martes, 7 de febrero de 2017

OPERACIÓN VÍDEO_33


     Vivir hacia dentro es peligroso: la locura está cerca. Vivir hacia fuera es peligroso: la locura está cerca. Tercer día de esta primavera. Hasta hoy quería vivir la literatura. Desde hoy quiero escribir la vida. Al filo de Flaubert. Aprendiz de escritor (1.830 – 1.838). Edición a cargo de Menene Gras. Agonías. Pensamientos escépticos. III. Soy pez abisal. Mi mundo son las tinieblas. La única luz que recibo, de mí viene. De mi pensamiento. El es quien me dice que vivo entre tinieblas abisales. Y aún así soy capaz de distinguir la arena de las rocas. Y los cambios de temperatura. VI. La necesidad de ser yo. Llamémosle vanidad. Porque la soledad que forma mi ser, se llena de vacío. Pero también de sexo. De hambre. De sueño. De dolor … En definitiva de insatisfacciones. VIII. Si. Estamos condenados. Sois pocos los supervivientes a posición tan atroz. IX. Me aburro. Quiero reventar. Estoy borracho y soy Dios. Esta es la broma. Angustias. I. de nada. Hacer ésto, en efecto, no sirve de nada. Cada cual arroja de sí la basura. Y siempre hay buscadores de desperdicio. VII. Mi tiempo dice: saquemos partido al mal: Sexo, Droga y Rocanrol. IX. Aquel. Destino. Casualidad. Astro. Mito es todo lo que no conocemos. XI. ¡Fantasmas! ¡Libertad! Otras dos palabras sin referente. Cada cual le presta el suyo propio. XIV. De todas las revoluciones hechas en nombre de la libertad, ¿Cuántas lo eran en realidad, por hambre? ¡Hambre! He aquí una palabra con referente. Esta palabra, o más bien, esta cosa ha hecho las revoluciones; ¡Hará muchas más! Cierto. El hombre tiene hambres insaciables.
     El sifón sabe a pie dormido -dijo- y cuando le pregunté ¿Es eso de Gómez de la Serna? No. No merece la serna -respondió-. Anónimo escritor. Fotógrafo a salto de mata. Titiritero interior. Aquí me tienen. Soy yo. Un servidor. Pero, en tiempos como estos, ¿Quién es capaz de soñar una utopía?
     Subía por la acera, canturreando, el gitano. Le miré. Me miró. Siguió a lo suyo, canturreando. Supe que así nace, las más de las veces cuesta arriba, la popular copla. Cada vez que un hombre realiza su obra a solas, en la oscuridad, frente al Todo, desmiente que hayamos evolucionado. Y un crítico es un ser extraño. Un obstáculo interpuesto entre el emisor y el receptor. Es el Oráculo del Mensaje. Pero ya no creemos en Dios. Y menos en sus sacerdotes. Las fotos me hablan. Aquí aparece la prima Angélica, de la que mucho más adelante se hablará. Sentada. Con un ramo de flores silvestres en la mano. Como recién venida del campo. Vestida de vestir. El gesto apacible, sin sonrisa. Grandes la boca y los ojos. Junto a ella y el falso escenario, de pie sobre la alfombra, la hermana menor. El pelo atrás recogido. Cuidadosamente peinado. Grandes la boca, la frente y los ojos. Tiempo después, ya madre y más delgada. Mostrando su empatía primitiva.
     Mira fijamente. Sin miedo ni curiosidad. Es rubio y mofletudo. De boca sensual y dibujada. Las ropas heredadas y el paisaje le rodean con igual pobreza. Es el único atento a lo que pasa. Canijo y orejudo. Morrudito. La boca entreabierta bajo los grandes ojos. Fue hace mucho tiempo. Con el agua a la cintura muestra un cuerpo fino y bien estructurado. Y una cierta tensión que contiene el puño izquierdo a ras del agua. Fue en Béjar, aunque el autobús tenga un letrero que indica Ciudad Rodrigo – Salamanca. Por vez primera una pierna se adelanta a la otra. El gesto se va a repetir mucho. Concentrado. Prietos los labios, el pómulo se dibuja sobre la fina piel. Con un ojo cerrado. Despeinado y fieramente apuntando. Muñoz, Fernández, Hernández, Yuste, Rubio, Alvarez, Doménech, Bueno, Macías, Casquero, Martín, Alfares, Vaquero, Estévez, López, Herrero, Guijo, Gradilla, Aparicio, García, García, Sánchez, Alvarez, Pizarro, Simón, García, Francés, Herrero, Cela, Izard, Muñoz, Peralejo, Sánchez, Santaolalla, Sánchez. Ahora con corbata. Ya un pie claramente adelantado. Y la clásica torsión inclinación de hombros y cuello. Concentrado. Prietos los labios, el pómulo se dibuja sobre la fina piel. Con un ojo cerrado. Despeinado y fieramente apuntando otra vez. Ruiz Gómez, Hernández, Hernández Rodilla. Extrañamente él con flequillo, gafas, bigote y patillas. Bajo el uniforme intenta la marcialidad. La sonrisa, la boca entreabierta, el gesto relajado, las gafas de pantalla y la separación de los pies le traicionan. El puño cerrado, ahora el derecho, la tensión contiene. La torsión-giro. La pierna adelantada. El desgaire. Y las niñas. Reflejado en oscuro. Forzando la posición por ella. El pelo acaba por rizarse y levantarse en las puntas. Y la barba, apenas crecida, dibuja la boca. Extrañamente él sobre la cama del hospital. Vuelve el cigarrillo a la comisura. A medio vestir, a medio sentar. Transistor en mano. El cigarrillo tiene una extraña luminosidad. Neón que contagia de luz la barba y el gesto. Tras el desenfoque de unas gafas redondas, utilizadas como excusa, los ojos soñadores, sueñan. Cinco consuelos de la vida. Amor. Amistad. Naturaleza. Compasión. Ciencia.

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