Este frío fin de semana en Madrid se presentaba en el teatro Pradillo -convertido en sala, sin gradas ni escenario- un proyecto de comisariado llamado "Pensando en voz alta". Es una propuesta de Rosa Casado, Oscar G. Villegas, Luciana Pereyra y Mike Brookes.
He asistido a las sesiones del viernes y el sábado, con lo que he visto el programa completo: un sabor agridulce.
Conviene aclarar que el buen hacer, la "profesionalidad" si se quiere llamar así, está fuera de toda duda. Y el nivel conceptual bastante más alto de lo normal. Es por eso precisamente que se notan más los desacuerdos.
Pero vayamos por partes: el viernes se presentó un evento que los propios comisarios definen como un "salón", a imagen y semejanza de aquellos salones decimonónicos que tan estupendamente describió M. Proust. Y es bien cierto que la propuesta es, además de interesante, rompedora en cuanto que no podemos hablar de ella como de una propuesta performática, ni escénica. Respondió efectivamente más al ambiente de un distendido salón donde algunas personas fueron entrevistadas, otras tuvieron un pequeño espacio propio para hablar a los asistentes, hubo sonido en una gama muy amplia, hubo vídeo, ... Por haber hubo hasta una barra libre de vino -un rioja muy aceptable, lo que es de agradecer-, cervezas y refrescos.
Lo más notable de todo es que en ningún momento se produjo un "espectáculo". Ni siquiera cuando una figura travestida y enmascarada presentaba a las distintas personas que intervenían. Todo fue fluyendo como en una estupenda reunión de amigos en la que cada cual, siendo él/ella misma aportaba su granito de arena. Y así pudimos escuchar las soflamas naturalistas del muy conocido naturalista Joaquín Araujo, o los sonidos de animales captados por el también muy conocido Carlos de Hita, autor de estupendos paisajes sonoros, ver un vídeo antiguo pero muy bien encajado en el momento sobre la expedición de Scott al polo. Hubo otra intervención sonora en la que se generó un bucle donde se iban acumulando, sobre la misma grabación, las frases que se grabaron. Belén Valenzuela, física del CSIC habló con pasión y elocuencia del "experimento del viernes" y el descubrimiento del grafeno, del que también explico sus propiedades y su futuro.
Si exceptuamos la intervención musical inicial -ni tan contundente como para ser atencional, ni tan anodina como para servir de música ambiente, y el bucle de sonido final, por facilón y conocido, toda la reunión fue de gran nivel. Incluso la edad media de los asistentes demostraba que aquello distaba mucho de ser algo intrascendente para divertir al fácil público joven.
La sesión del sábado incluía dos "performances" si atendemos a su concepción y desarrollo. Mucho más en el terreno de las artes escénicas que lo presentado el viernes. Especialmente la primera de ellas "Absinthe Picnic" que, aunque dice la información de la Sala Pradillo en internet que inicialmente se estreno en la playa de la Barceloneta, en el transcurso de la noche al amanecer, lo que aquí presentaron fue completamente escénico. Del clásico teatro italiano, aunque no hubiera gradas ni escenario. Una "opus nigrum" en la que supuestos alquimistas elaboraban absenta por sublimación y producían una gran variedad de sonidos en un moderno instrumento electrónico. Mientras, un sonido amplificado en el que diversas voces, primero en griego, luego en latín y finalmente en castellano, desgranaban disgresiones sobre el alma y su substancia y propiedades. Todo eso en un ambiente oscurecido, iluminado con velas, mientras los espectadores ejercían de eso mismo en sus sillas y en religioso silencio.
En la sala encontré a Belén Cueto, a quien conozco desde hace tiempo y performer de larga trayectoria. A ella el espectáculo le permitió gozar de un tiempo y un espacio para la concentración y el recogimiento que se decía antiguamente. Yo no dudo que los nigromantes bebedores de absenta se lo pasasen muy bien, pero a mi las retahilas sonoras sobre el alma, por mucho que sus autores fueran excelentes pensadores griegos, la morosidad de lo actuado, incluso lo insulso de lo que pasaba en el "escenario" me aburrió soberanamente. Sólo al final, cuando la voz grabada comenzó a citar las últimas palabras de algunos personajes famosos, pude interesarme y reírme con la estupidez pre-póstuma de C-J. Cela: "Viva Iria Flavia".
La segunda performance encaja mucho más en el terreno del arte de acción. Primero por su actividad previa y después por su presentanción. La acción se llama ¿Y si todo lo que sabemos estuviera equivocado?
Dicen los autores Rosa Casado y Mike Brookes:
«Hay un lugar al que hemos estado yendo recientemente.
Para pensar… Hoy nos gustaría reconstruirlo para vosotros, aquí.»
En el corazón de What if everything we know is wrong? hay un
acto directo de representación; una representación pública, sin
metáforas, sin pre-supuestos formales o técnicos. Hay también un deseo
de revelar un espacio social, un espacio de posible encuentro, a través
de la reconstrucción de un lugar geográfico en el que no estamos, del
lugar de la ausencia, usando dibujos, fragmentos de sonido y un puñado
de fotos borrosas como referencia.
What if everything we know is wrong? es un trabajo íntimo,
directo y autónomo. Esta performance se realiza con treinta pequeñas
grabadoras, tres polaroids y una tiza, y la ejecutan los artistas en
gran proximidad con los espectadores, que se pueden mover libremente por
el espacio. No necesita infraestructura o apoyo técnico, e intenta
dejar el menor impacto físico posible. La transitoriedad e inmediatez de
la pieza son elementos clave de la propuesta."
Poco más hay que añadir. Una acción clara y precisa en la que las treinta grabadoras-reproductoras se repartieron por diferentes zonas del espacio, que consistían en paisajes sonoros de una pequeña población de Escocia y que si uno se movía de una zona a otra podía percibir los diferentes sonidos y tratar de imaginar cómo será esa pequeña población, sus aves canoras, sus perros ladradores, sus calles, sus corrientes de agua y hasta su tráfico rodado (¿?).
Después de un tiempo de escucha, Rosa Casado y Mike Brookes repartieron más micrograbadoras, esta vez conteniendo y emitiendo las conversaciones del Apollo XIII con su base de Houston ("Houston tenemos un problema") traducidas por Rosa Casado y grabada la traducción, intercalada entre las frases de los astronautas. Por más que lo he intentado, no consigo ver la relación de la primera y la segunda grabación. Creo que son dos piezas completamente distintas y que no tiene ningún sentido ponerlas una a continuación de la otra, como parte de la misma acción. Lo dicho, un sabor agridulce.
domingo, 24 de noviembre de 2013
PENSANDO EN VOZ ALTA: UN SABOR AGRIDULCE.
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