En la Sala 2 de las Naves del Español, otra vez en el Matadero de Madrid, se representa estos días la obra de teatro "Los hijos se han dormido", una adaptación de Daniel Veronese de la obra de Chéjov "La Gaviota". Un reparto con 10 buenos actores, una sala no muy grande donde el público está muy cerca del escenario, que queda al nivel de la fila uno de las gradas. La obra transcurre sin interrupciones durante aprox. 90 minutos. Para la función de ayer 05.12.2012 se habían agotado las localidades. Por una feliz circunstancia y después de esperar dos horas y media, pude conseguir mi localidad al precio marcado de 18€.
Teatro dentro del teatro, la obra comienza con los actores ya en el escenario, conversando relajadamente entre ellos, mientras el público ocupa los asientos. Y lo más granado de la obra se centra, precisamente, en el teatro. Se ha señalado la situación de "La Gaviota" como un trasunto de Hamlet. A él y a Shakespeare se hacen varias alusiones en la obra. Los diez caracteres que la integran están muy claramente perfilados y todos unidos por su infelicidad y por sus amores equivocados. Todos aman a alguien que no les ama quien, a su vez, ama a alguien que no le ama. Y todos aceptan esa situación sin, realmente, hacer algo por cambiarla. Sólo los dos personajes más jóvenes, un escritor de teatro en ciernes y una joven aspirante a actriz, de la que está enamorado el joven escritor, son capaces de asumir los riesgos que implican tratar de conseguir sus deseos. Con un desastroso resultado en el caso de la actriz y con el suicidio del aspirante a escritor.
Debo confesar que, a pesar de las muy apreciables interpretaciones, Chéjov me aburrió. Las tensiones máximas giran siempre alrededor del teatro, de los actores, de la creación muy en genérico y con una defensa del sufrimiento como paso imprescindible para llegar al arte.
No puedo dejar de admirar las dinámicas que los actores consiguieron crear entre ellos, producto, sin duda, de un intenso trabajo de ensayos y una experta dirección, pero en ningún momento pude dejar de ver a actores interpretando un texto del que me siento muy alejado.
Al final de la obra el público aplaudió con fervor y los actores tuvieron que saludar varias veces. Después, cuando los actores salían del teatro, grupos de jovencitas esperaban a Pablo Rivero, (el joven escritor en la obra) para fotografiarse con él y a Marina Salas un grupo de chicos jóvenes también en busca de la foto.
Saludé a Marina Salas, a la que conocí cuando era casi una niña y a la que no había vuelto a ver, aunque sabía de su progresión como actriz, desde las series de televisión hasta esta obra seria que, sin duda, supone un espaldarazo para ella por la entidad del papel que representa y por el gran nivel de los actores y actrices participantes.
Y es cierto que Marina Salas consigue una gran interpretación. Y no es menos cierto que su papel y el del joven escritor son los más lucidos de la obra. Porque son los que más varían a lo largo de la pieza, los que más facetas abarcan y, finalmente, porque son más protagonistas que los demás en un reparto que se caracteriza por lo coral. No olvidemos que la gaviota del título es una metáfora del personaje de Nina.
Dicho esto, me parece lamentable que el teatro sea tan caro. Lamentable y sorprendente que el teatro se llene a pesar de esos precios y a pesar de las penurias económicas por las que pasa este país. Y ante el buen número de gente joven que ocupaba las gradas uno no puede menos que preguntarse si hacen precios especiales para grupos de estudiantes, y ante el aspecto y comentarios de muchas de las personas que llenaban la sala, también cabe preguntarse qué tipo de circunstancia les ha proporcionado "gratis" las entradas. ¡Larga vida al teatro! ¡Siempre en crisis. Siempre triunfante!
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