Tiempo de ladrones
Rosa Olivares
Hace tiempo una concejala de cultura del Ayuntamiento de Barcelona (Maria Aurèlia Capmany i Farnés,
Barcelona, 3 de agosto de 1918 - 2 de octubre de 1991) en un gobierno
socialista, decidió dejar sin exposiciones algunos de los centros
expositivos habituales de la ciudad. Naturalmente todo el sector se le
echó encima acusándola de despreciar la cultura. Como esta señora no
tenía ningún complejo y era una histórica y valiente luchadora feminista
y obrera, simplemente contestó que “le salía más barato fletar un avión
cada mes a Londres o a París y llevar de museos a los visitantes
habituales de las salas barcelonesas que mantener sus gastos sólo para
unos pocos”. Naturalmente, cuando salió del puesto el siguiente concejal
volvió a abrir esas salas de exposiciones, exposiciones de todo tipo y
color con lo que eso puede significar (artistas locales, amigos,
conocidos y alguna buena exposición). A mí me encantó esa solución
radical, porque llevo años pidiendo un año sin exposiciones, sin
curadores, sin ferias, un año de descanso y reflexión; de ahorro y de
sentarse a pensar un poco. Nadie me toma en serio, naturalmente, no se
dan cuenta de que es un grito de auxilio. Pero una noticia en La Vanguardia
(alertada por el artista amigo Joan Morey) me vuelve a aquellos
tiempos: el centro Arts Santa Mónica (que lleva unos años de vida
agitada y confusa) nombra nuevo director, un absoluto desconocido Jaume
Reus, y este señor da los datos de su nueva sala: el año pasado sus
gastos fueron de 694.000 euros en personal; 309.000 en mantenimiento;
1.126.000 en exposiciones y 1.085.000 en otras actividades. Los
visitantes a la sala fueron 139.867. Un total de 22.978 euros por
visitante se gastó el ayuntamiento de Barcelona en una sala. Un lujo que
en tiempos de recortes, de niños pasando hambre, de familias sin luz (y
no soy demagógica) no me parece razonable por parte de un ayuntamiento
en una ciudad que tiene todo tipo de museos y centros de arte, públicos
y privados (MACBA, La Caixa, Museo Picasso, el Museo de Arte
Moderno….). De hecho hubiera sido más barato llevarlos en un vuelo a
Nueva York a ver el MoMA. Con casi tres millones de euros gastados no se
puede decir que las visitas a la web han bajado (¡además!) y que este
próximo año tendrá un programa de centro cultural de barrio. ¿Es esto lo
que un ayuntamiento tiene que hacer para ofertar cultura actual a su
ciudad? Ojo, que estamos hablando de un centro de tercera, con una
programación de cuarta, con un edificio imposible que costó un Congo
Belga, situada en una de las zonas más turísticas de una ciudad con
millones de turistas al año más los millones de habitantes estables. Al
que no va nadie. ¿Con un gasto de casi tres millones de euros no se les
ocurre nada mejor? Sin duda algo falla, tal vez la valentía y el rigor
de María Aurèlia Capmany vendría bien ahora, pero ya nadie se atreve a
hacer nada que no sea políticamente correcto, y el dinero público se
gasta sin miedo ni vergüenza. Pero no crean que es un tema local (seguro que cada lector puede dar un ejemplo similar en cualquier lugar del mundo), y para demostrarlo sólo hay que ir a Italia, donde en la Expo 2015, en la Triennale de Milán se van a gastar 5.300.000 euros (cinco millones trescientos mil euros) en la exposición, eso sí, comisariada por Germano Celant, que cobrará seguramente el precio más alto conocido por una curaduría: 750.000 euros. Celant es conocido en Italia (que les recuerdo que actualmente es una de las economías más débiles de la zona euro) como “el cacique” y se cuenta, con esa sonrisa tan latina y tan machista, que hubo un tiempo no lejano en el que él dirigía por delegación todos los museos de arte actual del país, ya que sus exmujeres eran todas directoras de alguno de estos museos. Ya se sabe que Italia es un país donde la mafia, la cosa nostra (que suele ser la cosa de otros), ha creado escuela. Vivimos tiempos de miseria, no sólo económica, sino sobe todo moral. Tiempo de cobardes y de ladrones.
1 comentario:
El comentario de Rosa Olivares será muy valiente pero es inexacto, por decir lo menos. Con los 22 euros con 97 céntimos que el Ayuntamiento de Barcelona se gastó en el Centro Santa Mónica por cada visitante ninguno de estos agraciados podría haber viajado a Nueva York. A lo mas a Castellón y en Renfe.
Carlos Jiménez.
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