domingo, 3 de marzo de 2013

CABEZA DE MUJER

Siempre me gustó la dirección de correo electrónico de Elena Jiménez: "cabezademujer...." Toda una declaración de principios. Frente a tanto arribismo feminista, frente a la sola mirada, tributo a los pobres tiempos visuales en los que vivimos, cabeza de mujer. Pues bien, Elena Jimenez ha inaugurado una muestra de su trabajo último en el Espacio B de la calle Buenavista, barrio de Lavapiés en Madrid. Y en esta muestra lo que se hace más evidente es "lo" intermedia. Dicho de otra forma, la desaparición de las barreras entre géneros y técnicas del arte. De las artes. Partiendo de la idea de Elena Jiménez como artista del grabado, hay que dar un gran salto, el mismo que ha dado ella en su trayectoria artística, para llegar  a las piezas que aquí nos presenta y que salen del papel como soporte y/o material para situarse literalmente en la pared, incorporándose al espacio real y traspasando no sólo las dimensiones físicas, sino también las concepciones de los límites del grabado para llegar a las piezas tridimensionales. Piezas "inter-media", que ya no son ni grabado ni pintura ni instalación sino todo eso y algo más.

Si uno se para a mirar la pieza que domina el primer espacio del Espacio B, es decir el espacio que está al nivel de la calle, puede ver unas figuras troqueladas en plásticos de colores vivos con formas que remiten a otras figuras -siluetas- de la historia del arte. Sin duda hay un proceso industrial -plotter y cortador- lo que sitúa la pieza en un ámbito muy alejado ya del grabador/a manual con sus punzones y buriles. Estamos en la época de las "industrias culturales" y esta es una producción de esas industrias. Yo no puedo evitar pensar en los papiers découpés de Matisse, que también fue grabador y pienso que algo más de tamaño no le hubiera venido mal a esas piezas recortadas.

Tamaño grande el que tiene una plancha curva, de aluminio, que hay en la planta del subsuelo. De nuevo lo industrial vuelve a aparecer aquí, pero la escasa iluminación del espacio subterráneo (debo asumir que querida) hace que la pieza no consiga captar toda la atención que merece.
En la pequeña instalación que ocupa el fondo del espacio, la falta de luz es más que evidente (¿por qué esa penumbra?). Y también me parece evidente que la pieza requiere más tamaño, más espacio y más luz. La pieza-instalación se compone de más de diez "marcos" rectangulares, de igual tamaño, que han sido troquelados con diferentes formas en su interior. Apoyados unos en otros, algunos inclinados en diferente dirección, componen un espacio hecho de formas y vacíos muy sugerente. Ya sé que no es la idea de la autora, pero imagino esa misma distribución de los "marcos" con sus formas troqueladas, realizados a gran tamaño y practicables, de forma que uno pueda insertarse en ese mundo de formas vaciadas, en esos espacios formales, atravesarlos en sus diferentes direcciones y sentirse como una más de las formas que la artista troqueló en su cabeza de mujer.

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