Llegué con antelación a la cita del Grupo de Lectura de Cruce. Y me puse a hacer tiempo hasta que llegaran los demás. Para hacer tiempo me fijé en la exposición que hay ahora mismo en Cruce y que, curiosamente, se llama "Hacer Tiempo".
Qué título tan equivoco. Porque, como saben todos los castellano hablantes, hacer tiempo significa que se pierde el tiempo mientras se espera que ocurra algo. En cierto modo es sinónimo de matar el tiempo, es decir, no hacer nada importante mientras se espera. Y eso es justamente lo que yo hice en Cruce.
Lo que vi, con algún detenimiento, aunque no mucho, recuérdese que se trataba de un pasa-tiempo, fueron cinco piezas de Andrés Montes de las que cuatro tienen una muy directa relación con el tiempo. Una de ellas, son dos fotografías del mismo rostro pero con 24 horas de diferencia entre ambas. Y ciertamente, aunque el encuadre es muy similar, se pueden apreciar ligeras diferencias. Lo más curioso viene al leer las tarjetas explicativas colocadas junto a las fotografías: están plasmadas en un soporte pensado para durar 2.500? años. Si no es esa exactamente la fecha, es alguna también desmesurada. Me hizo pensar en los residuos de plástico que no podemos destruir, sin producir más contaminación, y que están llenando mares y desiertos. Tal vez como argumento de venta de la pieza funcione.
Vi también unas letras construidas en contrachapado pintado de blanco sobre el que pueden verse los restos de pólvora quemada por cohetes y petardos festivos que estuvieron adheridos a las letras. Las letras forman la palabra FUTURO y están simplemente apoyadas en el suelo y la pared. Pensé en la proclama punk "There is not future", y que aquí lo que se había hecho era explotar el futuro pero no se había conseguido destruirlo. Lo que vi eran entonces los restos del futuro, lo que me pareció una propuesta chocante y atrevida como aquella famosa película "Regreso al futuro". Estamos pues, perdidos en el tiempo. Parece confirmarlo la hoja explicativa fijada en la pared: hay una incierta celebración, por parte de Andrés Montes, algo que sucede en paralelo pero que a él no le importa mucho y que tampoco queda muy claro lo que es. Tal vez, con el tiempo, nos enteremos.
Junto a la vidriera que da a la calle del doctor Fourquet, al pie de los rótulos que indican el nombre del artista, el título de la exposición y la duración de la misma, hay una caja de madera llena de una materia que se anuncia como tierra pero no lo es, donde han sido plantadas semillas de centeno que, ahora ya, están creciendo. Aquí también es el tiempo un factor clave. Esperemos pues a la cosecha.
La cuarta pieza también es de letras. Quiero decir que son grandes letras de palo dibujadas en dos de las paredes que conforman las palabras Takes Time. Y efectivamente se lleva su tiempo dibujar una a una todas las pequeñas rallitas con las que se han rellenado las letras. Las paredes, el dibujo a lápiz y el tiempo empleado, me trajeron una clara reminiscencia de algunos trabajos de Isidoro Valcárcel Medina, lo que no deja de ser una estupenda referencia. Como lo son también las líneas que Juan Ugalde ha pintado en las paredes de la galería donde está exponiendo ahora mismo, y en esta misma calle del doctor Fourquet.
Y es que los artistas saben que el tiempo es una preocupación muy humana. Porque sólo somos eso: un tiempo incierto. El que va del nacimiento a la muerte.
1 comentario:
Muy interesante escuchar tus sensaciones sobre la exposición.
Muchas gracias,
Andrés Montes.
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