Otro
tema interesante que se plantea con éste del principio de las
novelas, es el de las novelas circulares. Es decir, las novelas que
empiezan en el mismo tiempo en el que terminan. (citar algún ilustre
ejemplo) Son novelas del tipo aquí estoy con mi pasado a cuestas y
no sé lo que va a pasar en el futuro. Con éste esquema sitúan al
lector ante una disyuntiva de la que explican los antecedentes pero
no la solución inmediata; de forma que todo comienza donde en
realidad acaba. Lo que nos lleva a otro tratamiento no menos original
y, además, moderno: las novelas del eterno presente. Las novelas del
tiempo. Las de la introspección en un sentido amplio.
Ejemplo
paradigmático de éste tipo de novela es el “Ulyses”
de J. Joyce. (Los editores tampoco podrán quejarse de este
antecedente tan vendedor) En resumen, parece que, para empezar una
novela, lo mejor es hacerlo por el principio.
Por
suerte para ti, lector curioso e ingenuo, ésto no es una novela,
sino el ejercicio estilístico de cómo se construye una novela. Con
el agravante de no tener ni idea. Y eso nos da a ti y a mi la
libertad de elegir un comienzo. Un comienzo cualquiera de los que
quedan apuntados, alguno que tu mismo construyas, o el que yo
propongo y que se desarrolla más o menos así: Siempre es triste
reconocer una derrota. Aunque sea de amor la empresa. Y más triste
aún si hay que reconocer, además de la derrota, que nunca se
intentó la batalla. Yo no quiero conocer esa tristeza. Ya tengo
bastante con las puestas como para querer añadir otra. Es por eso
que me veo en la obligación de escribir una novela. Para no sentir
la tristeza de no haberlo hecho. No hay nada mas triste que lo que no
he tenido. Ni nada más cierto que lo que no pasó.
Conviene,
al principio de toda novela, introducir un elemento de tensión que
capte al lector. Yo hago esto para no morirme de asco. Tu haces ésto
para no suicidarte. Y él hace ésto también, para escaparse de la
vida y huir de la muerte. Se equivocó Manrique: no es la fama. No es
esa la manera de salir de la Historia que se busca. Se escribe como
solución a la vida. (releer al viejo Manrique y disfrutar un rato
pensando que, aunque él y Proust se empeñen, no está demostrado
que cualquiera tiempo pasado fue mejor. ¡sin
embargo eso no quiere decir que lo mejor esté por venir!)
Debe
ir quedando claro en este comienzo de novela que aún no ha salido de
su primer capítulo, que las voces del libro son varias. Y hay varias
metavoces. No sólo por aquellas voces que hablan de otras voces,
sino por las voces que hablan a las voces. Yo. Tú. Él. ¡Y qué más
da! (repasar, por si acaso persiste este tema del metalenguaje, a
Jacobson, Chomsky y el Círculo Lingüístico de Praga. Ver si hay
algo más moderno y más sencillo. Especialmente más sencillo.) Tan
sujeto eres tu leyendo como yo escribiendo. Tan sujetos serán los
personajes que vayan apareciendo. Y la propia realidad, negada hace
poco, hablará con sus propias voces. Porque esta es una novela
primeriza. Y toda primera novela que se precie, debe ser
autobiográfica. Por eso esta novela, para construir la cual no tengo
más material que yo mismo, tiene mucho que ver con lo cotidiano y
nada que ver con la realidad. Es la realidad misma, ella, por su
cuenta y riesgo, la que tiene que ver con la novela. Que lo haga a
través de mí, de tí, de ella, de ellos, de cualquiera, no tiene ni
la más mínima importancia. Atrévete pues, pues, lector a hacerte a
tí mismo mientras yo me construyo en la novela. Pasaremos por la
risa y el llanto. Por la vergüenza de nacer. Y no sabremos hasta que
no llegue el final, cuándo llega la muerte. Piénsalo que no te
prometo poco: viaje a Itaca, viaje iniciático. Viaje con nosotros.
Le prometemos una novela con vida dentro. Una vida novelada que
empieza por reconocer que siempre es triste reconocer una derrota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario