Ayer domingo 22.12.13 fue el último día del pequeño ciclo de teatro que ha presentado la Sala Berlanga de Madrid.
En primer lugar se presentó Sandra Carrasco con un pequeño grupo compuesto por guitarra, violín, cajón y bailarín.
Sandra Carrasco tiene una voz afilada que cuando sube a los tonos altos parece un grito que golpea en los micrófonos. Luego baja y sabe hacer bonitos requiebros y quejíos. Cantó Sandra Carrasco palos tradicionales del flamenco con gusto, emoción y buen tino. Y como no podía ser menos en estas fechas, cantó una serie de villancicos enhebrados que consiguió calentar el ambiente. Ella y el grupo hicieron también un bonito número en el que una mesa central sirvió de soporte para que las manos de todos marcasen ritmo y compás. Sobre la mesa, además, una botella de anís y vasos que se hicieron servir. Un bonito ritual del flamenco familiar de mesa camilla. El bailarín (más que bailaor) hizo unos pasos de danza flamenca en los que incorpora movimientos de la danza contemporánea. Tal vez sea inevitable que el flamenco pase por estas fusiones de la contemporaneidad que amplían el vocabulario del arte, pero no deja de sorprender el refinamiento de estos nuevos gestos y movimientos insertos en los viejos ritmos corporales del flamenco "antiguo".
La segunda parte de la sesión la llenó la familia Carmona: Los Habichuelas. Salió primero el patriarca del grupo Pepe "habichuela", acompañado por Juan Carmona junior (sic) al cajón flamenco. Hay que decir que El Habichuela tiene un bien ganado prestigio entre los aficionados al flamenco. La guitarra de El Habichuela suena con una nitidez asombrosa. Sus punteos y bordoneos son claros, rápidos cuando es necesario y jondos siempre. Es como si su guitarra fuera un instrumento distinto.
Se incorporó luego una mujer joven, de Castellón, según dijo El Habichuela. Poseedora de una voz redonda, capaz de muchos y muy flamencos matices, dejó en la noche un sabor a flamenco de raíz, puro y sin concesiones.
El tercero en incorporarse fue Josemi Carmona, también Habichuela, y junto a su padre interpretaron un dúo de guitarras haciendo fandangos de Huelva -su tierra-.
Por último, presentadas todas como "sobrinillas", se incorporó un grupo de siete mujeres de muy diferentes edades -desde las casi niñas hasta las casi abuelas- que cantaron y bailaron los villancicos correspondientes, mientras ellos, los Habichuelas, hacían sonar las guitarras y el cajón. Un sabor a turrones y alegrías que culminó una noche de flamenco redondo.
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