, o se enrocan en la ficción y van excluyendo a los sectores de la sociedad que no encajan en su esquema hasta quedarse aislados. Me temo que la segunda opción es mucho más posible, porque el problema de una parte substancial de la izquierda es que tiene un discurso tan compacto y coherente que a veces se ve obligada a prescindir de la experiencia, de la práctica, porque la vida está llena de contradicciones. El discurso acaba por convertirse en una zona de confort donde uno escapa del sinsentido de nuestra existencia. ¿Serán capaces de abandonar de su zona de confort?

Pero antes de nada voy a fundamentar las afirmaciones anteriores:

El término cultura popular invoca una categoría política inexistente: el pueblo. Una comunidad basada en rasgos identitarios compartidos, como la lengua, la nación, la religión… Su reducción a una difusa clase trabajadora es aún más irreal. Hace tiempo que el pensamiento más avanzado de la izquierda ha desechado esta categoría proveniente del Estado nacional burgués, que necesitaba ofrecer sensación de pertenencia a su fuerza laboral. Los grandes teóricos que han inspirado a la llamada nueva izquierda (Negri, Hardt, Lazzarato…) hablan de la necesidad de crear un nuevo sujeto político que no se base en una subjetividad colectiva unificada, sino en una colección de singularidades. Nuestro mundo es el de la multitud, una categoría acorde con la fragmentación cultural y laboral de las sociedades actuales. Con la movilidad y el desarraigo. Para mí es extraña la insistencia en una cultura popular, cuando deberíamos estar hablando de las culturas de la multitud. Muchas culturas, con frecuencia en conflicto, que dan lugar a públicos y contrapúblicos también múltiples. En conclusión, las que pretenden implementar son políticas que se dirigen a un público imaginario, el pueblo de Madrid, y que en consecuencia excluyen a una infinidad de contrapúblicos que sí existen y actúan. Lo que ocurre en esta situación es que se ven compelidos a construir la cultura popular y su público unificado a partir de retazos de categorías políticas agonizantes. Hasta ahora lo que hemos visto son gestos, una escenificación de la cultura. “Estas instituciones que buscan, cada vez más, satisfacer a las masas, están en un error cuando olvidan que se les ha encomendado que ofrezcan espacio para una cultura pública, en toda su complejidad discursiva, y en lugar de ello pretenden representar cultura para el público". [2]

(Aviso al margen: uno de los fantasmas que se perfilan en estas brumas es el del casticismo, que se presta mejor que cualquier otra figura para rellenar el vacío de manera aconflictiva.)

El primer error, confundir la sociedad actual con los viejos pueblos nacionales europeos, o peor, con una abstracción del proletariado del siglo XIX, les lleva de manera automática al segundo: convocar a la sociedad en su conjunto para debates abiertos, como si todos hablásemos el mismo idioma. No es así, la lengua de la multitud es la de Babel. Estamos condenados a no entendernos. Incluso en los cenáculos de Ahora Madrid y Podemos se habla una neolengua de florida retórica que uno debe dominar si quiere hacerse respetar en las asambleas. Pero la suposición de que exista una unidad esencial de todos los madrileños les ha llevado a desarrollar un modelo de participación asambleísta que está fracasando de manera sistemática. La sociedad se organiza por un lado (pongo por ejemplo nuestra Plataforma por el Fondo para las Artes de Madrid), y ellos convocan por otro en foros a los que no queremos asistir, porque se nos exige la renuncia previa a nuestro lenguaje, a nuestras razones y a nuestros saberes. La cuestión es muy sencilla: ¿debo renunciar a mis 25 años de experiencia, a los miles de páginas de literatura especializada que he leído, y escrito, a las lenguas extrajeras que he aprendido, a mi conocimiento del juego sucio en las instituciones etc., para participar en un debate desarticulado sobre la cultura con ciudadanos especializados en otros campos, o en ninguno? Pues no quiero, porque aunque la cultura sea cosa de todos, como la educación, la sanidad, el urbanismo, etc., para el desarrollo de las respectivas políticas hacen falta foros especializados. Es tarea de los representantes electos el articular estos foros especializados con el resto de la sociedad y gestionar el conflicto.

No me voy a extender mucho. Tengo varias páginas de notas vinculadas a este texto, pero creo que debo centrarme en lo esencial. Y lo esencial es si queremos que en Madrid haya — entre otras — una cultura independiente, experimental, transgresora, que pueda establecer redes con los espacios y organizaciones del mismo tipo que abundan en el resto de Europa y del mundo, y contribuir en la medida de sus posibilidades a que la ciudad que habitamos nos ofrezca las experiencias y conocimientos nuevos que necesitamos para aprender, para crecer como personas, para construir nuestra visión y nuestro lugar en el mundo. Lo esencial es si queremos una ciudad de grandes desafíos intelectuales, o si vamos a quedarnos con la de charanga y pandereta que nos han legado los anteriores gobiernos municipales.

Pues bien, si lo que queremos es un Madrid revolucionado y revolucionario, lo público, lo institucional, tiene que empezar a disolverse en lo civil, en el tejido cultural. La idea de producir cultura desde las instituciones pertenece, como la cultura popular, a la época de la Ilustración. Hace ya 25 años que empezó a circular la noción de rizoma. Y el rizoma está, actúa, crece bajo la tierra y emerge por donde puede. Si la política cultural del Ayuntamiento sigue basada en en gestos como los que hemos visto, enfocada al desarrollo de propuestas propias y a la provisión de contenidos para los mega-contenedores de Gallardón, chocará con la sociedad, con ese tejido creativo de Madrid que ha demostrado ser resistente (o resilente) como las malas hierbas de la meseta. Para los gobiernos del Partido Popular este choque es un objetivo, porque en su ideario la cultura emana de baluartes institucionales que controlan desde sus sillones. Así garantizan un uso patrimonial y propagandístico. El tejido creativo ha sido y es tratado como un enemigo por parte de las administraciones públicas gobernadas por ellos. Pero para Ahora Madrid, para la izquierda en general, debería estar claro que la cultura es un espacio de conflicto donde la sociedad tiene toda la iniciativa. La sociedad civil, no el gobierno y sus instituciones.

Estimada Manuela Carmena: las guerras culturales han llegado para quedarse. Luchemos y ganémoslas, pero no en el campo del enemigo, sino en el nuestro. Porque a esta ciudad hay que darle la vuelta como a un calcetín, y una gran mayoría de madrileños, votantes o no de Ahora Madrid, queremos y trabajamos por el cambio.

[1] Yúdice, George
El recurso de la cultura
Gedisa, Barcelona 2002
Pág 69
[2] Those institutions that increasingly seek to crow-please are at fault when they forget the fact that they are tasked with providing a space for public culture, in all its discursive complexity, and instead seek to represent “culture to the public”.
Drabble, Barnaby. On De-Organisation.  En Self-Organized. Hebert, Stine y Szefer Karlsen, Anne eds. Open Editions/Hordaland Art Center. London 2013. Pág 20.

jueves, 11 de febrero de 2016

ACCIÓN LIBERTAD TITERES.

Ayer, 10.02.16, entre las 19 y las 20h, estuve paseando frente a la sede del Ayuntamiento de Madrid, portando una pancarta con mi opinión a propósito de la actuación de la alcaldesa Manuela Carmena en el desafortunado asunto de los titiriteros detenidos por las acusaciones y falsedades de la derecha más reaccionaria.
 

viernes, 5 de febrero de 2016

CENTENARIO DE DADA. ¡¡CELÉBRALO!!


El Cabaré Voltaire fue fundado el 5 de febrero de 1916 por Hugo Ball en Zúrich como un cabaré con fines artísticos y políticos. Se encontraba en la planta superior de un teatro de cuyas serias exhibiciones se burlaban las obras interpretadas en el cabaré. En él normalmente se experimentaban nuevas tendencias artísticas. Fue aquí donde algunes piensan que se fundó el Movimiento DadáCien años después, algunes todavía no se han enterado y siguen sin entender lo que ha venido después en el arte.

martes, 28 de julio de 2015

domingo, 5 de julio de 2015

LO MEJOR DE ESTE SITIO.

El sábado 27 de junio de 2015 hacía calor en Madrid. Mucho calor. A las ocho de la tarde era, muy probablemente, cuando más calor había acumulado el ambiente. A esa hora fui al Matadero (Que nombre tan horrible para un centro de arte!!!) para asistir a un coloquio sobre caminar como práctica artística. Mientras comenzaba el coloquio pasé por Intermediae y vi la escena de la fotografía: un par de ancianas jugaban a las cartas en las instalaciones de la modernidad artística municipal. Cuando me acerqué, inintencionadamente, pude escuchar el comentario que me indujo a hacer la fotografía y publicarla en esta bitácora. Una de las ancianas le decía a la otra: "Desde luego, lo mejor de este sitio es el aire acondicionado".

viernes, 3 de julio de 2015

LA FALSA CATEDRAL DE MEJORADA DEL CAMPO.

El domingo 28 de junio de 2015, junto con otros cinco componentes del colectivo madrileño CaminArt, realicé un recorrido por la zona más degradada del Parque Natural del Sureste de la Comunidad de Madrid.
Coincidió que teníamos que pasar por Mejorada del Campo y algunos, que no la conocían, sugirieron que pasásemos a ver la "Catedral de Justo" o la "Catedral del Loco", como la llaman los lugareños.
Por suerte nunca ningún arquitecto municipal dará su visto bueno a esta inmensa tropelía. Es de esperar que cuando el "iluminado" personaje que la construye desaparezca, el bódrio quede ahí degradándose hasta su desaparición. Aunque las campañas de autofinanciación continúen para beneficio de no se sabe quien. Y las de publicidad de la bebida isotónica multinacional continúen dándole difusión, sabedoras de su atractivo populachero.
Ante este esperpento lo que queda muy claro es que el "arte" está en los ojos de quien mira y la predisposición que trae hasta este lugar para ver belleza, sublime locura, santa obsesión, vida dedicada y hasta el masoquismo que muchos consideran asociado al arte.
Foto Flavia Bernar
Baste pensar que el mamotreto lo estuviese levantando un creyente musulmán que dijese estar iluminado por Alá o Mahoma. ¡Cuantos de los que hoy ven maravillas verían atrocidades! ¡Cuantos que admiran y apoyan criticarían y combatirían! Ni el arte debe servir para justificar la locura, ni la locura puede servir para convertir en arte lo que no lo es.
¿No hubiera sido mucho más "justo" que una buena atención médico-social hubiese normalizado al iluminado Justo Martínez? ¿No hubiera sido mucho mas sano, socialmente hablando, que nos hubiésemos ahorrado esta imposición pseudoreligiosa y pseudoartística? Me temo que, en Mejorada del Campo, con la locura y la iglesia hemos topado. Y sin Quijote.

viernes, 22 de mayo de 2015

¿QUIÉN ATERRORIZA A QUIEN?


Raisa, amiga de un conocido y a quien no conozco personalmente,  ha contado en Facebook su terrible experiencia al ser considerada terrorista, vigilada y perseguida por la policía y los servicios secretos correspondientes. Hace unos día publiqué un artículo donde se cuenta la experiencia (en Francia, ojo!) de un colectivo de intelectuales y artistas, ex miembros del conocido grupo Tiqqun, que también han sido acusados de terroristas. En el artículo demuestran que las políticas antiterroristas no van dirigidas contra los terroristas, sino contra la población, en la medida que mantengan un pensamiento divergente. Y digo pensamiento. Es contra la libertad de pensamiento contra la que se dirige la política antiterrorista. ¡BASTA YA!

sábado, 16 de mayo de 2015

ACCiÓN LAVAPIÉS

 A partir de la convocatoria del cartel y, vista la descarada utilización del arte como cebo para atraer gente al barrio de Lavapiés, que aumente el consumo y genere beneficios, surgió la contrapropuesta basadada en el siguiente mensaje:

A partir de ahí: Un mensaje. Cien folios. Diez calles. Una mañana. Un barrio.
Acción realizada el 15 de mayo 2015 entre las 09 y las 13hs.






martes, 14 de abril de 2015

jueves, 25 de diciembre de 2014

¿MIENTE EL REY?

24 de diciembre. Nochebuena. Y a las 21h en punto, discurso del rey de España. Este año, del nuevo rey. Su primer discurso.
Mientras preparaba la cena he escuchado el discurso en la radio. Después, mientras cenaba, he escuchado a los distintos analistas y representantes de los partidos políticos hacer su análisis.
Empezando por la puesta en escena, (Como ha dicho un comentarista: cuando vas al teatro, lo primero que ves es la puesta en escena, luego, lo que dicen los actores.) el lenguaje no verbal, los tonos de voz, la gesticulación, ... Está muy claro que el nuevo rey está haciendo su trabajo. Se está ganando los garbanzos (en su caso los jabugos). Y lo ha hecho bien. Todos están de acuerdo: "Es creíble".
Manuel Campo Vidal, experto en comunicación mediática y Pablo Iglesias, líder de Podemos, están de acuerdo: "No importa que lo que digas sea verdad o no. Lo que importa es que te crean".
Luego ha venido lo increíble y lo que, hasta ahora, nadie ha mencionado: el nuevo rey ha defendido, como algo importante, el mantenimiento del estado del bienestar.
¡Qué raro es esto! ¡Pero si ya nadie, ni siquiera la izquierda más izquierdista, lo defiende! Si ya todos, empezando por el capital, por supuesto, lo dan por amortizado y fenecido. Si, desde la globalización de la economía, todo el mundo sabe que el estado del bienestar es insostenible.
Pero estado del bienestar significa sanidad pública. Universal y gratuita. Significa enseñanza obligatoria, gratuita y de calidad. Significa cobertura para los parados. Significa un buen transporte público. Significa ...
Todos sabemos que los discursos de los reyes los escriben equipos de asesores y que, como mínimo, deben contar con el "nihil obstat" del gobierno de turno. ¿Entonces? ¿Nadie se ha dado cuenta de lo que el rey decía cuando decía "estado del bienestar"? ¿O es verdad que lo único importante es que te crean, sin parar mientes en que sea verdad o mentira?

miércoles, 12 de noviembre de 2014

UN TEXTO DE STIG DAGERMAN


Texto aparecido en  "Domingo Festín Canibal" de Salonkritik.

Estoy desprovisto de fe y no puedo, pues, ser dichoso, ya que un hombre dichoso nunca llegará a temer que su vida sea un errar sin sentido hacia una muerte cierta. No me ha sido dado en herencia ni un dios ni un punto firme en la tierra desde el cual poder llamar la atención de dios; ni he heredado tampoco el furor disimulado del escéptico, ni las astucias del racionalista, ni el ardiente candor del ateo. Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si ésta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable.
Yo mismo persigo el consuelo como el cazador su presa. Por dondequiera que en el bosque lo vislumbre, disparo. A menudo no alcanzo más que el vacío; pero alguna que otra vez cae a mis pies una presa. Y como sé que el consuelo no dura más que el soplo del viento en la copa del árbol, me apresuro a apoderarme de ella.
¿Y qué tengo entonces entre mi brazos? Puesto que estoy solo: una mujer amada o un desdichado compañero de viaje. Puesto que soy poeta: un arco de palabras que no puedo tensar sin un sentimiento de dicha y de horror. Puesto que soy prisionero: una súbita mirada hacia la libertad. Puesto que estoy amenazado por la muerte: un animal vivo aún caliente, un corazón que palpita sarcásticamente. Puesto que estoy amenazado por el mar: un arrecife de duro granito.
Pero también hay consuelos que me llegan como huéspedes sin haberlos invitado y que llenan mi aposento de odiosos cuchicheos: Soy tu deseo -¡ama a todo el mundo! Soy tu talento -¡abusa de él como abusas de ti mismo! Soy tu sensualidad -¡solamente viven los sibaritas! Soy tu soledad -¡menosprecia a los seres humanos! Soy tu deseo de muerte -¡corta!
El equilibrio es un listón estrecho. Veo mi vida amenazada por dos poderes: por un lado, por las ávidas bocas del exceso; y por otro, por la avara amargura que se nutre de sí misma. Pero rehuso elegir entre la orgía y la ascesis, aunque sea al precio de una confusión mental. Para mí no basta con saber que, puesto que no somos libres en nuestros actos, todo es excusable. Lo que busco no es una excusa a mi vida sino todo lo contrario a una excusa: la reconciliación. Al fin me doy cuenta que cualquier consuelo que no cuente con mi libertad es engañoso, al no ser más que la imagen reflejada de mi desespero. En efecto, cuando mi desespero me dice: Desespera, puesto que cada día no es sino una tregua entre dos noches, el falso consuelo me grita: Espera, pues cada noche no es más que una tregua entre dos días.
Pero de nada le vale al ser humano un consuelo brillante; necesita un consuelo que ilumine. Y todo aquel que quiera convertirse en una persona malvada, es decir, una persona que actúa como si todas las acciones fueran defendibles, debería, al lograrlo, tener al menos la bondad de advertirlo.
Son innumerables los casos en los que el consuelo es una necesidad. Nadie sabe cuándo caerá el crepúsculo y la vida no es un problema que pueda ser resuelto dividiendo la luz por la oscuridad y los días por las noches; es un viaje imprevisible entre lugares inexistentes. Puedo, por ejemplo, andar por la orilla y sentir de repente el horrible desafío que la eternidad lanza sobre mi existencia y el perpetuo movimiento del mar y la huida constante del viento. ¡En qué se convierte entonces el tiempo sino en un consuelo por el hecho de que nada de lo humano es duradero y qué consuelo tan miserable que sólo enriquece a los suizos!
Puedo estar sentado ante la lumbre en la habitación menos expuesta al peligro y sentir de pronto que la muerte me rodea. Está en el fuego, en todos los objetos puntiagudos que me rodean, en la solidez del techo y en el grueso de las paredes, está en el agua y en la nieve, en el calor y en mi sangre. ¡En qué se convierte entonces el sentimiento humano de seguridad sino en un consuelo por el hecho de que la muerte es lo más cercano a la vida y qué consuelo más miserable que no hace más que recordarnos aquello que quiere hacernos olvidar! Puedo llenar todas las hojas en blanco con la más hermosa combinación de palabras que mi cerebro pueda imaginar. Puesto que deseo confirmar que mi vida no es absurda y que no estoy solo en la tierra, junto todas estas palabras en un libro y se lo ofrezco al mundo. A cambio, éste me da dinero, gloria y silencio. Pero qué me importa a mí el dinero y qué me importa contribuir al progreso de la literatura; sólo me importa aquello que nunca consi go: la confirmación de que mis palabras conmueven el corazón del mundo. ¡En qué se convierte entonces mi talento sino en un consuelo a mi soledad y qué consuelo más terrible que sólo consigue que sienta mi soledad cinco veces más fuerte!
Puedo ver la libertad encarnada en un animal que atraviesa veloz un claro del bosque y oír una voz que murmura: ¡vive con sencillez, toma lo que desees y no temas las leyes! ¡Pero qué es este buen consejo sino un consuelo por el hecho de que la libertad no existe y qué implacable consuelo para quien entiende que el ser humano tarda millones de años para convertirse en lagarto!
Puedo, finalmente, descubrir que esta tierra es una fosa común en la que el rey Salomón, Ofelia y Himler reposan uno junto al otro. De lo cual concluyo que el verdugo y la infeliz gozan de la misma suerte que el sabio y que la muerte puede parecer un consuelo a una vida errónea. ¡Pero qué consuelo más atroz para quien querría ver la vida como un consuelo por la muerte!
No tengo filosofía alguna por la que moverme como pájaro en el aire o como pez en el agua. Todo lo que tengo es un duelo que se libra cada minuto de mi vida entre los falsos consuelos que sólo aumentan mi impotencia y hacen más profundo mi desespero, y los consuelos verdaderos que me llevan a la liberación momentánea, o mejor dicho: el consuelo verdadero, puesto que sólo existe para mí un consuelo verdadero, aquel que me dice que soy un hombre libre, un individuo inviolable, un ser soberano dentro de mis límites.
Pero la libertad empieza por la esclavitud, y la soberanía, por la dependencia. La señal más cierta de mi servidumbre es mi temor de vivir. La señal definitiva de mi libertad es el hecho de que mi temor cede el sitio a la alegría de la independencia. Puede parecer que necesito la dependencia para poder conocer, al fin, el consuelo de ser un hombre libre, y seguramente es cierto. A la luz de mis actos me doy cuenta que el objetivo de toda mi vida ha sido labrar mi propia desdicha. Lo que podría traerme libertad me trae esclavitud y cargas en vez de pan.
Otra gente tiene otros señores. A mí, por ejemplo, me esclaviza mi talento hasta el punto de no atreverme a utilizarlo por miedo a perderlo. Además, soy de tal modo esclavo de mi nombre que apenas me atrevo a escribir por miedo a dañarlo. Y cuando al fin llega la depresión soy también su esclavo. Mi mayor aspiración es retenerla, mi mayor placer es sentir que todo lo que yo valía residía en lo que creo haber perdido: la capacidad de crear belleza a partir de mi desesperación, de mi hastío y de mis debilidades. Con amarga dicha deseo ver mis casas caer en ruina y verme a mí mismo sepultado en las nieves del olvido. Pero la depresión es una muñeca rusa y en la séptima muñeca hay un cuchillo, una hoja de afeitar, un veneno, unas aguas profundas y un salto al vacío. Acabo por convertirme en esclavo de todos estos instrumentos de muerte. Como perros me persiguen, o yo a ellos como si fuese yo mismo un perro. Y creo comprender que el suicidio es la única prueba de la libertad hu mana.
Pero, viniendo de un lugar insospechado, se acerca el milagro de la liberación. Puede acaecer en la orilla y la misma eternidad que, hace un momento suscitaba en mí temor, es ahora el testigo de mi nacimiento a la libertad. ¿En qué consiste este milagro? Simplemente en el súbito descubrimiento que nadie, ni ningún poder ni ningún ser humano tiene derecho a exigirme que mi deseo de vivir se marchite. Ya que si este deseo no existe, ¿qué es lo que puede existir?
Puesto que estoy en la orilla del mar puedo aprender del mar. Nadie puede exigirle al mar que sostenga todos los navíos, o al viento que hinche constantemente todas las velas. De igual modo nadie puede exigirme que mi vida consista en ser prisionero de ciertas funciones. ¡No el deber ante todo, sino la vida ante todo! Igual que los demás hombres debo tener derecho a unos instantes durante los cuales pueda dar un paso al lado y sentir que no soy únicamente parte de esta masa a la que llaman población, sino una unidad autónoma.
Solamente en este instante puedo ser libre ante los hechos de la vida que antes causaron mi desesperación. Puedo confesar que el mar y el viento me sobrevivirán y que la eternidad no se preocupa de mí. ¿Pero quién me pide preocuparme de la eternidad? Mi vida es corta sólo si la emplazo en el cepo del tiempo. Las posibilidades de mi vida son limitadas sólo si cuento el número de palabras o de libros que tendré tiempo de escribir antes de morir. ¿Pero quién me pide contar? El tiempo es una falsa unidad de medida para medir la vida. El tiempo, en el fondo, es una unidad de medida sin valor ya que sólo alcanza las obras avanzadas de mi vida.
Pero todo lo importante que me ocurre y que da a mi vida un maravilloso contenido: el encuentro con una persona amada, una caricia, la ayuda en la necesidad, el espectáculo de un claro de luna, un paseo a vela por el mar, la alegría que se siente por un hijo, el estremecimiento ante la belleza, todo esto ocurre completamente fuera del tiempo. Da lo mismo que encuentre la belleza en el espacio de un segundo o de cien años. La dicha no solamente se sitúa al margen del tiempo sino que niega toda relación entre la vida y el tiempo.
Descargo pues de mis hombros el fardo del tiempo y, a la vez, la exigencia de sacar buenos resultados. Mi vida no es algo que deba ser medido. Ni el salto del ciervo ni la salida del sol son buenos resultados conseguidos en una prueba. Tampoco una vida humana es la superación de una prueba, sino algo que crece hacia la perfección. Y lo que es perfecto no realiza pruebas con buenos resultados, lo que es perfecto obra en estado de reposo. Es absurdo pretender que el mar está hecho para sostener armadas y delfines. Ciertamente lo hace, pero conservando su libertad. Del mismo modo es absurdo pretender que el ser humano esté hecho para otra cosa que para vivir. Ciertamente aprovisiona máquinas y escribe libros, y también podría hacer otras cosas. Lo importante es que, haga lo que haga, lo hace conservando su libertad y con la plena conciencia de ser, como cualquier otro detalle de la creación, un fin en sí. Reposa en sí mismo como una piedra en la arena.
Puedo incluso librarme del poder de la muerte. No es que pueda librarme de la idea que la muerte corre detrás de mis talones, y menos aún puedo negar su existencia; pero puedo reducir a la nada su amenaza dejando de apoyar mi vida en soportes tan precarios como el tiempo y la gloria.
Por el contrario no está en mi poder permanecer siempre vuelto hacia el mar y comparar su libertad con la mía. Llegará el momento en que tendré que volverme hacia la tierra y encararme a los organizadores de mi opresión. Entonces me veré obligado a reconocer que el ser humano ha dado a su vida unas formas que, al menos en apariencia, son más fuertes que él. Incluso con mi libertad recientemente alcanzada no puedo destruirlas, sino solamente suspirar bajo su peso. Por el contrario, entre las exigencias que pesan sobre el hombre puedo distinguir las que son absurdas y las que son ineludibles. Para mí, un tipo de libertad se ha perdido para siempre o por un largo tiempo: la libertad que procede de la capacidad de dominar su propio elemento. El pez domina el suyo, el pájaro el suyo, el animal terrestre el suyo. Thoreau dominaba todavía el bosque de Walden. ¿Dónde se encuentra ahora el bosque en el que el ser humano pueda probar que es posible vivir en libertad fuera de las for mas congeladas de la sociedad?
Debo responder: en ninguna parte. Si quiero vivir libre debo hacerlo, por ahora, dentro de estas formas. El mundo es más fuerte que yo. A su poder no tengo otra cosa que oponer sino a mí mismo, lo cual, por otro lado, lo es todo. Pues mientras no me deje vencer yo mismo soy también un poder. Y mi poder es terrible mientras pueda oponer el poder de mis palabras a las del mundo, puesto que el que construye cárceles se expresa peor que el que construye la libertad. Pero mi poder será ilimitado el día que sólo tenga mi silencio para defender mi inviolabilidad, ya que no hay hacha alguna que pueda con el silencio viviente.
Este es mi único consuelo. Sé que las recaídas en el desconsuelo serán numerosas y profundas, pero la memoria del milagro de la liberación me lleva como un ala hacia la meta vertiginosa: un consuelo que sea algo más y mejor que un consuelo y algo más grande que una filosofía, es decir, una razón de vivir.

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* Por varias razones traemos hoy a nuestra columna dominical este hermoso texto de Stig Dagerman. No solo por la evidente necesidad de consuelo a esta hora en tantos lugares del planeta y especialmente en México, también por la enorme y hermosa fuerza que subyace en él y finalmente por recordar a su autor. Stig Dagerman nació el 25 de octubre de 1923 en Suecia, y murió voluntaria y prematuramente el 5 de noviembre de 1954 (hace ahora 60 años) en el mismo país escandinavo. Desde muy joven, y hasta el fin de su vida, colaboró con la prensa anarcosindicalista. También escribió novelas y dramas que le hicieron conocido como excelente escritor en Europa. El texto que aquí reproducimos fue originalmente publicado en la revista "Husmodern", en 1952. Ha sido extraído del volumen de ensayos titulado "Nuestra necesidad de consuelo es insaciable", publicado en 1997 por Al Margen (Valencia), Etcétera (Barcelona) y la Fundació D'Estudis LLibertaris i Anarcosindicalistes (Barcelona). La traducción al castellano es de José Mª Caba.