sábado, 11 de febrero de 2017

OPERACIÓN VÍDEO_37


     Cuando desmonten esta feria de las vanidades inversionistas llamada ARCO, van a tirar mucha de esa tela blanca. Una fina trama de algodón sin imprimación alguna. En paños de dos metros de ancho por un largo indefinible, que puede acabar bruscamente en desgarrones o en una hilera de grapas de decorador. También puede encontrar soluciones de continuidad en anchos y bien trabados costurones que definen espacios desequilibrados. Y es precisamente ese soporte, ese significante, lo que está emitiendo su mensaje sin interrupción. En ARCO, la única posibilidad de vida está en las paredes de los stands. En los espacios vacíos que cubre el algodón tramado. Hay que volver. Encontrar el lugar donde van a tirar tanta vida y vivirla. Aparcar bajo los árboles, fuera de la vista del edificio. Entrar por el portalón de servicio. Rodear el edificio y llegar hasta la base de la rampa exterior que comunica con la planta superior. Saludar distraídamente a los que charlan junto al camión. Vestido anodinamente, pasar ante ellos y subir por la rampa dejando paso a los que bajan cargados con cajas y paneles plásticos de los stands. Hace poco más de veinticuatro horas, esto era ARCO. Ahora es sólo una nave diáfana con estructura funcional de vigas de hierro atornillado que recuerda una estación de principios de siglo y también la Torre Eiffel. En esta nave, de suelo grosero de hormigón, repleta de restos, cables, cajas y montones de blanco lienzo, nadie se extraña si uno mantiene las distancias y no distrae. Seleccionar los mejores trozos de tela sin llamar la atención no es difícil. Doblarlos cuidadosamente, dar una vuelta al recinto, por si hay algo más que merezca la pena, y salir saludando amigablemente, no sólo es fácil, sino también alegre y excitante. La alegría de la épica que convierte el hecho cotidiano en algo trascendente. O que, al menos, así lo pretende. Por eso todos somos quijotes y esto es una novela.
En todo buen relato épico, a cada batalla ganada le sucede otra más difícil. Y siempre con un fin incierto. Como aquí un capítulo sigue a otro. Un personaje deja atrás a otro. Un folio es sustituido por el siguiente y así todo.
     Pero de momento será mejor no plantearse demasiadas cuestiones sobre el discurso metodológico y aplazar la cuestión hasta un primer visionado completo. Ya queda dicho al principio del capítulo: siempre queda la solución de no incluirlo. Por tu parte, lector, eres mucho más libre: puedes pasar de la primera a la última página sin que tu novela sufra ningún menoscabo. Habrás construido la novela que querías construir.
     El blanco es la gran tentación. El blanco magnífico, el impoluto y tenso. La hoja de papel. La tela en el bastidor. El blanco, como en ARCO, es lo único vivo y necesario. La grave atracción del vacío es el mensaje subliminal que nos remite el blanco. La atracción que lleva a Rafael Martín-82 a llenar un hermoso y blanco pliego de grueso y esponjoso papel, con su acuarela aguada y diluida. Con pinceladas grandes y un poco imprecisas, que impostan oscuro sobre claro, hasta ir construyendo un arco de entrada a la Plaza Mayor. Luz y sombra. Balcones corridos, ventanas traspasadas de luz. Arco por el que se puede entrar a la plaza mayor de los recuerdos ingenuos. Entre Manolo s/f -datos fidedignos permiten fecharlo en el 81- y Manolo 84, hay sensibles diferencias. Manolo s/f es la atracción pura del vacío. Hoja blanca de papel de bloc de desecho. De poco más gramaje que un folio normal. Cortado y encuadrado con el passe-par-tout (13x18 aprox.) Manzana y media de experimentación gozosa. Ceras y anilinas entonadas. En Manolo 84, el llamado del blanco se disfraza de camaradería para cubrir la tela comprada (25x20 aprox.)

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