Alétheia.
Paloma Marggi
Espacio BOP. C/Juan de la Hoz, 22 Madrid
02 03 2012
Alétheia (en griego ἀλήθεια, "Verdad"), es el concepto filosófico que se refiere a la sinceridad de los hechos y la realidad. Literalmente la palabra significa "aquello que no está oculto", "aquello que es evidente", lo que es verdadero. También hace referencia al "desocultamiento del ser".
“La obra de Marggi parte de esa idea tan sugerente como vanguardista (en su sentido más revolucionario) como es el cuestionamiento constante de todo su universo creativo. La dialéctica de las cosas más simples y cotidianas, ese juego de contrarias, de mezclas, de contraposiciones, encuentra su verdadera dimensión en la capacidad del artista para moldear los sentimientos del observador”
Antonio Merino en la tarjeta de invitación a la exposición.
Viendo las obras de Paloma Marggi no puedo por menos que pensar qué raquítico y ramplón es el mercado del arte en España. Si, por el contrario, fuera un mercado dinámico y abierto donde la clase media, las gentes acomodadas, asistieran con frecuencia a los espacios comerciales donde se exponen objetos de arte y los compraran, Paloma Marggi conseguiría un buen número de ventas. Porque sus obras lo tienen todo para gustar. Desde el tamaño, muy adecuado para los espacios privados, a la realización, donde el “arti-ficio”, el buen hacer y el manejo de las técnicas y las tecnologías son muy notables.
Delante de una de sus obras, en las que un grupo numeroso de personas cruza ante la entrada de un edificio del centro de la ciudad -tal vez el Casino de Madrid en la calle Alcalá-, dos jóvenes cuentan y recuentan las personas, y sus trayectorias, tratando de averiguar cuántas superposiciones ha realizado la artista para conseguir ese efecto de masa que fluye. El espectador sabe que lo que está viendo es el producto de una técnica y una tecnología muy actuales. Y no puede por menos que admirar esa técnica que consigue engañar a sus ojos. Y como ante el prestidigitador, todos quieren saber cual es el truco.
Y es que en las fotografías “tratadas” de Paloma Marggi, todo está a la vista. Aquí no hay dudas ni planteamientos ácidos u obscuros. Todas las piezas son imágenes diáfanas a las que el tratamiento digital ha convertido en imágenes imposibles. Con rotunda nitidez las fotografías, muy lejos ya de ser un trasunto de la realidad, son el campo de juego que la artista utiliza para hacernos llegar claros mensajes.
También el espacio expositivo, un estudio de arquitectura, entra dentro del planteamiento de las obras que tratan de la arquitectura y de lo urbano. Paloma Marggi parte de buenas fotografías urbanas, totalmente contemporáneas y trabaja sobre ellas hibridándolas de naturaleza. De un concepto de naturaleza, a su vez, urbano. En eso estas obras también aciertan al identificar una concepción de la naturaleza engarzada en lo urbano. Como los jardines verticales tan de moda ahora, de lo que es una muestra evidente la pieza elegida para la tarjeta de invitación, o los huertos urbanos, también tan de moda entre esas clases medias, a quienes no puede por menos que gustarles una ecología de fachadas y vistas urbanas donde lo verde, como máxima representación de la naturaleza, invade zonas insospechadas. El verde que tiñe una carretera hasta darle el aspecto de un prado puede ser un ejemplo de ésta transformación de lo urbano.
Y no son propuestas a realizar, ni proyectos de jardinería urbana. Son proyecciones de deseos, de cosmovisiones en las que se parte de la irrenunciable realidad de lo urbano para sublimarlo al fusionarlo con árboles y hojas. Todo nítido y evidente. Como ese balcón abierto de par en par , con una mesa preparada para un desayuno, que se funde con el paisaje. El paisaje aquí como prolongación de la arquitectura. La fusión de lo privado con el espacio abierto. La prolongación de un deseo que se sabe imposible y que, precisamente por eso, necesita cumplirse a través de la función catalizadora de la obra de arte. Como ocurre en otra de las obras en las que, sobre una fotografía de las recientes del movimiento 15-M en la Puerta del Sol, una línea roja dibuja la proyección de una habitación cuya puerta se abre sobre la plaza y la multitud que la inunda. Paloma Marggi hace evidente la psicología social-urbana y contemporánea. Sin acritud le dá cuerpo artístico, a través de su pericia en el tratamiento digital, a los buenos deseos de las gentes bien pensantes.
Por eso es una pena que el mercado del arte en España sea tan raquítico. Porque estas obras lo tienen todo para gustarles mucho a mucha gente.
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