06.10.15
Martes / 10:30h.
Es
curioso, muy curioso. Funciona mejor la telepatía que el teléfono
móvil. Ayer, mas o menos a esta hora, escribí que quería llamar a
Queca y que esperaría hasta que fuese una hora conveniente. Sobre
las cinco de la tarde local, es decir las once hora de Ferrol, mas o
menos, lo intenté hasta cuatro veces y no conseguí conectar con su
móvil. A las 20 hs., local, las 14 en Ferrol, mas o menos, me llamó
Queca desde su teléfono fijo. Ambos sabíamos que teníamos que
llamar. Por si fuera poco era [(estoy
viendo una enorme hormiga reina)]
el cumpleaños de Queca que yo, con mi poco aprecio por los
cumpleaños, ignoraba por completo. A las nueve de la noche local,
tres
de la tarde en Ferrol, volví a intentarlo un par de veces, al fijo,
también sin resultado. Poco antes de dormir, en el duermevela, pensé
que tal vez era cuestión de la maldita almohadilla (#) que yo no
había puesto. Esta tarde volveré a intentarlo de nuevo. Escribo
ahora en el patio de un templo con mirador, en el que ya había
estado. He venido a hacer unas panorámicas
desde este lado de la ciudad para tener una perspectiva mas completa.
Además hoy hay esa calima tan característica de la paisajística
china y quería que se viese. Para subir hasta aquí hay un atajo de
escaleras empinadas en medio de la maleza. Al comienzo del atajo he
tenido un encuentro extraño: una mujer de alrededor de los treinta
años, me ha preguntado si el camino llevaba hasta arriba. Le he
dicho que no entendía y entonces ella, chapurreando inglés, me ha
dicho que era la primera vez que venía. Le he contestado que si, que
el camino llegaba hasta arriba. En chino me ha dicho que si iba a
“escalar” (ascender) y le he dicho que iba a descansar un poco
antes de subir. Ella ha comenzado a subir muy despacio y mirando
hacia atrás. Yo me he quitado la camisa que uso como chaqueta y la
he guardado en la mochila, he esperado un par de minutos y he
comenzado a subir. No había subido ni un par de tramos de escalera
cuando nos hemos cruzado porque ella bajaba. No ha dicho nada. Yo
tampoco. Al llegar arriba, en el pretil que bordea la carretera,
estaba sentado un hombre, también sobre los treintayalgo que se me
ha quedado mirando. Yo he pensado, quizás mal pensado, que me he
librado de una mala experiencia. Los “canguingos”. La señora
Sebastiana tenía una tahona donde hacía pan y una caballería con
banastas cargadas de pan con la que recorría el pueblo vendiendo el
pan. Los domingos por la mañana, la señora Sebastiana añadía
artículos de lujo y los pregonaba a los cuatro vientos por las
calles del pueblo. Mi madre, sabedora de sobras que nosotros no
podíamos permitirnos aquellos lujos, se inventó los “canguingos”.
Así, cuando le preguntábamos qué pregonaba la Sebastiana los
domingos, ella contestaba que “canguingos y patas de peces”.
Nosotros oíamos el pregón y, efectivamente, la Sebastiana gritaba:
“Hay canguingos y patas de peces”. Nadie sabía qué eran los
canguingos, pero lo de las patas de peces nos daba alguna pista y
nunca bajamos a comprobar la mercancía de la Sebastiana. Con el
tiempo comprobamos que la Sebastiana decía: “Hay tortitas y bollos
de leche”, pero para nosotros siguen siendo canguingos y patas de
peces. Mi madre, pienso ahora, era una mujer muy creativa. Todo esto
viene a cuento de un pregón matinal en las calles de Chengde. Sobre
las siete de la mañana, recién amaneciendo, se oye una voz de
hombre pregonar su mercancía. Primero es un eco lejano que poco a
poco va acercándose y haciéndose cada vez mas audible, para
desaparecer paulatinamente. Después de varios días de oírlo, uno
de ellos presté atención tratando de entender el pregón. Después
de varias escuchas llegué a la conclusión de que el hombre decía:
“Wo you jinjos”, es decir: “Tengo jinjos”. Los jinjos son ese
fruto pequeño y redondeado, tan popular en China, que se vende por
todas partes y también en carros de mano que van circulando. Cuando
después de varias explicaciones sobre lo que yo creía que pregonaba
el madrugador, el gerente del hostel me aclaró que no, que era el
butanero -“the gas man”- y que el mensaje era difícil de
traducir. Me acordé de los canguingos. Como la biblioteca no abre
los lunes, hoy es el primer día de biblioteca de esta semana. A las
tres de la tarde la biblioteca está bastante concurrida.
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Los
“dazibaos” y la agenda. Uso horario y teléfono. Arte chino
actual. Hay en bastantes puntos de la ciudad unos soportes
publicitarios que en la parte de abajo, a la altura de los ojos,
tienen, protegidos por cristal, el periódico del día desplegado
para su lectura. Supongo que será el periódico oficial de la ciudad
o el gobierno, aunque también pueden ser privados, si es que los hay
-tengo que preguntarlo- por aquello de la publicidad y el soporte.
Cuando los vi por primera vez me dio por pensar en los “dazibaos”
que eran periódicos murales hechos por la gente en el periodo
revolucionario. Tal vez estos diarios son una continuación de
aquella costumbre. A veces la intuición funciona mejor que la
información. Y si se complementan es cuando las cosas funcionan
mejor. En los primeros días de mis vagabundeos por la ciudad recorrí
una calle en la que vi un par de colegios, uno de ellos enorme, con
mas de mil alumnos, porque los vi desfilar, ellos sabrán el motivo,
en el patio del colegio. Formados en batallones mixtos (¿aulas?,
¿grados?, ¿cursos?) todos uniformados con el chandal, con música
marcial de fondo, con una bandera nacional desplegada por cuatro
alumnos y a la voz de mando de un hombre (¿profesor?, ¿director?,
¿jefe de algo?) los alumnos desfilaban con toda normalidad. Parecía
que eso fuese parte de su rutina habitual. En esa misma calle había
varias tiendas de libros y material escolar. Muy lógico. Pensé
entonces que allí podría encontrar algo que en Madrid ya me era
imposible encontrar: una agenda/dietario de 2015 a buen precio, dadas
las fechas a las que estamos. Fue una intuición a la que aquel día
no le di mas importancia. Esta mañana, por un error al coger la
línea de autobús, he vuelto a recorrer esa calle. Y decidí probar
suerte con la agenda. Entré en una librería y conseguí que
entendieran lo que quería. Luego yo entendí que allí no tenían,
pero que fuese a la tienda de enfrente. Crucé la calle y “voie
la”: tenían agendas. Primero me ofrecieron una de 2014, pero
insistí, buscaron mas y ahora tengo, por cinco euros, una gran
agenda
china, encuadernada en símil piel, del año 2015. Me viene muy
bien para mi colección de agendas/documentales. El crecimiento
vertical de las ciudades chinas. 441,8 metros. Y otra torre, que se
acabará de construir este año, de 681 metros. ¿Es este su modelo
de crecimiento? De
vértigo.
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