25.09.2015
Viernes / 10:30h.
He
salido de casa a la 08:30h. El día amaneció mas oscuro que claro y
pensé que, igual que ayer, a media mañana se cerraría del todo y
comenzaría a llover. Todo lo contrario. Ahora hace un so espléndido
y la temperatura es muy agradable. ¡Y yo cargado con el tres cuartos
para la lluvia! He querido entrar al recinto del Palacio Imperial
porque la entrada que compré ayer para ver el templo es válida para
tres días y tres lugares diferentes. Me equivoqué. Uno de ellos no
es el Palacio Imperial. He seguido la muralla que rodea todo el
recinto -tan grande como la Casa de Campo en Madrid- hacia el Oeste.
Me he alejado bastante del centro de la ciudad. Aquí el tráfico es
escaso pero el pitido de los claxons no para: pitan los taxis para
llamar la atención de posibles clientes. Hay muchísimos taxis, por
cierto. El servicio debe ser muy barato. Pitan las motos quién sabe
por qué. Pita el que quiere adelantar. Pita el que está siendo
adelantado. Pita el que avisa a un peatón. Pita el que se cruza con
un conocido que, a su vez, pita. El paisaje sonoro es un concierto
interminable y ad libitum de claxons. Vuelven las mujeres de la
compra. Eso me recuerda que quiero comprar yogur, si lo encuentro,
que no es tan fácil. Una mujer camina incansablemente moviendo los
brazos en el patio del bloque de vecinos. Los bloque son de entre
cuatro y siete plantas, no muy antiguos y, en los tejados, tienen
termos solares para calentar el agua. Un anciano con bastón baja la
calle por el medio del carril derecho, aunque la calle tiene una
acera amplia. Todos los vehículos le pitan. Pasan corriendo dos
voces a mi espalda. Me giro y veo que van en bicis eléctricas. De un
coche que ha aparcado en la acera junto a mi, bajan tres hombres de
tez broncínea. Obviamente no son de la etnia mayoritaria. El sol
calienta de lo lindo. Voy a andar por la sombra. He llegado a lo que
parece el final de esta zona urbanizada. No he visto paradas ni
circular autobuses. Hay una zona mas abierta, con tiendas y
restaurantes. También una guardería con una placa metálica de la
policía. ¿Será para los hijos de la policía y los bloques de
viviendas serán para policías? Yogures. ¡Al fin he encontrado
yogures! No los venden sueltos, sino en el típico cartón de seis.
He comprado dos tarrinas de mas capacidad que el envase de yogur que
conocemos. Cuatro yuanes cada una. Definitivamente aquí la leche de
vaca y derivados son caros. Me he sentado cerca de la tienda a comer
los yogures. ¡Sorpresa! Están caducados y uno de ellos, abierto,
tiene moho. Vuelvo a la tienda, los devuelvo. Marido y mujer no miran
el moho, sino la fecha que, efectivamente está caducada. Me
devuelven mi dinero y salgo decepcionado por no comer yogur y
cabreado por la caradura del matrimonio. Continuo andando, giro
noventa grados, a lo lejos veo una calle con tráfico denso. Llego
hasta allí y reconozco uno de los arcos/puertas
que ya he visto: estoy en la calle que recorrí el primer día. Veo
también un autobús de la línea 1, lo que me confirma que estoy en
la arteria principal hacia el Oeste de la ciudad. Por un estrecho
callejón accedo a un mercadillo al aire libre donde las pescaderías
venden peces, nécoras y almejas grandes y vivas. Encuentro también
un supermercado y pregunto por los yogures, después de comprobar que
en los arcones frigoríficos no los tienen. Me indican que al otro
lado de la tienda si los hay. Allí compro otras dos tarrinas como
las anteriores, pero de otra marca y cerradas. Cada tarrina
4,50 yuanes. 140 gramos. Me siento cerca del super, abro el primero,
tiene muy buen aspecto y sabe estupendo, el sabor característico del
yogur, pero muy ligeramente azucarado. Me como también el segundo.
Cada tarrina incluye una cuchara de plástico plegable. Un buen
diseño y muy útil para consumir el yogur en cualquier parte. Debo
preguntar a la becaria del hostel cómo funciona aquí el sistema de
fechas: ¿es la de envasado o la de caducidad la que figura en las
tapas? Imagino que es la de caducidad, pero quiero
confirmarlo.
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Cae
la tarde, comienza a refrescar. Mañana será luna llena. He subido a
uno de los montes que rodean la ciudad. Al Sureste. En lo alto del
monte, tras una carretera empinada hay un templo con cuatro
pabellones. Entre pabellón y pabellón hay larguísimo tramos de
escaleras empinadas. A esta hora de la tarde, 17h, el recinto está
vacío. No hay guardianes en los pabellones, excepto las deidades que
se cuidan a sí mismas. He hecho muchas fotos y lo mejor, en el
último de los pabellones, en un pasillo
inesperado,
una
estupenda
serie
de
grabados
en
pizarra
que
parecen
contar
una
historia.
En una placa en inglés explican que aquí estuvo, o que lo fundó,
un tal Zhong, creador de las artes marciales, pero hoy, en una parte
del recinto dedicada al ¿esparcimiento? Hay una galería
de tiro,
similar a una gran caseta de tiro de feria, donde se
dispara con ametralladoras
de gran calibre. Al llegar a lo más alto una estupenda vista
de la ciudad
con sus cientos de gigantescas
torres
de viviendas. Viendo este paisaje, la ciudad puede tener cuatro
millones de habitantes. Comienzan a encenderse las luces de la
ciudad. Voy en busca de mi cena. ……………………………………………………………………………………………
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