Gabriel Celaya.
Este lunes, día 1 de diciembre, a las 20 h. "Nomadic School of the Senses" presenta en Espacio B, "The Insider. Episodio I", poesía para ver y oír, poesía para experimentar, de la mano de Ernesto Estrella Cózar.
Media
hora después del horario previsto, se abren las puertas de la
galería y se avisa que podemos entrar. Al entrar hay que poner la
huella digital sobre una cartulina doblada, tamaño carné, que en la
portada tiene el espacio para la huella digital y otros espacios para
rellenar con los datos personales, sólo visibles con lupa. Parece
que también es importante ver unos diagramas simples pero
incomprensibles que están en las paredes del fondo. Parecen la
distribución de proyecciones o algo parecido. Imposible opinar
porque no pude verlos al completo.
En
el interior del carné se hace una introducción a The Insider
(Una serie en 6 episodios) que
es el trabajo que el poeta Ernesto Estrella ha venido a presentar.
Hoy toca el Episodio I danza
de lo Ilegible. Y
la reseña habla de un empleado de aduanas jubilado que lleva en su
interior una amalgama de voces en diferentes idiomas.
Poco
después avisan de que en la acera de enfrente de la galería hay un
hombre con los ojos vendados y descalzo. Es el poeta anunciado. Está
solo, descalzo y está quieto.
Cuando
uno ha venido atraído por el señuelo de la poesía, reconoce en la
imagen cierta carga poética.
El
hombre comienza a moverse con movimientos que los occidentales
asociamos al Dai Qi chino, aunque no lo sean. Se para en medio de la
calle -que es pequeña y que no tiene prácticamente tráfico- y
comienza a moverse espasmódicamente. Adios a lo poético. Pero la
performance continúa. Viendo los desplazamientos del hombre uno
llega a pensar que los ojos vendados no lo están tanto y que ve. Si
no del todo, si al menos referencias de los vehículos aparcados y el
hueco entre ellos. El poeta con los ojos vendados entra en la galería
y sigue con sus movimientos cada vez más rápidos y violentos. La
situación se prolonga. Demasiado. Finalmente el poeta pide que le
acerquen el micrófono que estaba preparado en un extremo de la sala.
Y empieza el recital de algo parecido a la poesía fonética y al
spoken word que practican los
yankis. También comienzan a aparecer en la pantalla de un monitor
varios dibujos b/n sencillos y sin pena ni gloria. Poco después se
quita el trapo que le vendaba los ojos y comienza a acompañar los
sonidos con movimientos, ahora más tranquilos.
Susurros
y soplidos al micro, más susurros y más soplidos. De vez en cuando
algún cambio de idioma y alguna frase inconexa y, a veces, sin
sentido. A veces una improvisación sobre la marcha y vuelta a
empezar con los susurros y los soplidos. Uno, que conoce la poesía
fonética de Nicola Frangione y de Bartolomé Ferrando, no deja de
advertir la diferencia. Uno que conoce el trabajo multimedia de
colectivos como Contact
v.2 hp process,
https://www.facebook.com/groups/112974375445068/264025960339908/?notif_t=group_activity,
o los intentos de Xavier Sabater y su Cyberpoesía, no deja de advertir
la diferencia. Aquí no hay novedad. La poesía fonética lleva
haciéndose ya hace bastantes años. Los hip-hoperos llevan también
mucha ventaja por delante en lo de hacer ruidos con el micro. Y para
ejercicios vocales, los de la muy maldecida Marina Abramovic y sus
siete horas seguidas de soltar la voz y llegar a los límites.
Si
a eso le añadimos que no hay emoción, ni comicidad ni agresividad
ni nada que se parezca de lejos a una comunicación de sentimientos
y, para colmo de males, el poeta se arranca con un “Singing
in the rain”
de karaoke, … Apaga y vámonos. No merece la pena aguantar una hora de
pié para ver este espectaculillo de poca monta.
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