En la Sala Berlanga de Madrid he escuchado esta noche dos voces flamencas muy diferentes. Excepcionales las dos.
Primero Gema Caballero, de quien (mi ignorancia es mucha) no había oído hablar y, por supuesto, a quien nunca había oído cantar. Es una mujer joven, con una voz bien timbrada que sabe manejar con una maestría que sólo dan los años o el mucho estudio. Y es que Gema Caballero sabe colocar la voz. Como hacen las cantantes de ópera, Gema Caballero trabaja la voz con todo el aparato fónico-respiratorio. Desde el estómago y más abajo, si puede ser, hasta la cavidad buco-nasal y más arriba, si puede ser. Su voz se mueve en toda la amplitud de sus registros con una fluidez que asombra y emociona. Y emociona porque, además de un soberbio uso de su voz, Gema caballero le pone emoción a lo que canta y a cómo lo canta. La emoción del dolor y la emoción de la alegría. La emoción de la rabia y la de la pena. Y, por si fuera poco, tiene "pellizco", como dicen los que saben de flamenco.
Aunque es de Granada, ha dicho que lleva muchos años en Madrid; y ha presentado al guitarrista, también granaíno, que ha demostrado soltura y un gusto excelente. Ambos han pasado por las "granaínas", las bulerías, los tanguillos de Cadiz, la zambra, la habanera y unos tientos-tangos que Gema Caballero alarga de forma muy personal haciéndolos todavía más hondos, si puede ser. Para terminar ha hecho una versión de "los campanilleros", también muy suya y muy bella. Grande Gema.
Después Rancapino. "Ranca" para sus incondicionales, de los que había unos cuantos en la sala. Aunque había oído alguno de sus cantes, nunca había visto a Rancapino. Trajeado, encorbatado y con una melena grande y bien peinada. Al verle he pensado que hubiera podido ser la imagen de Camarón si hubiera llegado a los años de Rancapino. Claro que sus voces no tienen nada que ver. La del ya "maestro" es una voz antigua, sabia y oscura. Es como la voz de Louis Amstrong pero en gaditano y flamenco. Una voz inolvidable. Y aunque en su presentación ha dicho que había venido para cantar todo lo que quisiera el público, finalmente ha sido breve, escaso.
Ha hecho, como no, tanguillos y una malagueña que le han pedido, también tarantos y ha terminado con unos villancicos muy gitanos con parto de la estanquera de un cochino jabalí. Y que bien suenan las palmas de Rancapino. Y cómo sabe levantar el tono y el ánimo cuando termina sus cantes. Se nota que hay muchas noches de farra, muchas juergas flamencas en esa voz y esas palmas.
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