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jueves, 18 de junio de 2015

ABRIENDO CAMINOS

Camino Ibérico Norte Sur 1ª y 2ª Etapas.
Espero que lo disfrutes. Y si te animas, incorpora tu(s) propia(s) etapa(s). Siempre dirección Sur. Hay un blog en construcción para recopilar toda la información.

viernes, 9 de enero de 2015

CABO ORTEGAL. CARIÑO. A CORUÑA.

El Cabo Ortegal, en el municipio coruñés de Cariño, es uno de los acantilados mas altos de Europa. Sólo superado por los fiordos noruegos. Aquí se unen el océano Atlántico y el mar Cantábrico. Los pescadores de la zona le llaman "El kilómetro Cero". Es famoso también por sus grandes y sabrosos percebes. Foto de Raquel Aguilar.



jueves, 8 de enero de 2015

RIA DE ORTIGUEIRA.

A media tarde del último día del año 2014, desde la casa de un amigo, la ría de Ortigueira, cerca de Cariño, tiene este aspecto.

sábado, 21 de junio de 2014

PARA LOS AMIGOS MEXICANOS DEL DF.

En ruta por Tepito, el barrio bravo de México DF. De ‘safari’ con un actor

Javier Molina - 19-06-2014

Cuando un habitante de México DF menciona la palabra Tepito un velo negro ensangrentado parece envolver momentáneamente la conversación. Se dice que allí ocurren asesinatos, secuestros, que allí operan los cárteles del narco más poderosos, que uno puede asistir a peleas de gallos, de perros y hasta de seres humanos, que allí venden armas de fuego, bazucas, misiles y hasta de aviones de caza. Todo tipo de fantasmadas y teorías conspiranoicas (unas más reales que otras) afloran al referirse al barrio bravo de la capital mexicana.

Es innegable que Tepito y sus alrededores arrastran una larga historia de criminalidad y delincuencia que adquiere su epicentro en la calle de Jesús Carranza, definida por los medios del país como la vía más peligrosa de la capital mexicana, la que ha albergado al mayor número de vecinos que hoy están en prisión, en la que se registran más asesinatos y la que concentra los mayores puntos de venta de droga. Pero la fama y la mala prensa siempre es reduccionista y más en una ciudad con tendencia al tremendismo, una ciudad que –imposible negarlo– durante años tuvo una fama temible: en el centro del DF, hace diez años circulaban pandillas de taxistas secuestradores, violadores, bandas de narcomenudistas y un sinfín de asaltadores que hacían la vida imposible a quien se atrevía a caminar de noche en ciertos barrios.

Desde hace una década la megalópolis ha ido cambiando a pesar de la guerra del narco y la psicosis que generó. Como muchas capitales de Latinoamérica, México DF ha experimentado el resurgimiento del centro histórico como núcleo cultural de primer orden. Por el día el viandante encuentra centros culturales, teatros, espectáculos y galerías de todo tipo de reciente fundación. Por la noche, las calles próximas al Zócalo (la plaza central de la ciudad) están plagadas de bares y discotecas que empiezan a hacer competencia a los de las zonas tradicionalmente festivas, como la Roma y la Condesa (al suroeste del centro). Cada vez más jóvenes se mudan a los alrededores del Zócalo y, consecuentemente, cada vez hay más luz, más fiesta y más vida en las calles.  

Tepito (el barrio que colinda al norte del Zócalo) es el gran zoco de la piratería, un centro laboral que proporciona sustento a muchas familias de comerciantes. “En Tepito no tenemos McDonnalds, ni Oxxos, ni cadenas o franquicias, aquí hay puro comercio local”, cuenta uno de los fruteros del mercado. El barrio es un gran pasadizo comercial  rodeado de puestos ambulantes entoldados con lonas de plástico de colores rojo, azul, verde, naranja y amarillo. Un muestrario de rarezas: bártulos, cacharros, películas pirateadas, juguetes, electrodomésticos, muebles, montañas de ropa, artesanías, esculturas y todo tipo de cachivaches tecnológicos. Un barrio sucio e imponente, entre lo canalla y lo degradado; un gran bazar de mercaderes callejeros; el escenario en el que cristaliza la informalidad y el menudeo mexicano. A mi paso encuentro zapaterías, relojerías, restaurantes, teibols y hasta salas de baile, “porque Tepito también es eso”, un barrio musical en el que no es extraño ver a gente bailar salsa en medio de la calle y en el que siempre tendremos los oídos atronados, escuchando tecno, bachata o reggaetón pasado de decibelios proveniente de las tiendas de discos piratas. “Aquí puedes encontrar todo lo que busques”, me dice uno de los comerciantes del barrio.

Pero no es del todo cierto: si algo le falta a Tepito es cultura. El barrio canalla se resiste a entrar en el circuito que está expandiéndose por el centro del DF con la fuerza de una onda expansiva. Las salas de conciertos, los cafés teatros y las salas alternativas ya han desbordado los márgenes del casco histórico y penetran poco a poco en barrios como Santa María de la Ribera (al oeste del Zócalo) que hace poco tenían fama de peligroso y poco recomendable.


El proyecto

Hace tres meses, gracias a la iniciativa de la directora holandesa Adelheid Roosen y del actor mexicano Daniel Giménez-Cacho (uno de los intérpretes más reconocidos de México), Tepito se convirtió en escenario de un original “safari teatral” de cuatro horas de duración en las que el espectador se sumergía de lleno en los zocos y en los callejones más imponentes, montaba en moto de la mano de los más malos del barrio, entraba en los hogares de algunos de los personajes más populares y carismáticos y compartía una experiencia única, a caballo entre el teatro, el documental y la ruta turística.

“Es un barrio en el que hay fieras”, reconoce el mismo Giménez-Cacho, que además del proyecto teatral tepiteño dirigió una serie de televisión, Crónica de castas, enmarcada en el barrio bravo y centrada en la discriminación racial y clasista que aún hoy persiste en México.

Para llevar a cabo el tour los intérpretes convivieron durante dos semanas con los protagonistas reales de las historias. Su labor era actuar con ellos y servir al público de guías e hilos conductores.

Todos insistían en que el término “safari” alude al swahili “viaje”, pero aún así no dejaban de advertir sobre los posibles riesgos: “No saquen sus cámaras de fotos, no se aparten de la fila, no compren nada. Vamos todos juntos del metro al barrio y del barrio al metro”.

Los rostros de Tepito son más duros que los del resto de la ciudad. Abundan los jóvenes taimados y tatuados con ceño fruncido y aire de pandilleros, los borrachos, los mendigos, los lisiados, las prostitutas y las bandas de moteros que acechan al viandante y lo llenan de ruido, o de miedo. Cuando oscurece, las calles están apenas iluminadas y uno no distingue más que montañas de basura apiladas en las esquinas, perros callejeros y faros que de pronto ciegan y cruzan a toda pastilla.


La ruta

El safari adentraba en los hogares de tres de las siete Cabronas de Tepito, famosas en el barrio por su carácter y su resistencia: “Somos mujeres que no tenemos miedo a vivir, que nos levantamos, aunque volvamos a caernos, que luchamos contra la miseria, contra la adversidad y contra el machismo”, me cuenta Mayra Valenzuela, tepiteña activista y defensora de los derechos humanos. En 2004 esta mujer de voz vehemente y trato afectuoso fue tiroteada en medio de una manifestación en la Ciudad Universitaria. “Aquí en Tepito jamás me pasó nada, pero en la UNAM me pegaron dos balazos que casi me matan. Qué ironía para una tepiteña cabrona como yo, que me baleen en la universidad”, cuenta enseñando los agujeros cicatrizados en su brazo y en el tórax. De todas las cabronas, Mayra es la más luchona, reivindicativa y politizada: “Tratamos de reivindicar los derechos humanos y de las mujeres, de proteger el barrio contra la injerencia de los políticos y la policía y de denunciar la manipulación amarillista de la prensa que dice que en este barrio solo hay rateros”.

Las historias de los tepiteños son historias de violencia, de represión policial, de violaciones y maltratos, pero sobre todo son historias de resistencia contra la adversidad. “Yo veía el abuso sexual como algo normal y cotidiano, porque lo que me pasaba a mí también le pasaba a los vecinos”, cuenta Verónica, otra de las siete cabronas que logró salir adelante haciéndose cargo de sus catorce hermanos. Como el resto de los vecinos visitados hace gala de su amabilidad ofreciéndonos bombones, tostadas de tinga, tacos y queso.

—Esto es queso. Pero queso de verdad –apunta Verónica–, no como el que traía mi papá a casa cuando yo era niña, que parecían cuadradotes de queso en polvo. Pero era otra cosa.

A lo largo del recorrido el espectador contempla el barrio y a la vez es contemplado por los tepiteños, burlones y provocadores: “¿Qué mamada es esta?”, “Sácame una foto güero”, “Aguas, que os van a asaltar, culeritos”.

Entre charla y charla, cambiamos de calle y nos topamos con cinco moteros que nos rodean haciendo rugir sus motores. El susto dura poco. Son nuestros chóferes, los encargados de transportarnos por el barrio “al más puro estilo tepiteño”: tres en cada moto, a toda velocidad y saltándose toda señalización. Pero, eso sí, respetando “los tres sentidos de circulación del barrio”.

Llegamos a una fonda y encontramos a Martin Camarillo, conocido como El Power, un joven postrado en una silla de ruedas con un rostro amable e imponente: “No mames güei, desde que me dejaron aquí sentado tengo más viejas que nunca”, cuenta con una sonrisa semiparalizada en el rostro. El Power me cuenta su historia entre taco y taco y la emoción le encuentra en medio del camino: “De chamaco estaba bien locotrón, güei. Andaba metido en muchas madrizas, güei. Y acabé baleado por dos batos a los que ya traía ganas. Desde entonces estoy en contra de los fierros y de todas las armas pendejas. La banda del barrio me conoce, me quiere y me respeta. Aquí soy muy popular, güei. Todos son mis carnales. Por eso un día vino Daniel a conocerme y a meterme en su proyecto, con toda esta banda de poca madre. Todos ellos son gente chida, güei. Están haciendo mucho por el barrio”.

Aunque la rudeza del argot tepiteño –repleto de palabras como puto, culero, güei, no mames, chingada madre y sus derivados– constituye uno de los atractivos del proyecto, el safari de Giménez-Cacho no profundiza en la delincuencia y la violencia. “Se trata de mostrar la otra cara del barrio”, insiste tanto el director como sus actores. Los temas más estereotípicamente tepiteños: el culto a la Santa Muerte, los boxeadores callejeros y las drogas, no aparecen ni de refilón. Pero si uno se anima a preguntar a algunos de los protagonistas, obtendrá respuestas precisas: “Allá venden la coca, ese de ahí trae la mota (mariguana), el otro bato les defiende, siempre lleva un fierro, es el más chingón”, me cuenta uno de los moteros.

“Para los tepiteños es sorprendente que la gente acuda al barrio mediante una iniciativa cultural”, cuenta la comerciante Lourdes Ruiz, conocida en el barrio como La reina del albur por haber ganado un concurso mexicano de jergas. “Me agrada mucho que se den cuenta de una vez de que en Tepito no todos somos rateros ni delincuentes. Somos comerciantes y trabajamos un chingo”.

Lo que hace diez años era impensable, hoy es una realidad. El safari teatral y la serie de Giménez-Cacho son solo la punta de lanza de lo que se avecina. La luz y la cultura están cada vez está más cerca de Tepito. A este paso no sería extraño que, en unos diez años más, el barrio bravo se convirtiera en un núcleo cultural y cosmopolita, transitado y hasta habitado por estudiantes y jóvenes mexicanos y extranjeros, que, como en el caso de Lavapiés (el equivalente español, en pleno centro de Madrid), perdieran el miedo a lo extraño y a lo popular y se integraran en la zona en busca de autenticidad, cultura y ambiente popular. Y es que Tepito es el barrio que vio crecer a Cantinflas, y como tal, es la síntesis del albur, de la transgresión, la bravura y la picardía mexicana. Ya lo dice el lema: “Tepito existe porque resiste”. Y ojalá resista puro y rudo durante muchos años.




Javier Molina es reportero, licenciado en Historia, doctorado en Literatura hispanoamericana y narrador. Ha publicado libros académicos sobre los hispanoamericanos en la Guerra Civil española y ha escrito en El PaísLetras Libres,Vice y otros medios hispanoamericanos. En FronteraD ha publicado ¿Estamos a salvo en Latinoamérica? El 27% de los homicidios que se comenten en el mundo ocurren aquí, Un tesoro oculto en la Casa Azul. Frida Kahlo y León Trotsky y La sonrisa de Alberto Patishtán, indígena de Chiapas indultado y mantiene el blog Reportero salvaje. En Twitter: @javimolinav

viernes, 6 de diciembre de 2013

ARTE/DISCURSO/RELATO.


Ayer jueves, 05 de diciembre, asistí en el Espacio B de Madrid a una "Visita dialogada" entre  Virginia De Diego y Rosell Meseguer, de la exposición del colectivo De Diego/Larred.
Confieso que asistí por una doble curiosidad: por una parte, lo de "visita dialogada" me resultó chocante. ¿Diálogo de qué y sobre qué? ¿sobre la obra expuesta? Pero, ¿no habíamos quedado que las obras deben hablar por sí mismas y que los autores, después de hacerlas públicas, no debían decir nada sobre ellas, puesto que lo que tenían que decir ya lo habían dicho con/en las obras, y que éstas deberían "valerse" por sí mismas?

La segunda curiosidad era por conocer a Rosell Meseguer, de la que tenía alguna referencia, por su trabajo en el "Archivo de Creadores de Madrid". Vista, oída y conocido algo de su curriculum, entiendo perfectamente el por qué de su presencia y su interés en la obra del colectivo De Diego/Larred. Tienen mucho en común : Archivo, Memoria, Fotografía, ...

Dicho esto vamos al meollo de la cuestión: arte/discurso/relato. Para nadie es un secreto que "arte" es un concepto escurridizo y en continuo cambio. Hoy por hoy, podemos distinguir entre los objetos de arte, la historia del arte, el mercado del arte y el arte mismo. Y su discurso.

El discurso del arte está a caballo entre los objetos, la historia y el mercado. Así, sabemos que el discurso del arte fue, durante siglos y en el contexto eurocentrista, el de la iglesia y el poder. También podemos decir que el romanticismo introdujo en el arte el discurso del artista y su ego. En la actualidad el único discurso del arte -por mucho que se nieguen a reconocerlo los artistas- es el del mercado.

Y llegamos al relato; pero debemos hacer un pequeño rodeo aclaratorio sobre esto del relato en su acepción más reciente. En el marketing 2.0 lo que triunfa es el relato. Cualquier gurú de la mercadotecnia sabe y predica que, al comienzo de cualquier presentación, hay que "contar un relato". Y si es referido a la experiencia personal mucho mejor. Igual pasa con las empresas. Y si una empresa no tiene un relato que contar, lo tiene realmente difícil en el mercado de la globalización.

Todos conocemos la historia de esa empresa triunfadora que empezó en un garaje; o la de esa marca de diseño de ropa sevillana que es el nombre de los dos perros de su propietaria, o la del coche que lleva el nombre de la mujer del fabricante, ... El relato es lo importante en la mente del consumidor. El producto, en cuanto que hemos asumido que la calidad es similar entre todos ellos, es lo de menos.

Y por aquí llegamos al arte de hoy, a la exposición "Ich bin eine ruine" ¿? y a la visita dialogada. La exposición es exigua: 4 piezas en la planta superior y una más en el sótano. Las cuatro piezas de la sala, todas de igual tamaño (+- 1x1), son impresiones sobre papel blanco de grueso gramaje, como el usado para imprimir grabados, de fotografías de ruinas. B/N difuso y grisáceo. En dos de las fotografías puede verse la silueta de una persona y en otra de ellas, el contraste entre las ruinas de un edificio antiguo¿? en primer término y uno moderno al fondo de la foto. La pieza del sótano es una impresión sobre metacrilato, iluminada por atrás, en la que, si se busca, puede llegar a entreverse la imagen de otra ruina.

Las fotografías están montadas sobre un bastidor de madera clara y tres hojas de papel grueso y granuloso de las que sólo puede verse la hoja superior. De las otras dos sólo se ven los cantos laterales. El tratamiento aplicado a las fotografías, así como la superficie sobre la que están positivadas, confiere a las imágenes una cierta "neblina o bruma" que acentúa el aire gris del motivo, difumina el contraste, amortigua las sombras y puede transmitir algo así como nostalgia y poesía (no son fotos-documento, como aseguró uno de los asistentes).

En la sala superior también hay una publicación que puede rasgarse y separar sus dos partes, a modo de "catálogo/merchandising" Ambas publicaciones 15€, una sola 8€. Las dos contienen fotografías B/N de ruinas.

Dicho esto, es el momento del relato. El oyente se entera de que lo que ha visto es el resultado de dos años de trabajo y ha sido producido gracias una beca que sirvió para financiar la investigación previa y un viaje en autocaravana Madrid, Belchite, Oradour (Francia), Bélgica, Holanda, Berlín y vuelta. Se entera también, aunque lo sospechase por la foto de una pintada que aparece en el "fancine/catálogo" donde se reproduce la letra de una jota que habla del desaparecido pueblo de Belchite (Pueblo viejo de Belchite, ...) Claro que esta es una referencia para los españoles mayores de digamos 35 años, ya que los que no llegan a esa edad, o no son españoles, difícilmente saben que Belchite fue el escenario de una de las mas sangrientas batallas de la guerra civil española. El oyente se entera también de que todas las fotos son ruinas de "la guerra" (En realidad las guerras: la civil de España y la 2ª Guerra Mundial en Europa), pero viendo las piezas nadie puede afirmar que las ruinas sean producto de las contiendas y no del abandono puro y simple.

Se entera también el oyente de que las fotos han sido realizadas con una vieja cámara de 6x6 de los años 50 y usando carretes en blanco y negro de 12 exposiciones. Que se usaron muchos carretes y que existen muchísimos negativos. Que no ha habido ningún tratamiento digital de las imágenes, ni siquiera para limpiar el "ruido". Que finalmente, contando con mucha ayuda por parte del comisario (¿de la muestra? ¿de la beca?) se seleccionaron hasta 14 tomas para positivar. Que en el proceso de revelado/positivado se utilizó papel de seda (Muy posiblemente el causante del difuminado de las fotos). Que en la galería hay otros dos soportes con fotografías que no se han colgado. Que en las hojas de papel que hay debajo de la que está a la vista, en algunos casos hay imágenes. Piensa el oyente que alguien que haya visitado la exposición y no haya asistido a la "visita/conversación", de todo esto no sabe nada.

Tampoco sabe el visitante inadvertido que el título de la muestra "Ich bin eine ruine" es una cita de la primera visita de Kennedy (John, por supuesto) a Berlín, donde dijo "Ich bin eine berliner". Y si llega a saberlo, lo que no sabrá es cómo relacionarlo con la muestra. Ni que igual que se han seleccionado estas 14 tomas, podrían haberse seleccionado cualquiera otras  porque "todas las ruinas son la ruina", y aunque conozca aquello de "Una rosa es una rosa, es una rosa, es una rosa" y que "todas las rosas son la rosa", nada en la muestra le dará pie para sospecharlo. Ni sabrá que las fotografías expuestas siguen el orden del itinerario seguido con la autocaravana (Belchite, Francia, Berlín, empezando por la primera por la izquierda y continuando en el sentido de las agujas del reloj.

Cuando se ha asistido a la conversación De Diego/Rosell, uno llega a saber que además de las fotos, se recogieron restos en las diferentes localizaciones, que ya se hizo una exposición previa donde se expusieron esos restos (PhotoEspaña 2012) en el Instituto Italiano de Diseño, que el comisario fue Pedro Medina y que en la documentación de esa exposición, el comisario hace el relato completo a través del cual el inadvertido visitante puede enterarse de lo que las piezas expuestas no cuentan: "el relato".

sábado, 2 de marzo de 2013

INDEPENDENCE.DOM

Mi participación en Independence.Dom ha consistido en dos acciones ("Comunicación" y "De.Collection#17) La primera en Santo Domingo -calle Conde-; la segunda en Puerto Plata -Centro Cultural Camilo Carrau-. Tambén presenté la conferencia "Arte de Acción en España -Una visión panorámica" en la Biblioteca Municipal de Puerto Plata.
El placer de reencontrar viejos conocidos (Valentín Torrens, Peter Grzybowski, Grimaldi Polanco) el placer de volver a ver a los recién conocidos Dan Eliú Almonte y Jesica Hirst -organizadores ambos del encuentro- y el placer de conocer a todos los demás participantes. Y, por supuesto, conocer un país nuevo y visitar sus dos ciudades más importantes -Santo Domingo y Puerto Plata- amén de atravesar Santiago.
La primera parte del festival se realizó en el Centro Cultural de España en Santo Domingo, situado en la zona colonial de la ciudad, muy cerca del Parque Colón y la Catedral Primada. A la inauguración, asistió nada menos que el embajador de España en la Rep. Dominicana. Como el Festival estaba patrocinado en parte por el Centro Cultural, tal vez vino a ver cómo resultaba la inversión. En cualquier caso pudo ver la acción enérgica y contundente de Valentín Torrens. Muy diferente a las que Valentín ha hecho hasta ahora.
Esos mismos días se exponía en el Centro una exposición con varias instalaciones del artista dominicano Tony Capellán. Para mí el descubrimiento de una obra inteligente. Utilizando materiales de deshecho, sobre todo plásticos y palos, la obra de Tony Capellán, que podría considerarse cercana a la de un Tony Cragg, usa el "pop" de sus materiales como una contundente visión de la realidad triste y dura de su país. Una visión muy realista que cualquier dominicano puede reconocer como suya.
 Una propuesta muy estética y muy crítica al mismo tiempo. Me alegró mucho haber podido conocer el trabajo de este artista.

Indudablemente una semana de permanencia en la República Dominicana, mitad en Santo Domingo y mitad en Puerto Plata, participando en un festival de arte de acción largo y muy variado, da para muchos comentarios y muchas aproximaciones al país, a sus gentes, a sus artistas, ... Voy a quedarme con dos experiencias personales que pueden ilustrar el contexto.
La primera es el magnífico servicio de la gente que trabaja en el hotel resort Coop Marena, al sur de Santo Domingo y donde nos alojamos durante cuatro noches. Nos dijeron que el establecimiento, como su nombre indica, pertenece a una cooperativa. Ya es una buena noticia. Pero el agrado, la prontitud y la afectividad de las personas que atienden a los clientes es digna de mención. Otra muy buena señal es que excepto los artistas del festival, el resto de los clientes eran dominicanos. Muy recomendable opción si de lo que se trata es de pasar unos días relajado y alejado del mundanal ruido. Como muestra, allí pueden verse cosas como las siguientes:
Temprano en la mañana el coquero viene  a limpiar los árboles. Una imagen típica del Caribe que sigue impresionando por su riesgo y su habilidad.
La otra imagen que también podrá encontrarse quien se aloje en el Coop Marena es el buen gusto en el arreglo personal de las mujeres que atienden en el comedor:
Por último la reseña de otro alojamiento, también en Santo Domingo, pero esta vez en la capital, en plena zona colonial, en un lugar llamado Ruinas de San Francisco y también "El Rinconcito de don Guillermo". Se trata de un hostal "Hostal Cool" que, a pesar del nombre está regentado por españoles y atendido por dominicanos. Pocas habitaciones, pero limpias y confortables y, en lugar del terrible aire acondicionado, el clásico ventilador de techo con velocidad graduable. Mucho más sano y ecológico. Como muestra del espiritu que anima al establecimiento, la foto ilustra la decoración de la recepción. Resumiendo, un hostal sin lujos, pero con todo lo necesario, estupendamente situado, y con un precio muy ventajoso.