La sesión comenzó cerca de las ocho de la tarde. Cuando entré, a las ocho y dos minutos, hablaba un hombre que luego supe era el marido de la coordinadora del espacio. Hablaba de las intenciones de los organizadores de convocar todo tipo de eventos de arte, incluidas las conferencias, los talleres y cualquier otra idea que la gente quisiera aportar. Habló también de su desconocimiento de la performance y de cómo su descubrimiento había supuesto para ellos una gran emoción.
A continuación tomó la palabra Geneviève/Genoveva Gaitán, coordinadora del espacio. Dijo que las acciones habían empezado en los años 60 y en España en los 80!! pero que ahora ya habían entrado en los museos y citó la presencia de Marina Abramovic en el MOMA de NY como prueba. También dijo que eso había creado cierta confusión ¿?
Luego dijo que el espacio estaría abierto al arte en todas sus vertientes, incluida la vertiente psicoanalítica, y que el espacio se podría alquilar para esos eventos. Habló del precio de las bebidas y de las aportaciones voluntarias para los artistas que iban a desarrollar sus acciones y de que al comienzo los performers no cobraban nada.
Anunció que sobre una mesa, en el interior del espacio había un cuaderno para que cualquiera pudiera apuntar allí sus sugerencias. Y con eso dió paso a las acciones.
El público asistente, en su mayoría artistas de acción y amigos de los artistas de acción, junto con algunos matrimonios (o parejas, vaya usted a saber) de mediana edad, que debían ser amigos de los organizadores del evento, sumaban entre treinta y cuarenta. Avanzada la sesión el número debió oscilar entre los cincuenta y los sesenta.
El programa era como sigue:
Luis Elorriaga : “Consejos de Don Quijote a Sancho para gobernar la isla”
En realidad el orden varió y comenzó con la acción de Giusseppe Domínguez. Giusseppe ocupó el centro del espacio interior del Patio, desplegó una pequeña bolsa de papel, la abrió en dos rompiendo sus pliegues centrales con lo que pudimos ver el contenido consistente en lápices de distintos tamaños y marcas y afilalápices de color amarillo.
Giusseppe entregó un lápiz y un afilalápiz a cuatro personas (todas mujeres) de la audiencia y junto a ellas situó a cuatro personas que abrieron un teléfono tipo i-phone que comenzaron a sonar a medida que Giusseppe iba entregando los lápices y el correspondiente afilalápiz. El sonido emitido por los teléfonos era un pitido con diferentes ritmos. Giusseppe dio instrucciones a los participantes que parece ser que era que debían afilar el lápiz en tanto sonara el teléfono. Mientras, él mismo, afilaba también un lápiz. No pude entender en qué consistía el juego, si es que lo había, pero sí vimos todos como Giusseppe se esforzaba, a veces muy enérgicamente y hasta ayudándose con la boca e inclinándo el cuerpo, en afilar su lápiz. En las acciones que hasta ahora he visto de Giusseppe me ha parecido que sobresalía un notable desapego hacia los movimientos o gestos con los que desarrollaba la acción. Pero ayer no. Ayer, era muy notorio su afán por acelerar al máximo el proceso de afilado y su interés por vaciar el afilalápiz cada vez que éste se tascaba, ayudándose con golpes del afilalápiz en el muslo y otras veces con el propio lápiz como desatascador.
Tres de las participantes llegaron a consumir el lápiz hasta un punto en que ya no podían manejarlo, en cuyo caso Giusseppe paraba el correspondiente teléfono. La última en la tarea de afilar el lápiz fue una niña de innegable origen indú con la que Giusseppe, que no había conseguido terminar su lapiz, habló un momento sin que los demás pudiéramos oir lo que decía y terminó la acción.
A continuación intervino Miguel Guzmán, de quien no recuerdo haber visto nunca ninguna acción. Miguel Guzmán es un hombre joven, en la veintena, y muy simpático y alegre. De hecho los primeros minutos de su acción estuvieron dedicados a hacer reir a los asistentes. Algo así como un monólogo del Club de la comedia.
Luego manejó un rollo de cinta adhesiva fuerte (del grosor y el color de las "Tiritas") y se dispuso a colocar en la pared y verticalmente un trozo de unos 40/50 cms, para lo que solicitó la opinión de los asistentes: "¿a la izquierda? ¿a la derecha?" La gente siguió divirtiéndose dando instrucciones contradictorias hasta que Miguel tomó una decisión y dejó el trozo de cinta con un ligero escorzo al final de la misma.
Repitió la operación con otro trozo, más pequeño y en este caso en horizontal. Volvió a las preguntas "¿más arriba? ¿más abajo?" y los asistentes siguieron con su diversión y sus contradicciones. El tercer trozo de cinta lo colocó Miguel, esta vez sin pedir opiniones, en uno de los ángulos de la sala y en diagonal con respecto a la línea de tierra.
Con el cuarto y el quinto trozo de cinta, también más pequeños que los anteriores, Miguel formó un ángulo en la segunda pared del espacio. Comentó que aquella intervención había cambiado el espacio y se oyeron voces confirmando que el espacio estaba completamente transformado ¿?
A continuación Miguel se dirigió hacia una gran tela negra que cubría algo sobresaliente del suelo de unos 130/140 cms., de altura. Por uno de los laterales del ropón se introdujo bajo él y comenzó a sonar una guitarra distorsionada. Las vibraciones de la tela parecían corresponderse con las vibraciones del sonido y Miguel continuó moviéndose bajo el ropón de forma que los pliegues y el contorno general formaban piezas con una estética de escultura. Durante unos 10-15 minutos continuó moviéndose hasta que finalmente salió muy sonriente por una abertura central; pero sin descubrir lo que había bajo el ropón y terminó su acción.
La siguiente en intervenir fue Analía Beltrán que pidió a los asistentes que se desplazasen hacia el pasillo de entrada. Debo aclarar que no había reparado en los títulos de las acciones lo que me llevó a hacer una lectura muy distanciada de las intenciones de Analía. Aclaro también que así como el título de la acción de Giusseppe era obvio "Sacando punta" el de Miguel Guzmán era incongruente con la acción y el de Analía "Perséfone", críptico para los que somos legos en mitología griega.
Analía comenzó en el inició del pasillo cercano a la puerta de entrada. Desde allí fue desplegando con el pie un rollo de tela roja de aprox., un metro de ancho. Aprovechando las rampas de acceso y pegada a la pared, acabó configurando una alfombra/pasarela roja sobre la que ella, también con zapatos rojos, se desplazó varias veces con gestos y posturas de modelo de pasarela.
A continuación, se introdujo desde el inicio de la tela que entonces descubrimos que era doble, osea tubular, y fue avanzando a rastras, a gatas, reptando, con movimientos y contorsiones que se podían percibir desde el exterior hasta que llegó al final del túnel de tela.
Desde ahí se desplazó hasta la zona abierta del patio. Allí sacó de una caja de cartón un número considerable de panales secos de girasol que fue distribuyendo por el suelo. Se dirigió luego a un rincón donde había preparado un disco-reproductor que puso en marcha y comenzó a sonar un tema de música disco con un estribillo en inglés que decía algo así como "my body is sexy and I know it", al ritmo del cual Analía, comenzó a bailar pisando sobre los panales de girasol que se deshacían y desparramaban en el suelo.
Siguiendo con la danza, Analía mostró una granada que primero situó junto a sus pechos y luego introdujo en sus "leotardos" dejándola caer hasta la altura de la zona genital donde quedó como un bulto sobresaliente, lo que utilizó Analía para hacer los movimientos de pelvis provocadores de un bailón de discoteca hortera. Luego rescató la granada, la abrió a mordiscos, a mordiscos la troceó y fue repartiendo los trozos entre los asistentes. Cuando terminó la distribución, Analía hizo reverencias a derecha e izquierda y terminó la acción.
El último en intervenir fue Luis Elorriaga que convocó a los asistentes de nuevo hacia el interior del espacio. Allí, en la pared frontal fijó una hoja de papel en blanco en la que dibujó, con líneas sencillas de un rotulador rojo y con la mano izquierda, una vacía de barbero como la que utilizó Don Quijote de morrión. Aprovechó para contarnos algunas de sus peripecias con el acero corten, insistiendo en lo de acero corten, para finalmente pasar a leer el muy conocido pasaje de los consejos de Don Quijote a Sancho para hacerse cargo de la Ínsula Barataría. Sin entonación ni modulación Luís leyo durante 10-15 minutos y terminó su acción.
A continuación los organizadores del evento invitaron a los asitentes a un vino español y canapés. No pude comprobar si alguno de ellos había escrito algo en el cuaderno de sugerencias que los organizadores habían colocado al respecto, pero si oí que una artista preguntaba al marido de la coordinadora del espacio (pintor también él) si el espacio funcionaría admitiendo proyectos, a lo que el pintor contestó que sí.
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