miércoles, 17 de junio de 2015

FLORENTINO EN EL MATADERO.

 

En esta bitácora ya he dicho varias veces que me parece horrible el nombre que "alguien" del ayuntamiento de Madrid se empeñó en darle a este espacio dedicado, en principio, a las artes: Matadero.
No puedo evitarlo, pero siempre resuena  algo así como el "Viva la muerte" del funesto general tuerto Millán Astray, al que Unamuno contestó con un "Venceréis, pero no convenceréis". Casi cien años después, la muerte sigue siendo política cultural del ayuntamiento.

    Que la obra de Florentino Díaz tiene un hálito poético insoslayable, queda patente cuando uno intenta una definición de la instalación que presenta en el espacio Abierto por Obras: es una casa hecha de puertas. La iluminación, el agua que cae constantemente con un sonido también incesante, agua que, a veces, rebosa de los contenedores dispuestos para recogerla y se esparce por el suelo, todo contribuye a dar al espacio un aire de "melancólica tristeza".

 Pero hasta ahí llega la poesía. Luego viene la constatación de que Florentino Díaz se ha equivocado.  Doblemente equivocado. Primero al aceptar ese espacio para su instalación, porque queda muy claro al visitante que entra al recinto, que el espacio "le queda grande" a la instalación. Y luego porque la instalación es un refrito de su pieza anterior "El estanque de las tormentas" más unos vídeos editados con imágenes recogidas en mercadillos de viejo y que, por mucha memoria que encierren, no tienen nada que ver con "la casa de puertas". Son un añadido innecesario e incómodo, porque nadie se para a ver todo de todos los vídeos, con lo que su contenido queda rebajado al nivel de anécdota vacía de todo encanto poético.

  El espacio Abierto por Obras y el Matadero en su conjunto, están concebidos para el arte-espectáculo. Y burro grande, ande o no ande. Por eso pasa lo que pasa, que las propuestas que no entran por ese aro son "matadas" y engullidas por las fauces abiertas del matadero.
    




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