Creo que merece la pena por lo concreto del análisis.
Arte y Revolución
Conversación con Gerald Raunig
Por Javier Montero (publicado originalmente en Redes Secretas)
Por Javier Montero (publicado originalmente en Redes Secretas)
I want to be a
machine
Ultravox
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El filósofo y teórico
del arte austriaco Gerald Raunig es uno de los pensadores
contemporáneos más interesantes y originales. Investiga temas como
la crítica de la creatividad capitalista, la producción de bienes
comunes, la relación entre arte y activismo político o la crítica
de la representación. Es autor de textos tan influyentes como ‘Art
and Revolution’, una crónica alternativa y no-lineal de las
revoluciones estético-políticas siglo XX. La conversación comienza
en torno a su nuevo libro ‘Factories of Knowledge’, recientemente
publicado por el The MIT Press, del Massachusetts Institute of
Technology, para luego ir explorando otros territorios, teniendo muy
presente el momento de efervescencia que estamos viviendo en los
últimos tiempos.
ARTE 1: sobre la
creatividad
1. Distopia: ¿hacia el final de la creatividad?
1. Distopia: ¿hacia el final de la creatividad?
Es muy interesante la
idea que sugieres en tu libro sobre cómo la paulatina modulación y
colonización de la creatividad, “que afecta a los modos de
subjetivación y a las formas de vida (…) tiene el potencial de
agotarla” (pp.103-4). La creatividad como un régimen que puede
llegar a un punto muerto bajo ciertas condiciones políticas es una
visión distópica, al tiempo terrible y fascinante. Tiene mucho ver
con una idea que me viene rondado la cabeza. La llamada cultura de la
transición, aunque no me gusta demasiado este término, más que una
serie de productos y autores/marcas, se trata de la producción de un
imaginario que es fundamentalmente incapaz de pensar y pensarse fuera
de sus instituciones, jerarquías y reglas. Este régimen estético
ha producido auténticas distopias como la burbuja inmobiliaria
española, paisajes de pesadilla de una fealdad extrema que puede ser
calificada como política. ¿Podrías desarrollar más la idea de ese
posible escenario?
Gerald:
Sí claro. Depende de qué clase de creatividad estemos tratando.
Si hablamos de la producción subordinada como ocurre en las
industrias creativas, ésta podría continuar estancada a modo de una
eterna repetición indiferenciada. La máquina capitalista tiene una
concepción del tiempo basada en la lógica lineal del pasado, el
presente y el futuro, así como en la idea teleológica de progreso
como sentido último de la historia. En este sentido podemos llegar a
un tiempo sin creatividad, donde simplemente nada ocurre, nada más
es creado, tan solo una eterna repetición indiferenciada de lo
mismo. Pero si pensamos el presente no como un momento de transición
entre el pasado y el futuro, sino como un tiempo donde y cuando las
cosas se expanden, este ‘llegar a ser presente’ es un tiempo muy
específico de creatividad.
2. El ‘intelecto
transversal’
Los aparatos
destructores de la creatividad de las instituciones disciplinarias,
la aplicación de los criterios, métodos y valores de negocio a la
subjetividad, la precarización total, la subordinación de nuestros
deseos… En ‘Factories of Knowledge’ trazas un mapa de la
creatividad como herramienta de control de los medios de producción
de subjetividad. El artista se ha convertido en el modelo empresarial
y la creatividad en una piedra angular del capitalismo. El resultado
sería la precarización de las condiciones de vida, el ‘yo’ como
marca, el auto-control, la auto-disciplina y el gobierno neoliberal
del individuo. En este régimen, ¿cómo podría ser desarrollada una
producción artística experimental, antagonista, desbordante y
constituyente?
Gerald: Creo que
debe evitarse la separación de lo estético y lo político. De modo
que no estoy seguro como la producción artística en una campo
social específico, ‘el mundo del arte’, podría ser salvaje,
experimental o desobediente. Si hablamos de transversalidad, en su
propia definición está la capacidad de enrarecer el orden de los
campos sociales. Mi propuesta sería insertar en los movimientos
activistas los conocimientos estéticos y técnicos específicos de
las personas que trabajan como artistas. Y no hacerlo como
especialistas que realizan su labor en un nicho cerrado dentro de
compartimentos estancos, sino mezclando sus saberes con otros
componentes de una ‘intelecto transversal’ [‘transversal
intellect’].
En ‘Factories of
Knowledge’ hablas de ese ‘intelecto transversal’, “que se
mueve a través de la dicotomía entre lo individual y lo colectivo”
(p 66) como un desbordamiento crítico de la noción del ‘General
Intellect’ o conocimiento social. ¿Puedes desarrollar esta idea un
poco más y las maneras en que puede ser inventado hoy en día?
Gerald: La
intelectualidad social es plural, es maquínica. No es la cualidad
vaga de una ‘inteligencia colectiva’, tomando recursos de una
reserva de ‘know-how’, que sería tan identitaria y cerrada como
la imagen de la inteligencia del individuo limitada por un cuerpo
humano. La intelectualidad social se conecta a la corriente de
pensamiento que permea lo individual y lo colectivo.
El hecho de que,
como escribe Marx, “las condiciones propias de los procesos de vida
social hayan pasado al control del General Intellect”, no tiene
únicamente una cualidad emancipadora. Su ambivalencia consiste en
que, hasta cierto punto, esto se ha hecho realidad en el capitalismo
cognitivo, no sólo como el control de las condiciones de vida y
trabajo de la mayoría de las personas, sino incluso también como
una valorización de la cooperación e incluso del propio
pensamiento. Toni Negri, Paolo Virno y otros escritores
post-operarios conceptualizan este cambio como el “comunismo del
capitalismo”. El General Intellect y su control sobre los procesos
de vida degeneran aquí en una sumisión completa del intelecto y el
lenguaje, de la información y la comunicación, de la imaginación y
la invención.
El intelecto que no
asimila los flujos del conocimiento social en una unidad general
universal, el intelecto que no debe nada a esta forma de unidad y no
necesita despegarse de ella, debe ser inventado como intelecto
transversal. Y es transversal porque emerge al atravesar las
singularidades del pensar y del hablar, fabricando conocimiento: una
corriente maquínica de pensamiento que se mueve a través de la
dicotomía de lo individual y lo colectivo, que permea los individuos
y los colectivos, habita los espacios entre ellos. El intelecto
transversal es afectado por corrientes y enjambres orgiásticas;
soviets nómadas de producción de conocimiento que trazan líneas de
escape de los viejos modelos de la vanguardia histórica y de la
universalidad.
3. Instituciones
culturales: de lo público al común
Las instituciones
artísticas pública y privadas han sido las productoras
tradicionales de valor estético [valorización]. En tu ensayo ‘Art
and Revolución’ investigas máquinas complejas que desafían y
tratan de subvertir esta noción, al tiempo que están inmersas en la
vida cotidiana. Las grandes instituciones como los museos
contemporáneos, fundaciones, galerías, casas de subastas y ferias
de arte todavía generan, financian, estructuran, negocian y
determinan el valor de los trabajos y procesos. Da la sensación de
que las propias instituciones tratan de combatir la amenaza de
pérdida del monopolio con la auto-referencia del proceso de la
pérdida del monopolio, usando la producción para justificar su
propia mediación.
¿Estamos viviendo el
final del monopolio sobre la generación de valor? ¿Cómo crees que
sería posible revolucionar las instituciones culturales?
Gerald: Creo que es
importante que la institución artística no sea considerada ni como
un apéndice del estado o del mercado del arte ni como heterotopía,
es decir, algo que podría funcionar por si misma independiente de
ambos. ¿Qué ocurre si es capaz de transformar el aparato del estado
desde su interior, hasta el extremo de que llega a ser una potencial
institución del común?
La crisis no es sólo
económica. No solo afecta a los presupuestos; en el mejor de los
casos, fuerza a la institución a pensar en un funcionamiento
diferente en el que entre en relación con nuevos agentes sociales y
nuevas geografías. Es exactamente en esta ruptura, provocada por la
crisis de la institución artística, donde puede ser imaginada una
ofensiva que impulse la transformación de la ‘institución
pública’ en la ‘institución del común’. El punto es
reorganizar los restos de la esfera pública civil y de la sociedad
concebida como socialdemócrata, para transformar lo público en
común. En cierta manera, esto implica nada menos que inventar de
nuevo el estado. O mejor, inventar una nueva una nueva forma de
aparato del estado mientras el viejo todavía existe.
En el campo del
arte, es posible construir sobre la experiencia concreta de algunas
instituciones progresistas europeas. Mientras las políticas
neoliberales, a veces bajo la bandera de un ‘Nuevo
Institucionalismo’, minaron las instituciones en los años noventa
y primera década de este siglo, se desarrolló una línea
minoritaria de políticas culturales radicales en el campo de las
artes visuales, que puede ser ahora interpretada, en cierta aspectos,
en la dirección del común. Habían puesto en marcha experimentos
más o menos radicales de auto-transformación, a veces en el nivel
del contenido, teoría y discurso, a veces, también, en relación a
sus modos de producción y formas de organización moleculares. Hay
ejemplos interesantes, como el Shedhalle en Zurich, que ya en los
años 90 era un espacio de crítica radical feminista, y ahora está
abriéndose de nuevo a múltiples luchas más allá del campo del
arte. O pensemos en algunos grandes museos como el Vanabbe en
Eindhoven, produciendo una variante holandesa de prácticas de
crítica artística transnacional y proyectos educativos.
A pesar de la
efervescencia política que estamos vivido en los últimos años en
el estado español, todavía hay un profundo divorcio entre la
producción artística y estética, por un lado, y el activismo
político, por otro. Hay una carencia de espacios de encuentro, de
reflexiones compartidas y de prácticas concatenadas. Probablemente,
desde el comienzo de la mal llamada transición la producción
cultural no ha sido sólo ni una determinada política de gestión ni
los procesos de comercialización de una serie de autores/marcas y
productos culturales de consumo, sino la construcción de un régimen
biopolítico neoliberal productor de subjetividades específicas y la
valorarización total de formas-de-vida. Como dice Félix Guattari,
así como el capital es un modo de semiotización que permite tener
un equivalente general para las producciones económicas y sociales,
la cultura es el equivalente general para las producciones de poder.
Aunque el 15M fue,
entonces, una bomba de relojería en el centro de este aparato,
necesitamos grandes dosis de imaginación política y estética para
desarrollar nuevos escenarios de ruptura. Algunas instituciones
culturales han tratado de abrirse a los movimientos sociales y
plantear políticas progresistas, pero no han perdido su carácter, o
su pertenencia, a estructuras fuertemente jerárquicas, burocráticas,
controladoras, muy alejadas en su funcionamiento interno de lo que
sería una institución del común, del ejercicio de la democracia
directa y de prácticas de gestión abierta y horizontal. Tanto en su
funcionamiento, como en su modo de mostrarse, forman parte de un
aparato estatal rígido, controlador y policial. Parece que, a pesar
de las interesantes excepciones, este intento reformista desde el
interior del propio aparato se enfrenta a una tarea casi imposible,
si no cuenta con la fuerza desbordante de otros agentes, y está
condenada a jugar el papel de institución socialdemócrata,
paternalista y co-optadora.
Gerald: Quizás,
parezca descabellado esperar que las instituciones artísticas
re-inventen el estado. Esta expectativa puede no tener éxito, pero,
también, hay que tener en consideración que en comparación con
otras instituciones, como las dedicadas a la salud, la educación, la
ciencia, la investigación o el comercio, el campo del arte tiene
ciertas ventajas. Presenta una extraña mezcla de demandas de
autonomía, tendencias experimentales, expectativas de posiciones
críticas y atención a los temas políticos, que hacen de ellas
casos excepcionales si las comparamos con otras instituciones.
PARTE 2: sobre la revolución – la okupación
PARTE 2: sobre la revolución – la okupación
4.
Micropolíticas versus biopolíticas
Hay en ‘Factories of
Knowledge’ una defensa de la brevedad temporal de las acciones
políticas destituyentes, una poética de la transformación suave,
gentil, débil, micro, inconcreta, “que no demanda nada”…
Frente a esta postura, es interesante traer a colación ejemplos de
activismo y lucha tan interesantes como el de la PAH, con demandas
muy concretas, o el desarrollo su Obra Social, que libera edificios
de viviendas vacías en manos de los bancos, para alojar personas
desahuciadas o sencillamente sin casa. Así como la evolución del
activismo en los últimos años, capaz de apoderarse y desbordar
identidades fuertes, sin caer en viejos modelos representativos.
Estos años de
radicalización de las estrategias neoliberales, violencia
sistemática generalizada, control mediático y robo de los bienes
públicos y comunes, lo que se ha llamado la ‘crisis’, parece que
han mostrado que el modelo de transformaciones micro-políticas,
desarrollado con el 15M, no era suficiente. Y se ha visto empujado
hacia un enfrentamiento general por la supervivencia de las
formas-de-vida, al tiempo que, el régimen español, nacido después
de la muerte de Franco, se encuentra en un estado de crisis terminal.
Hay un cambio de
paradigma en el intento de combinar prácticas no- representativas y
representativas, formas renovadas de deterritorialización y
reterritorialización. Se están produciendo iniciativas
sorprendentes que buscan desbordar la dicotomía entre instituciones
y políticas horizontales comunes, narrativas fuertes y oblicuas
micro-narrativas, macro y micro-políticas. El objetivo es hacer
frente e incluso tomar los aparatos del estado para democratizarlos
de manera radical. Numerosos ejemplos interesantes proliferan por
todas partes. Las CUP, un movimiento municipalista presente ahora en
el Parlamento Catalán, mezcla la democracia directa y políticas de
corte representativo con considerable agudeza. Otro caso es el
Guanyarem Barcelona, en el que está directamente implicada Ada
Colau, quien fuera portavoz de la PAH, que está trabajando junto a
otros muchos activistas, partidos políticos, colectivos y ciudadanos
en la construcción de una amplia iniciativa para tomar el
ayuntamiento de esta ciudad. Una iniciativa que está en marcha en
otras muchas ciudades. Podemos, una especia de partido político de
nuevo formato en construcción abierta, es otro caso interesante.
Todos estos ejemplos comparten fuertes conexiones con el sujeto
político surgido del 15M.
El régimen español, desde sus medios de propaganda a sus clases dirigentes y partidos políticos, parece aterrorizado ante la fuerza de estos movimientos, que han permeado grandes estratos de la sociedad. Es muy interesante constatar que ni siquiera dispone de las herramientas para poder entender estos nuevos sujetos políticos. Su única respuesta es represión y censura.
El régimen español, desde sus medios de propaganda a sus clases dirigentes y partidos políticos, parece aterrorizado ante la fuerza de estos movimientos, que han permeado grandes estratos de la sociedad. Es muy interesante constatar que ni siquiera dispone de las herramientas para poder entender estos nuevos sujetos políticos. Su única respuesta es represión y censura.
¿Estos escenarios de
ruptura no contradicen de manera clara tu idea de las suaves,
planeadoras, gentiles y breves concatenaciones acciones políticas
destituyentes?
Gerald: Conozco y he
experimentado algunos de los desarrollos positivos post-15M. Para mí
son ejemplos de una incipiente revolución molecular. Uno de los
aspectos más excitantes es una nueva práctica de ‘inclusión
radical’, que de ninguna manera se trata de la repetición de un
absurdo sueño hippie, ni una proyección romántica de la suspensión
de las barreras de clase y las fronteras nacionales, ni la fantasía
de una fraternización sin dolor. La inclusión radical significa la
potencialidad de la apertura del propio territorio existencial, un
territorio fundamentalmente inclusivo sin puertas ni umbrales, un
modo de reterritorialización del espacio y el tiempo.
Lo que da forma a
los modos de acción de los indignados no es sólo aplicable al
espacio, sino a la reapropiación del tiempo. Se toman su tiempo para
realizar largas y pacientes discusiones asamblearias, para permanecer
en el lugar que ocupan y desarrollar día-a-día una nueva
cotidianeidad. No es una escapada, ni un desentenderse del mundo, no
es un fuera-del-tiempo, sino una brecha en el régimen de
subordinación temporal. No es una lucha por una mera reducción de
la jornada laboral, sino un nueva concepción del tiempo.
En el capitalismo
maquínico la apuesta es la apropiación total del tiempo. En medio
de las angustias de la vida precaria, un excedente es inventado, el
deseo de no ser co-optado. Los activistas precarios, organizadores e,
incluso, los nuevos coordinadores de los partidos y movimientos
sociales que mencionas aplican, entonces, diferentes relaciones
temporales.
En vez de aceptar
las narraciones de la historia revolucionaria (y de su historiografía
estructuradora) como el único camino posible y reproducirlo hasta la
infinidad, hay una necesidad de inventar, de innovar y multiplicarlas
prácticas y narrativas revolucionarias. Entonces el ‘único gran
evento’ revolucionario se convierte en una cadena sin final de
prácticas instituyentes, la invención de una siempre renovable
institución monstruosa: la institución del común.
5. La ocupación
como invención de una nueva institución
Vuelvo al tema de la
suavidad y brevedad de las acciones revolucionarias. Cito del libro
‘Art and Revolution’, las “transiciones, superposiciones y
concatenaciones de arte y revolución llegan a ser posibles por un
espacio limitado de tiempo” (p. 18). Pienso en relatos como el
documental ‘The Spirit of 45’ de Ken Loach sobre la creación del
estado del bienestar y el papel que jugó el gobierno del Partido
Laborista, tan diferente del actual, por cierto, en el aparato del
estado.
Se me ocurren varias
cuestiones: ¿Deben las luchas por una profunda transformación de
las condiciones de vida ser por un breve periodo de tiempo y ocurrir
fuera del aparato del estado, como comentas en tu libro? ¿Por qué
este modelo de suaves operaciones no podría ser fácilmente
co-optado y comodificado por el mercado? ¿Puede un nuevo poder
constituyente durar el tiempo suficiente para desarrollar nuevas
formaciones y condiciones de vida?
Gerald: Por
supuesto, no podemos contentarnos con piezas limitadas de tiempo,
tenemos que pensar en transformaciones persistentes. Permanezcamos en
el campo del arte. En los últimos 50 años muchos movimientos de
ocupación incluyeron actores del campo artístico, desde las
ocupaciones socio-culturales de los 70 a los squats políticos de la
autonomía italiana en los 80 o las diferentes generaciones de
centros sociales que se han sucedido hasta ahora. En el año 2011,
durante las revoluciones de la Primavera Árabe y el movimiento 15M,
emergió una nueva ola de ocupaciones en Italia en el campo de las
artes escénicas, que continúa hasta hoy. Muchos teatros y espacios
culturales han sido ocupados en Italia, desde Milán a Palermo.
Todas estas
prácticas están influenciadas por la ocupación del Teatro Valle,
el teatro más antiguo de Roma, fundado en 1727 y amenazado de
privatización. Fue ocupado por actores, directores, músicos y otros
trabajadores culturales en Junio de 2011, precisamente el día que
tuvo lugar en Italia el referéndum sobre el agua, en el que se
declaró un bien común. Renombraron el espacio como Teatro Valle
Ocupato y fue declarado también un bien común. Había una conexión
directa entre ambos acontecimientos que significaban el retorno de
los dos significados del común: el primer aspecto, el material, el
componente ‘natural’, representado por el agua, fue conectado al
bien inmaterial de la producción cultural.
Las máquinas sociales y las máquinas-corporales de los actores, músicos, directores, técnicos y otros trabajadores culturales han reterritorializado la vida cotidiana tradicional de un teatro y han fabricado un nuevo territorio. Por supuesto que esta ocupación está basada en la profunda crisis laboral y en la precarización de la cultura, así como en la corrupción de las producciones teatrales clásicas y de sus formas de consumo. Pero sería demasiado limitado conceptualizar al Teatro Valle Occupato como sólo otro signo de protesta del mundo teatral.
Las máquinas sociales y las máquinas-corporales de los actores, músicos, directores, técnicos y otros trabajadores culturales han reterritorializado la vida cotidiana tradicional de un teatro y han fabricado un nuevo territorio. Por supuesto que esta ocupación está basada en la profunda crisis laboral y en la precarización de la cultura, así como en la corrupción de las producciones teatrales clásicas y de sus formas de consumo. Pero sería demasiado limitado conceptualizar al Teatro Valle Occupato como sólo otro signo de protesta del mundo teatral.
Sin duda, es una
experiencia fascinante que merece la pena analizar en detalle. Ese
mismo año, unos meses después del desalojo de la acampada del 15M
en Madrid, tras la gigantesca manifestación del 15O, se ocupó el
Hotel Madrid muy cerca de la propia puerta del Sol. Tras descubrir
que existía en su interior una puerta que conectaba directamente con
el Teatro Albeniz, un teatro histórico cerrado desde hacía años
que estaba amenazado con convertirlo en el enésimo centro comercial
de la ciudad, se planteó durante unas semanas su ocupación. Se
organizaron numerosas asambleas de enorme intensidad en las que
participaron activistas del 15M y un amplio espectro de trabajadores
del mundo de la cultura. El objetivo era liberarlo para que se
convirtiera en el primer teatro de la ciudad en manos del común con
modos de producción cultural acorde a ello. Apareció, entonces, una
Fundación dedicada a la supuesta defensa del edifico, que boicoteó
de manera drástica su liberación. Frente a la idea de convertirlo
en un espacio del común que era el eje del trabajo de la asamblea,
ésta pretendía seguir un proceso judicial, que todavía continúa,
con el propósito de convertirlo en un teatro público al uso,
dirigido por los estamentos políticos representativos del régimen.
Comenzó un interesante debate, sobre qué tipo de teatro debía ser
y qué clase de producción escénica podría realizar, que se acabó
perdiendo. Al final el teatro ha terminado en manos de la entidad
bancaria Kutxabank, notoria por su voracidad especuladora, y continúa
todavía cerrado. Fue una experiencia al tiempo frustrante, intensa
y, como decía, sintomática. Una conclusión que se pudo extraer es
que la brecha entre el mundo de la producción cultural y el del
activismo político era, y en gran medida sigue siendo, demasiado
grande y no se disponían ni de herramientas ni de experiencias
comunes para un desafío de ese tipo. En buena medida, ahí nace el
proyecto escénico ‘El Teatro de Acción Violenta presenta El Ruído
y la Furia’, que presentamos unos meses más tarde.
¿Puedes ampliar la
reflexión sobre la experiencia del Teatro Valle Occupato?
Gerald: Como en
todos los casos del movimiento de ocupación italiano en 2011 y en el
que comentas en Madrid, la toma del espacio está conectada con
cuestiones de asamblearismo, así como del lugar y el tiempo de
reterritorialización. Como decíamos en el caso de los indignados,
los ocupantes se tomaron muy en serio tanto el espacio como el tiempo
que establecen, tomándose su tiempo para largas y pacientes
discusiones y, también, para estar en el lugar, desarrollando cada
día nuevas formas de organización y producción. En este sentido,
la ocupación es una huelga. El teatro no es sólo un símbolo, un
espacio privilegiado de representación, sino un lugar de
organización no-representativa, de inclusión radical, molecular.
La idea del teatro
como un bien común no es la expresión colorista de un grupo de
nuevos hippies dentro del marco de las industrias creativas. Está
estrechamente conectada con la invención social y jurídica de una
institución del común. En este sentido, se trabajó en conciencia
para establecer una nueva estructura legal como ‘Fondaziones Teatro
Valle bene comune’. En su ‘codex’ político lo declararon como
una institución basada en la auto-organización y el consenso, en
nuevas formas de seguridad social acordes a la discontinuidad del
trabajo creativo, en un modelo económico anti-privatización y,
finalmente, en el entendimiento de la propiedad intelectual como
riqueza social. De este modo, los protagonistas transcendieron la
lógica meramente legal. El objetivo no era completar una
constitución acabada y estable, sino lanzar un proceso
constituyente, una huelga molecular en busca del común-ismo
[commonism]. Las incontables asambleas, proyectos transversales y
experimentos ético-estéticos no buscaban ser estandizados y
troceados por la estructura legal de una nueva fundación, sino que
los procedimientos del proceso constituyente fueron produciendo el
común como auto-organización y aprendizaje.
En este sentido los
estatutos de fundación pueden sólo servir como componentes de un
‘llegar a ser’ común. Ocupar una institución no significa tomar
las viejas instituciones y darles nuevas reglas, sino transformar y
re-inventar sus propia naturaleza.
La experiencia del
Teatro Valle Occupato terminó, por el momento, el 11 de Agosto
pasado, tras la amenaza de desalojo del ayuntamiento romano,
gobernado por el socialdemócrata Partito Democratico. Se decidió,
entonces, no resistir, sino esperar a negociar una futura gestión
del espacio. David Harvey, Slavoj Zizek o el jurista italiano Stefano
Rodotà estaban entre los firmantes del manifiesto de apoyo: ‘La
experiencia italiana, nacida en el 2011, es el ejemplo de cómo se
transforma un prestigioso teatro en un bien común’.
Aquí termina por el
momento la conversación con Gerald Raunig, mientras algunas de las
ideas toman cuerpo propio…
Hay en ‘Factories of
Knowledge’ una defensa de la brevedad temporal de las acciones
políticas destituyentes, una poética de la transformación suave,
gentil, débil, micro, inconcreta, “que no demanda nada”…
Frente a esta postura, es interesante traer a colación ejemplos de
activismo y lucha tan interesantes como el de la PAH, con demandas
muy concretas, o el desarrollo su Obra Social, que libera edificios
de viviendas vacías en manos de los bancos, para alojar personas
desahuciadas o sencillamente sin casa. Así como la evolución del
activismo en los últimos años, capaz de apoderarse y desbordar
identidades fuertes, sin caer en viejos modelos representativos.
Estos años de
radicalización de las estrategias neoliberales, violencia
sistemática generalizada, control mediático y robo de los bienes
públicos y comunes, lo que se ha llamado la ‘crisis’, parece que
han mostrado que el modelo de transformaciones micro-políticas,
desarrollado con el 15M, no era suficiente. Y se ha visto empujado
hacia un enfrentamiento general por la supervivencia de las
formas-de-vida, al tiempo que, el régimen español, nacido después
de la muerte de Franco, se encuentra en un estado de crisis terminal.
Hay un cambio de
paradigma en el intento de combinar prácticas no- representativas y
representativas, formas renovadas de deterritorialización y
reterritorialización. Se están produciendo iniciativas
sorprendentes que buscan desbordar la dicotomía entre instituciones
y políticas horizontales comunes, narrativas fuertes y oblicuas
micro-narrativas, macro y micro-políticas. El objetivo es hacer
frente e incluso tomar los aparatos del estado para democratizarlos
de manera radical. Numerosos ejemplos interesantes proliferan por
todas partes. Las CUP, un movimiento municipalista presente ahora en
el Parlamento Catalán, mezcla la democracia directa y políticas de
corte representativo con considerable agudeza. Otro caso es el
Guanyarem Barcelona, en el que está directamente implicada Ada
Colau, quien fuera portavoz de la PAH, que está trabajando junto a
otros muchos activistas, partidos políticos, colectivos y ciudadanos
en la construcción de una amplia iniciativa para tomar el
ayuntamiento de esta ciudad. Una iniciativa que está en marcha en
otras muchas ciudades. Podemos, una especia de partido político de
nuevo formato en construcción abierta, es otro caso interesante.
Todos estos ejemplos comparten fuertes conexiones con el sujeto
político surgido del 15M.
El régimen español, desde sus medios de propaganda a sus clases dirigentes y partidos políticos, parece aterrorizado ante la fuerza de estos movimientos, que han permeado grandes estratos de la sociedad. Es muy interesante constatar que ni siquiera dispone de las herramientas para poder entender estos nuevos sujetos políticos. Su única respuesta es represión y censura.
El régimen español, desde sus medios de propaganda a sus clases dirigentes y partidos políticos, parece aterrorizado ante la fuerza de estos movimientos, que han permeado grandes estratos de la sociedad. Es muy interesante constatar que ni siquiera dispone de las herramientas para poder entender estos nuevos sujetos políticos. Su única respuesta es represión y censura.
¿Estos escenarios de
ruptura no contradicen de manera clara tu idea de las suaves,
planeadoras, gentiles y breves concatenaciones acciones políticas
destituyentes?
Gerald: Conozco y he
experimentado algunos de los desarrollos positivos post-15M. Para mí
son ejemplos de una incipiente revolución molecular. Uno de los
aspectos más excitantes es una nueva práctica de ‘inclusión
radical’, que de ninguna manera se trata de la repetición de un
absurdo sueño hippie, ni una proyección romántica de la suspensión
de las barreras de clase y las fronteras nacionales, ni la fantasía
de una fraternización sin dolor. La inclusión radical significa la
potencialidad de la apertura del propio territorio existencial, un
territorio fundamentalmente inclusivo sin puertas ni umbrales, un
modo de reterritorialización del espacio y el tiempo.
Lo que da forma a
los modos de acción de los indignados no es sólo aplicable al
espacio, sino a la reapropiación del tiempo. Se toman su tiempo para
realizar largas y pacientes discusiones asamblearias, para permanecer
en el lugar que ocupan y desarrollar día-a-día una nueva
cotidianeidad. No es una escapada, ni un desentenderse del mundo, no
es un fuera-del-tiempo, sino una brecha en el régimen de
subordinación temporal. No es una lucha por una mera reducción de
la jornada laboral, sino un nueva concepción del tiempo.
En el capitalismo
maquínico la apuesta es la apropiación total del tiempo. En medio
de las angustias de la vida precaria, un excedente es inventado, el
deseo de no ser co-optado. Los activistas precarios, organizadores e,
incluso, los nuevos coordinadores de los partidos y movimientos
sociales que mencionas aplican, entonces, diferentes relaciones
temporales.
En vez de aceptar
las narraciones de la historia revolucionaria (y de su historiografía
estructuradora) como el único camino posible y reproducirlo hasta la
infinidad, hay una necesidad de inventar, de innovar y multiplicarlas
prácticas y narrativas revolucionarias. Entonces el ‘único gran
evento’ revolucionario se convierte en una cadena sin final de
prácticas instituyentes, la invención de una siempre renovable
institución monstruosa: la institución del común.
5. La ocupación
como invención de una nueva institución
Vuelvo al tema de la
suavidad y brevedad de las acciones revolucionarias. Cito del libro
‘Art and Revolution’, las “transiciones, superposiciones y
concatenaciones de arte y revolución llegan a ser posibles por un
espacio limitado de tiempo” (p. 18). Pienso en relatos como el
documental ‘The Spirit of 45’ de Ken Loach sobre la creación del
estado del bienestar y el papel que jugó el gobierno del Partido
Laborista, tan diferente del actual, por cierto, en el aparato del
estado.
Se me ocurren varias
cuestiones: ¿Deben las luchas por una profunda transformación de
las condiciones de vida ser por un breve periodo de tiempo y ocurrir
fuera del aparato del estado, como comentas en tu libro? ¿Por qué
este modelo de suaves operaciones no podría ser fácilmente
co-optado y comodificado por el mercado? ¿Puede un nuevo poder
constituyente durar el tiempo suficiente para desarrollar nuevas
formaciones y condiciones de vida?
Gerald: Por
supuesto, no podemos contentarnos con piezas limitadas de tiempo,
tenemos que pensar en transformaciones persistentes. Permanezcamos en
el campo del arte. En los últimos 50 años muchos movimientos de
ocupación incluyeron actores del campo artístico, desde las
ocupaciones socio-culturales de los 70 a los squats políticos de la
autonomía italiana en los 80 o las diferentes generaciones de
centros sociales que se han sucedido hasta ahora. En el año 2011,
durante las revoluciones de la Primavera Árabe y el movimiento 15M,
emergió una nueva ola de ocupaciones en Italia en el campo de las
artes escénicas, que continúa hasta hoy. Muchos teatros y espacios
culturales han sido ocupados en Italia, desde Milán a Palermo.
Todas estas
prácticas están influenciadas por la ocupación del Teatro Valle,
el teatro más antiguo de Roma, fundado en 1727 y amenazado de
privatización. Fue ocupado por actores, directores, músicos y otros
trabajadores culturales en Junio de 2011, precisamente el día que
tuvo lugar en Italia el referéndum sobre el agua, en el que se
declaró un bien común. Renombraron el espacio como Teatro Valle
Ocupato y fue declarado también un bien común. Había una conexión
directa entre ambos acontecimientos que significaban el retorno de
los dos significados del común: el primer aspecto, el material, el
componente ‘natural’, representado por el agua, fue conectado al
bien inmaterial de la producción cultural.
Las máquinas sociales y las máquinas-corporales de los actores, músicos, directores, técnicos y otros trabajadores culturales han reterritorializado la vida cotidiana tradicional de un teatro y han fabricado un nuevo territorio. Por supuesto que esta ocupación está basada en la profunda crisis laboral y en la precarización de la cultura, así como en la corrupción de las producciones teatrales clásicas y de sus formas de consumo. Pero sería demasiado limitado conceptualizar al Teatro Valle Occupato como sólo otro signo de protesta del mundo teatral.
Las máquinas sociales y las máquinas-corporales de los actores, músicos, directores, técnicos y otros trabajadores culturales han reterritorializado la vida cotidiana tradicional de un teatro y han fabricado un nuevo territorio. Por supuesto que esta ocupación está basada en la profunda crisis laboral y en la precarización de la cultura, así como en la corrupción de las producciones teatrales clásicas y de sus formas de consumo. Pero sería demasiado limitado conceptualizar al Teatro Valle Occupato como sólo otro signo de protesta del mundo teatral.
Sin duda, es una
experiencia fascinante que merece la pena analizar en detalle. Ese
mismo año, unos meses después del desalojo de la acampada del 15M
en Madrid, tras la gigantesca manifestación del 15O, se ocupó el
Hotel Madrid muy cerca de la propia puerta del Sol. Tras descubrir
que existía en su interior una puerta que conectaba directamente con
el Teatro Albeniz, un teatro histórico cerrado desde hacía años
que estaba amenazado con convertirlo en el enésimo centro comercial
de la ciudad, se planteó durante unas semanas su ocupación. Se
organizaron numerosas asambleas de enorme intensidad en las que
participaron activistas del 15M y un amplio espectro de trabajadores
del mundo de la cultura. El objetivo era liberarlo para que se
convirtiera en el primer teatro de la ciudad en manos del común con
modos de producción cultural acorde a ello. Apareció, entonces, una
Fundación dedicada a la supuesta defensa del edifico, que boicoteó
de manera drástica su liberación. Frente a la idea de convertirlo
en un espacio del común que era el eje del trabajo de la asamblea,
ésta pretendía seguir un proceso judicial, que todavía continúa,
con el propósito de convertirlo en un teatro público al uso,
dirigido por los estamentos políticos representativos del régimen.
Comenzó un interesante debate, sobre qué tipo de teatro debía ser
y qué clase de producción escénica podría realizar, que se acabó
perdiendo. Al final el teatro ha terminado en manos de la entidad
bancaria Kutxabank, notoria por su voracidad especuladora, y continúa
todavía cerrado. Fue una experiencia al tiempo frustrante, intensa
y, como decía, sintomática. Una conclusión que se pudo extraer es
que la brecha entre el mundo de la producción cultural y el del
activismo político era, y en gran medida sigue siendo, demasiado
grande y no se disponían ni de herramientas ni de experiencias
comunes para un desafío de ese tipo. En buena medida, ahí nace el
proyecto escénico ‘El Teatro de Acción Violenta presenta El Ruído
y la Furia’, que presentamos unos meses más tarde.
¿Puedes ampliar la
reflexión sobre la experiencia del Teatro Valle Occupato?
Gerald: Como en
todos los casos del movimiento de ocupación italiano en 2011 y en el
que comentas en Madrid, la toma del espacio está conectada con
cuestiones de asamblearismo, así como del lugar y el tiempo de
reterritorialización. Como decíamos en el caso de los indignados,
los ocupantes se tomaron muy en serio tanto el espacio como el tiempo
que establecen, tomándose su tiempo para largas y pacientes
discusiones y, también, para estar en el lugar, desarrollando cada
día nuevas formas de organización y producción. En este sentido,
la ocupación es una huelga. El teatro no es sólo un símbolo, un
espacio privilegiado de representación, sino un lugar de
organización no-representativa, de inclusión radical, molecular.
La idea del teatro
como un bien común no es la expresión colorista de un grupo de
nuevos hippies dentro del marco de las industrias creativas. Está
estrechamente conectada con la invención social y jurídica de una
institución del común. En este sentido, se trabajó en conciencia
para establecer una nueva estructura legal como ‘Fondaziones Teatro
Valle bene comune’. En su ‘codex’ político lo declararon como
una institución basada en la auto-organización y el consenso, en
nuevas formas de seguridad social acordes a la discontinuidad del
trabajo creativo, en un modelo económico anti-privatización y,
finalmente, en el entendimiento de la propiedad intelectual como
riqueza social. De este modo, los protagonistas transcendieron la
lógica meramente legal. El objetivo no era completar una
constitución acabada y estable, sino lanzar un proceso
constituyente, una huelga molecular en busca del común-ismo
[commonism]. Las incontables asambleas, proyectos transversales y
experimentos ético-estéticos no buscaban ser estandizados y
troceados por la estructura legal de una nueva fundación, sino que
los procedimientos del proceso constituyente fueron produciendo el
común como auto-organización y aprendizaje.
En este sentido los
estatutos de fundación pueden sólo servir como componentes de un
‘llegar a ser’ común. Ocupar una institución no significa tomar
las viejas instituciones y darles nuevas reglas, sino transformar y
re-inventar sus propia naturaleza.
La experiencia del
Teatro Valle Occupato terminó, por el momento, el 11 de Agosto
pasado, tras la amenaza de desalojo del ayuntamiento romano,
gobernado por el socialdemócrata Partito Democratico. Se decidió,
entonces, no resistir, sino esperar a negociar una futura gestión
del espacio. David Harvey, Slavoj Zizek o el jurista italiano Stefano
Rodotà estaban entre los firmantes del manifiesto de apoyo: ‘La
experiencia italiana, nacida en el 2011, es el ejemplo de cómo se
transforma un prestigioso teatro en un bien común’.
Aquí termina por el
momento la conversación con Gerald Raunig, mientras algunas de las
ideas toman cuerpo propio…
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