Vivir
hacia dentro es peligroso: la locura está cerca. Vivir hacia fuera
es peligroso: la locura está cerca. Tercer día de esta primavera.
Hasta hoy quería vivir la literatura. Desde hoy quiero escribir la
vida. Al filo de Flaubert. Aprendiz de escritor (1.830 – 1.838).
Edición a cargo de Menene Gras. Agonías. Pensamientos escépticos.
III. Soy pez abisal. Mi mundo son las tinieblas. La única luz que
recibo, de mí viene. De mi pensamiento. El es quien me dice que vivo
entre tinieblas abisales. Y aún así soy capaz de distinguir la
arena de las rocas. Y los cambios de temperatura. VI. La necesidad de
ser yo. Llamémosle
vanidad. Porque la soledad que forma mi ser, se llena de vacío. Pero
también de sexo. De hambre. De sueño. De dolor … En definitiva de
insatisfacciones. VIII. Si. Estamos condenados. Sois pocos los
supervivientes a posición tan atroz. IX. Me aburro. Quiero reventar.
Estoy borracho y soy Dios. Esta es la broma. Angustias. I. de nada.
Hacer ésto, en efecto, no sirve de nada. Cada cual arroja de sí la
basura. Y siempre hay buscadores de desperdicio. VII. Mi tiempo dice:
saquemos partido al mal: Sexo, Droga y Rocanrol. IX. Aquel. Destino.
Casualidad. Astro. Mito es todo lo que no conocemos. XI. ¡Fantasmas!
¡Libertad! Otras dos palabras sin referente. Cada cual le presta el
suyo propio. XIV. De todas las revoluciones hechas en nombre de la
libertad, ¿Cuántas lo eran en realidad, por hambre? ¡Hambre! He
aquí una palabra con referente. Esta palabra, o más bien, esta cosa
ha hecho
las revoluciones; ¡Hará muchas más! Cierto. El hombre tiene
hambres insaciables.
El
sifón sabe a pie dormido -dijo- y cuando le pregunté ¿Es eso de
Gómez de la Serna? No. No merece la serna -respondió-. Anónimo
escritor. Fotógrafo a salto de mata. Titiritero interior. Aquí me
tienen. Soy yo. Un servidor. Pero, en tiempos como estos, ¿Quién es
capaz de soñar una utopía?
Subía
por la acera, canturreando, el gitano. Le miré. Me miró. Siguió a
lo suyo, canturreando. Supe que así nace, las más de las veces
cuesta arriba, la popular copla. Cada vez que un hombre realiza su
obra a solas, en la oscuridad, frente al Todo, desmiente que hayamos
evolucionado. Y un crítico es un ser extraño. Un obstáculo
interpuesto entre el emisor y el receptor. Es el Oráculo del Mensaje.
Pero ya no creemos en Dios. Y menos en sus sacerdotes. Las fotos me
hablan. Aquí aparece la prima Angélica, de la que mucho más
adelante se hablará. Sentada. Con un ramo de flores silvestres en
la mano. Como recién venida del campo. Vestida de vestir. El gesto
apacible, sin sonrisa. Grandes la boca y los ojos. Junto a ella y el
falso escenario, de pie sobre la alfombra, la hermana menor. El pelo
atrás recogido. Cuidadosamente peinado. Grandes la boca, la frente y
los ojos. Tiempo después, ya madre y más delgada. Mostrando su
empatía primitiva.
Mira
fijamente. Sin miedo ni curiosidad. Es rubio y mofletudo. De boca
sensual y dibujada. Las ropas heredadas y el paisaje le rodean con
igual pobreza. Es el único atento a lo que pasa. Canijo y orejudo.
Morrudito. La boca entreabierta bajo los grandes ojos. Fue hace mucho
tiempo. Con
el agua a la cintura muestra un cuerpo fino y bien estructurado. Y
una cierta tensión que contiene el puño izquierdo a ras del agua.
Fue en Béjar, aunque el autobús tenga un letrero que indica Ciudad
Rodrigo – Salamanca. Por vez primera una pierna se adelanta a la
otra. El gesto se va a repetir mucho. Concentrado. Prietos los
labios, el pómulo se dibuja sobre la fina piel. Con un ojo cerrado.
Despeinado y fieramente apuntando. Muñoz, Fernández, Hernández,
Yuste, Rubio, Alvarez, Doménech, Bueno, Macías, Casquero, Martín,
Alfares, Vaquero, Estévez, López, Herrero, Guijo, Gradilla,
Aparicio, García, García, Sánchez, Alvarez, Pizarro, Simón,
García, Francés, Herrero, Cela, Izard, Muñoz, Peralejo, Sánchez,
Santaolalla, Sánchez. Ahora con corbata. Ya un pie claramente
adelantado. Y la clásica torsión inclinación de hombros y cuello.
Concentrado. Prietos los labios, el pómulo se dibuja sobre la fina
piel. Con un ojo cerrado. Despeinado y fieramente apuntando otra vez.
Ruiz Gómez, Hernández, Hernández Rodilla. Extrañamente él con
flequillo, gafas, bigote y patillas. Bajo el uniforme intenta la
marcialidad. La sonrisa, la boca entreabierta, el gesto relajado, las
gafas de pantalla y la separación de los pies le traicionan. El
puño cerrado, ahora el derecho, la tensión contiene. La
torsión-giro. La pierna adelantada. El desgaire. Y las niñas.
Reflejado en oscuro. Forzando la posición por ella. El pelo acaba
por rizarse y levantarse en las puntas. Y la barba, apenas crecida,
dibuja la boca. Extrañamente él sobre la cama del hospital. Vuelve
el cigarrillo a la comisura. A medio vestir, a medio sentar.
Transistor en mano. El cigarrillo tiene una extraña luminosidad.
Neón que contagia de luz la barba y el gesto. Tras el desenfoque de
unas gafas redondas, utilizadas como excusa, los ojos soñadores,
sueñan. Cinco consuelos de la vida. Amor. Amistad. Naturaleza.
Compasión. Ciencia.
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