domingo, 26 de mayo de 2013

EL SEÑOR MEIRELES, DON CILDO.




Quien aún no conozca la obra de Cildo Meireles, no puede dejar pasar esta oportunidad. Y quien la conozca, no puede dejar de ir a ver piezas nuevas. La exposición está en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro en Madrid. 

Las exposiciones en el Palacio de Velázquez, así como las del vecino Palacio de Cristal, es bien conocido que son organizadas por el Museo Reina Sofía. No sé quien será el responsable de los últimos proyectos presentados en estos dos palacios, pero su criterio es digno de elogio y agradecimiento.

Volviendo a la obra de Cildo Meireles (Río de Janeiro, 1948) hay que decir que es un gozoso despliegue de inteligencia. En pocas exposiciones he hecho tantas fotos -por cierto, que aquí pueden hacerse fotos. Gracias por el detalle-, pero es que cada obra vista merecía no una, sino varias fotos. Como ejemplo valgan dos piezas de su serie de deconstrucción de una escalera:



Elegancia e inteligencia. No es algo que abunde en estos tiempos. Por cierto que se adscribe a Cildo Meireles, y con razón, al arte conceptual, pero, como resulta evidente, es un conceptual que produce objetos. Y lo hace, en la mayoría de los casos, con una economía de medios y con unos materiales que le sitúan también en el póvera o el minimalismo. Y por si fuera poco, con un clarísimo contenido critico y social. Su uso de los billetes de banco, bien para intervenirlos, bien para seccionarlos o sencillamente para amontonarlos es un ejemplo de cómo mira el mundo y el dinero el señor Meireles, don Cildo.


La exposición se abre con una instalación llamada "Marulho" en la que el juego visual resulta de la colocación de más de 17.000 libros (Hoja informativa dixit) con imágenes fotográficas de agua del mar.  La instalación está firmada de forma muy curiosa, con la portada de uno de los libros, que rompe el orden simétrico del resto de las fotos.


Podría hablar también de la estupenda coincidencia en el uso de espejos con el artista que anteriormente ocupó este mismo espacio: Heimo Zobernig. Ambos usan los espejos para incluir al espacio expositivo en la obra, y en el caso de Meireles, al usar espejos que lo son por uno sólo de sus lados, mientras que el otro es transparente, incluye a los visitantes en el juego del arte de venir a ver y ser convertido en parte de la obra y mirado así por los demás.


¿Qué decir del sentido del humor que rezuman muchas de sus piezas?, como ese hombrecillo calificado como vendedor ambulante, que nos hace agacharnos para poder apreciar su minúsculo tamaño y su movimiento, al principio sorprendente y después, porque el artista no se molesta en ocultarlos demasiado, descubriendo los hilos que hacen moverse a la figura. O el juego sonoro que pueden producir unos sencillos guantes de trabajo adheridos a unos pliegos de papel de lija. 


Insistir en que cada una de las piezas de la exposición proporciona un intenso disfrute ante el despliegue de inteligencia y elegancia con el que están hechas, tanto las más físicas, (Hay una serie llamada precisamente así: "Arte física") como las acciones descritas en los pequeños carteles indicativos. Insistir en que la agudeza de la crítica no está exenta de un muy buen humor. Insistir en que quien no lo haya visto debería pasar a verla, si quiere disfrutar de un placer inteligente. Insistir en el señor Meireles, don Cildo.




Incluso en esta pieza, colocada al final del recorrido expositivo, que alguien podría entender como una concesión al mero espectáculo, el artista se ha preocupado de que el "espectador" tenga en todo momento a la vista a cuatro hombres, vestidos de blanco y con las cabezas gachas, que son los que, a modo de remeros encadenados, hacen girar el artificio que mueve el bergantín en su preciosa imagen. Toda una "imagen" clara y contundente del mundo del trabajo que mueve el espectáculo ¿del arte?



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