jueves, 18 de octubre de 2012

UN DEBATE EN FACEBOOK

 


La directora-propietaria de la revista exit-express publica en Facebook un enlace a un artículo que publica en la revista y que figura a continuación: 

“Nunca dijimos nada
Rosa Olivares
Estamos asentados inequívocamente en la cultura de la queja. Nos quejamos de todo y actuamos como si nosotros nunca hubiéramos tenido nada que ver con ningún tipo de desastre. Somos inocentes, víctimas de una conjura de necios en la que se suceden unos a otros inevitablemente.
Si participas en un fraude esperando ganar duros por peseta, lo que se suele llamar “timo de la estampita” y sale mal, el gobierno tiene la culpa (Zapatero especialmente) y se reclama la devolución de tu dinero… Si juegas y pierdes nadie te devuelve nada. Para no perder no hay que jugar, así de simple.

Ahora que la crisis llega a los museos, todo es queja, pero nadie se cuestionó nunca dirigir un museo imposible cobrando más que el presidente del Gobierno. Cuando un comisario cobraba 30.000 euros por una exposición y hacía tres exposiciones al año (en la misma institución) nadie dijo nada. Ni el director o directora, ni el patronato, ni la prensa, ni el comisario, ni ninguna junta de control. Es maravilloso cobrar esas cantidades por una exposición en España, hasta el punto que se llegó a acuñar el término “la tarifa española”, porque hace años, lo que se pagaba en cualquier museo de provincias por una exposición, por el comisariado o por participar como artista en la exposición, era tanto que todos acudían felices, relamiéndose como el gato frente al trozo de queso. Cuando querías invitar a un artista extranjero las exigencias eran increíbles e inaceptables (viaje y estancia pagada en hoteles de lujo, tarifa de primera en los viajes, y hasta cuatro acompañantes con todo, pero todo, pagado), era la “tarifa española”. Entonces nadie se quejaba.

Cuando los diseñadores cobraban millones por diseñar un catálogo y otros tantos por diseñar una exposición, nadie se quejaba. Y si las imprentas cobraban el doble o el triple de lo que cobran ahora por un mismo trabajo, tampoco nadie se escandalizaba. Como dijo Javier Solana, entonces Ministro de Cultura, con mil millones de pesetas no hay ni para clavos. De oro, supongo. Y qué vamos a decir de los transportistas, que hoy cierran y que han cobrado cifras increíbles por transportar cuadros (en una ocasión, se me presupuesto más por traer cuatro fotos desde Valencia a Madrid que por traer 75 obras de diferentes países europeos: el resto de la exposición). Nadie se quejó. Nadie dijo nada. Si un piso costaba el sueldo de varias vidas, todo lo demás era una ganga.

Pero ahora todo son quejas, nos quejamos hoy de lo que ayer aceptábamos alegremente, sin pararnos a pensar en las consecuencias. Nadie acepta su responsabilidad, la culpa siempre es de otros. Pero todos esos gastos no han significado que el público haya llenado las salas de los museos con esas exposiciones que costaban como el oro, ni que esos catálogos que costaban como si fueran ediciones príncipe se hayan vendido, muy al contrario, hoy se rematan a un euro recién salidos de los almacenes de las instituciones que pagaron millones por ellos. Pero nadie tiene la culpa, nadie siente el menor remordimiento. Hace poco un humorista decía, como chiste, que en España nos da igual la crisis, mientras tengamos dinero en el bolsillo, la crisis nos la trae al pairo… Es la puesta en práctica del refrán “ande yo caliente, ríase la gente”.

La realidad es que nadie asume responsabilidades, nadie exige responsabilidades, y que una vez en medio del desastre cada uno busca su propia supervivencia sin pararse a pensar en el conjunto de la sociedad, sin pararse a pensar que hay trabajos que con dinero (o con menos dinero) exigen una responsabilidad. Que el director de un museo que recorta sus presupuestos no debe huir, ni cerrar más días, ni esconderse detrás de exposiciones que no interesan, tampoco, a nadie. No se puede dirigir un museo sin mirar al entorno del museo, a la sociedad, a la gente. Por eso nunca nadie dice nada, porque todos sienten que el arte, que la cultura es un juego de ricos y aprovechados, que no tiene nada que ver con nadie. 
Que es algo que sólo afecta al que lo hace, al que lo cobra.

Esa es la razón real de nuestra crisis particular, de que las galerías y museos estén vacíos, de que las revistas y los catálogos no se compren, no se lean, y como consecuencia que ni este gobierno de hoy nos considere ni siquiera importantes, que nos vaya asfixiando poco a poco, que nos recorte el 90% sin preocuparse, mientras se incentiva cualquier otro sector.
Aunque nadie diga nada, la culpa es nuestra, también.”

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En el mismo Facebook incluí el siguiente comentario, haciendo en él referencia al artículo de Rosa Olivares y otros comentarios que también se habían publicado:

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¡Bonito debate! Iniciado desde una revista “en papel”, con el dispendio ecológico-económico que eso implica. Y que cada palo aguante su vela, precisamente porque entró en el juego y pago los precios abusivos que le pidieron. Recuérdese que el MACBA, por poner sólo un ejemplo-ejemplar tiene una obra de A. Kiefer que, por su fragilidad extrema, es más caro moverla un metro que lo que costó su compra. Y luego se habla de la pérdida del aura objetual, concepto que, por cierto, no es del difunto señor Brea, sino del auto-difunto señor W. Benjamin. Recuérdese que en el museo Reina Sofía (¿O es Mahoufia?) hay un cuadro del “rompeplatos” que se compró sólo por su gran tamaño y otro, el único que se conserva de un artista muerto en la guerra civil, porque un crítico que luego fue cargo en el mismo museo, lo había comprado en el Rastro por cinco mil pesetas (cuando había pesetas, claro) y podía vendérselo al museo por muchísimo más.
Se afirma sin empacho que nadie dijo nada, que lo único que se ha hecho ha sido quejarnos. Menos mal que los del Antimuseo han puesto un enlace a su blog, donde relatan la historia de su denuncia. Denuncia que a ellos les costó un “exilio” y que otros aprovecharon para crear un lobby de agentes artísticos independientes. Se habla de falta de rigor y se escribe “valla” en lugar de “vaya”, “escepciones” en lugar de “excepciones”, “gerarquía” en lugar de “jerarquía”, “lobi” en lugar de “lobby”. Y todo eso en nombre de la profesionalidad.
Pero nadie ha dicho que, desde hace años, algunos artistas y no-artistas vienen haciendo arte fuera del “cubo blanco” del museo y la galería. Denunciando el amiguismo que existe a todos los niveles y no sólo en el institucional, donde sólo es más visible. Porque hay artistas del vending que presumen abiertamente de trabajar sólo con los amigos y cifran éstos en más de quinientos (¡Quinientos amigos! ¡Serán de los de facebook, porque de los de verdad, analógicos, humanos y cercanos, no hay tantos en todo el país!). Hay un artista de reciente ascensión que en sus talleres dice a los alumnos que es fundamental encontrar “interlocutores válidos”, es decir amiguetes con los que medrar. Hay artistas que se ofenden y reclaman si el comisario no les convoca. Porque para eso es amigo suyo.
Y luego están los “vendedores de crisis”, los que predican las oportunidades que produce la crisis. Los profetas del “autoemprendimiento” ¡Como si hubiera otra salida! ¡Como si hubiera otra posibilidad que la de buscarse los garbanzos como sea y donde sea! Mientras se siga considerando la actividad artística -y digo actividad artística, y no arte. Para la diferencia entre una y otro, búsquense las que propone Isidoro Valcárcel Medina y también las de los objetos de arte y la de la Historia del Arte- mientras se siga considerando como un medio de conseguir dinero, cambiarán los medios, las tecnologías, las formas de producción y difusión y no habrá cambiado nada. Sólo un cambio en los valores garantiza el cambio de las conductas. Y en eso estamos.

Rosa Olivares contestó: “Comentar a Hilario que va con un poco de retraso, exit-exp`ress es una revistra digirtal, no en papel, desde hace ya dos años. Y en cualquier caso, tofdos mis gastosy de mis proyetos los oago yo, no los impuestos ni las institiciones.”

A lo que respondí:
Touché Rosa. Es cierto que hace tiempo que no hojeo revistas de arte. Y me alegro, sincéramente me alegro, de que exit-express sea digital. Pero lo cortés no quita lo pizarro que le dicen en México y mientras se siga manteniendo el binomio arte=dinero nos quejemos o no nos quejemos, mientras se siga hablando del ARTE con mayúsculas y si es posible negritas, mientras el objeto siga siendo mercancía, mientras todo eso siga igual, de nada nos servirá aceptar como nuestras las sevicias ajenas. Al contrario, sólo servirán para declararnos cómplices y taparnos la boca. Pero, como le dice un gato de El Roto a otro gato: si quieres comer no maulles, ruge!

Ha habido algunos comentarios más, pero creo que con lo de más arriba queda reflejado el debate que, por ahora, sigue abierto.

Como colofón no me resisto a publicar algunos párrafos de un artículo de Fernando R. Lafuente en el suplemento cultural del ABC del 6 de octubre de 2012, donde él a su vez cita al traductor Laureano Ramírez de una novela china de Wu Jingzi (1701-1754)
donde se "Critica la corrupción, la soberbia del poder, los personajes venidos a más que olvidan sus orígenes, los aduladores seducidos por la posición social, los virtuosos corrompidos por el dinero, la ignorancia en quienes no deberían tenerla, los buscadores de amigos singulares, los falsos letrados, los corrompidos por la gloria." Y continúa el articulista: "Los mandarines creaban la opinión, fijaban la creación, actuaban como emisarios y guardianes del emperador en los asuntos referentes a las letras, el más alto honor en la China imperial. Occidente asumió parte de ello en la figura del intelectual, del crítico, del "mandarín" mediático, pero doscientos años de mandarinato dicen adiós, anuncian su ocaso.
...Los nuevos usos culturales superan, e ignoran, la barrera sagrada del mandarín. Hoy, los espectadores, los lectores, deciden por si solos. Pareciera como si la geografía cultural se hubiera abierto hasta tal límite que se rasgara sin remisión la gran muralla de los mediadores. Internet y el móvil, y lo que vendrá, cambiarán los espacios y las expresiones, y las manifestaciones culturales como a finales del siglo XV ocurriera con la imprenta. Los nuevos territorios interdisciplinares, la interacción de las artes, los movimientos sociales que surgen en los nuevos ámbitos de la comunicación, la abolición virtual de las fronteras y el intercambio que trasciende los géneros conforman ya el imaginario de la cultura en estos años decisivos de comienzos del siglo XXI. ¿Qué saldrá de todo ello? Lo cierto es hacia lo que se apunta. El desmoronamiento de un edificio cuajado de directrices,retóricas, normas, convenciones. Se aspiró a la más absoluta y legítima libertad de creación, sin adjetivos ni mandarines, y ahora que se presenta a algunos les causa pavor. Una puerta se cierra y otra se abre.
... el arte, ebrio de las vanguardias, (...) deambula como Tiresias, ciego y errante, y el más provocativo, incluso, busca la subvención pública (...) Y, sin embargo, algunos, anónimos e invisibles hoy, ya trabajan en la que será la obra de arte (...) que defina este siglo. ... La cultura hoy -adiós mandarines- se cierne en una búsqueda, una decisión personal. Espectacularidad e individualidad componen la ecuación imposible de la cultura en estos días tormentosos e indecisos. ... A mayor cultura del espectáculo o espectáculo de la cultura (Vargas Llosa), mayor respuesta individual, alejada de cánones y medios.

 
  

 

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