Los
autores, como la mayoría de las personas, tienen hermanos. Y los
hermanos de los autores, a veces, y este es el caso, son gentiles,
amables, colaboradores y optimistas.
Cuando
los autores les cuentan sus cuitas a los hermanos gentiles, amables,
colaboradores y optimistas, éstos suelen tener palabras de apoyo y
consuelo. A veces, y este es el caso, dan con una idea, una frase,
que para ellos es normal, pero que para los autores es toda una
luminaria. Es el golpe de linterna, el soplo de aire, que, en el
fondo del pozo, le dice al minero atrapado por el derrumbe, que sus
zozobras han terminado.
Ahora
tienes la posibilidad de escribir esas veinte páginas mejor que
antes, ha dicho Pedro. Y lo ha dicho con la sencillez de quien cree
en lo que dice. Por eso estamos aquí de nuevo. Por eso vamos a
seguir adelante. Agradéceselo lector. Agradecele a Pedro la novela
que tienes entre las manos, porque sin él no se hubiera acabado
nunca. Que conste.
Esas
veinte páginas, contaban, entre otras cosas, que C., y M.L., han
dado la callada por respuesta. Tampoco esperábamos mucho más. Es
difícil ser objetivo cuando ves que algo te está tocando de cerca.
Qué sea ese algo, no se sabe muy bien, pero se siente en las propias
carnes y es imposible sacárselo de encima. C., y M.L., son parte
integrante de Operación Vídeo. En la mayoría de los casos por
omisión pura y simple, y en otros, como éste, porque son ellos
quienes eluden el compromiso.
Deberíamos
aclarar esta secuencia. No se sabe muy bien a cuento de que viene y
tampoco hay un punto de conexión para darle continuidad.
Claro
que lo hay, pero me parece que estás todavía bajo el síndrome de
la amputación y no lo ves.
Pues
debemos estar todos bajo ese famoso síndrome, porque yo tampoco
consigo encontrarle pies
ni cabeza.
¿Recordáis
a don Pascual, el del jardín de Villaba?
¿Cómo
el del jardín de Villaba? Recuerdo perfectamente un tipo
estrafalario que se coló de rondón en la preproducción, pero no
recuerdo para nada una localización en Villaba. Es más, ese tal don
Pascual salía sobre un sin-fin gris azulado. No pretenderás que a
estas alturas volvamos a rodar la escena.
Mira,
guapo, lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. Con
estos bueyes hay que arar y ese don Pascual se va a quedar donde está
y como está. Por cierto, ¿quieres explicar de una puñetera vez que
tienen que ver en este asunto el famoso don Pascual, el jardín de
Villaba, C., y M.L.?
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