Ayer, 28 de junio de 2015, seis miembros del grupo CaminArt, se citaron en la glorieta del Conde de Casal a las ocho y media de la mañana. El objetivo del encuentro era la realización de un recorrido a pie por la zona del Parque Natural del Sureste que Carma Casulá, miembro del grupo y participante en el recorrido, había propuesto como conocedora del territorio que ella misma ha definido como "zona ácida"; por lo degradado y superexplotado del entorno. En la imágen una zona donde se puede ver la aglomeración de lagunas-graveras y donde los diferentes colores del agua muestran los distintos grados de contaminación.
El recorrido comenzó con una visita a la "catedral" que en Mejorada del Campo está construyendo Justo Gallego. Una aberración que muchos consideran artística tanto por la locura que supone que un hombre sólo construya un edificio de esas proporciones, sin tener ninguna idea previa de arquitectura, como por el grado de sufrimiento que implica dedicarle una vida a la tarea. De ahí surgió un tema que, a lo largo del recorrido, fue apareciendo varias veces: cuánto de masoquismo hay en el arte contemporáneo y su "valoración" en términos de ética y de estética.
Poco después, en el extremo Sureste de Velilla de San Antonio, comenzó la visita a las "lagunas ácidas": enormes excavaciones realizadas, a lo largo de muchos años, por las empresas extractoras de áridos para la construcción y que, posteriormente, se han llenado con agua procedente de filtraciones del nivel freático y de aguas residuales y vertidos contaminantes. Carma Casulá, en su profundo estudio del terreno ha recorrido y documentado muchas de las 210 de estas graveras, situadas todas dentro de los límites del Parque Natural del Sureste.
A partir de ahí comenzamos un recorrido de unos diez kilómetros, siguiendo la margen izquierda del río Jarama, reconociendo los paisajes característicos que han creado en la zona los vertidos de miles y miles de camiones cargados de escombros de obras y desmontes de tierra, realizados para la construcción de polígonos industriales. Paisajes muy identificables por las continuas cadenas de pequeños montículos, uno junto a otro, que los vertidos de los camiones han creado. Realmente paisajes ácidos. Muy ácidos.
Todo este trayecto se entreveró de conversaciones y pulverizaciones de agua con las que Manolo Rufo nos refrescaba periódicamente. También, vuelta al masoquismo y a la inutilidad del arte, con la notable falta de previsión que nos hizo llevar menos agua de la necesaria en las mochilas. Y la temperatura subiendo sin parar hasta los cuarenta grados. Flavia Bernar hizo patente su pasión fotográfica, Miguel Cereceda, además de su sabia conversación, me salvó un par de veces de aparatosas caídas y tropiezos, por suerte sin consecuencias, Ana Pérez Pereda nos contagió su espíritu positivo y su permanente sonrisa; y Carma Casulá hizo su trabajo de guía haciéndonos ver lo que, siendo evidente, las más de las veces nos negamos a ver: lo ácido del entorno de este parque natural. Entorno a la vez protegido y degradado al máximo.
Con estas y la visión fugaz de algunos animalillos (lagarto, conejos, galápago, ratas, pájaros y aves rapaces), en plena canícula, llegamos a la joya del rosario de falsas lagunas: la "Laguna del Campillo", ya en territorio municipal de Rivas Vacia-Madrid. Allí, la Comunidad de Madrid ha levantado, en un par de niveles de hormigón, un recinto de "interpretación y lectura" del entorno. Unos cuantos paneles, un mirador acristalado y zonas de suelo también trasparentes, señalan el enclave donde en su día fue hallado el esqueleto de un mamut que hoy reside en el Museo de Ciencias Naturales. En el exterior, además de un inverosímil pasadizo emparedado y solado de hormigón, hay una reproducción en plástico, a tamaño natural, de un mamut con su cría y la recreación de una vivienda humana de la época, hecha de barro y cañizo.
Pero, sin duda, lo mejor del Centro de Información e Interpretación fue lo menos ecológico: el aire acondicionado. Y el agua de los lavabos que nos permitió refrescarnos para poder sobrellevar el enorme calor y cansancio que traíamos. Luego, increíblemente, en el exterior del centro, junto a la entrada, descubrimos una fuente de agua potable, de las que anteriormente existían en los pueblos y ciudades. Allí nos volvimos a refrescar y rellenamos nuestras botellas con un agua de la que cabe destacar su fuerte sabor a cloro. Nos dimos cuenta de que estábamos al Sur de la Comunidad y tras varias depuradoras situadas a la salida de los núcleos urbanos rivereños del Jarama. Aquí hay que ponerle mucha química al gua para hacerla potable.
Dejamos atrás la Laguna del Campillo, atravesamos el río por un puente de hierro del tren de Arganda, que sigue pitando y andando, y nos acercamos a Rivas Vacia-Madrid buscando alguna bebida fresca. Tras varios intentos en bares cerrados, encontramos un bar con estética y ambiente de pub inglés y tras un par de jarras de litro y medio de cerveza, con sus correspondientes y abundantes tapas de chistorra y sepia, salimos en dirección al lugar que las guías del parque señalan como merendero habilitado con mesas y bancos. Nueva sorpresa ácida: en el lugar hay, efectivamente, mesas y sombras, pero situadas lejos de cualquier elemento que produzca sombra.
(Foto Carma Casulá)
(Paisaje, esta vez natural, "Madre Tierra" Foto Carma Casulá)
Por no alargar más el relato: encontramos, no sin dificultades y no sin antes pagar un euro por cabeza como derecho de paso, un lugar privado, junto a un puticlub, un restaurante para bodas y banquetes y una nueva laguna-gravera, una mesa con bancos y poca pero suficiente sombra, que nos permitió descansar y disfrutar de: chorizo, jamón, queso, cecina, revuelto de trigueros, pollo escabechado, zanahorias aliñadas frías, ensalada de pasta, humus, pan, picotas, un clarete fresco de Rioja que fue visto y no visto, un tinto de Rivera del Duero y una botella de cava no frío pero si fresco que tampoco resistieron mucho. Y risas y fotos para celebrar que estábamos cansados pero contentos, como dice la copla, de haber realizado este recorrido por una de las zonas mas sorprendentes de la Comunidad de Madrid.
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