domingo, 12 de febrero de 2017

OPERACIÓN VÍDEO_38


     El blanco es la gran tentación. El blanco magnífico, el impoluto y tenso. La hoja de papel. La tela en el bastidor. El blanco, como en ARCO, es lo único vivo y necesario. La grave atracción del vacío es el mensaje subliminal que nos remite el blanco. La atracción que lleva a Rafael Martín-82 a llenar un hermoso y blanco pliego de grueso y esponjoso papel, con su acuarela aguada y diluida. Con pinceladas grandes y un poco imprecisas, que impostan oscuro sobre claro, hasta ir construyendo un arco de entrada a la Plaza Mayor. Luz y sombra. Balcones corridos, ventanas traspasadas de luz. Arco por el que se puede entrar a la plaza mayor de los recuerdos ingenuos. Entre Manolo s/f -datos fidedignos permiten fecharlo en el 81- y Manolo 84, hay sensibles diferencias. Manolo s/f es la atracción pura del vacío. Hoja blanca de papel de bloc de desecho. De poco más gramaje que un folio normal. Cortado y encuadrado con el passe-par-tout (13x18 aprox.) Manzana y media de experimentación gozosa. Ceras y anilinas entonadas. En Manolo 84, el llamado del blanco se disfraza de camaradería para cubrir la tela comprada (25x20 aprox.)
     Sobre la imprimación mecánica se expanden los colores en pinceladas relamidas y minuciosas. En una equilibrada composición conviven los trigales de la llanura con las diminutas montañas lejanas. Un cielo difuminado en blancos ocupa casi todo el espacio. Y suspendida en él, flotando en la zona media, desplazada a la derecha, una redonda señal de tráfico, contiene el perfil blanco de una bicicleta sobre fondo azul oscuro informativo. Una cinta de asfalto pardo, dividida por la discontinua blanca, pasa bajo la señal y se pierde por la izquierda, entre el trigal y las montañas, después de hacer una dibujada curva. Flotando en bicicleta.
 
     En la sanguina de Cundín, se juega mucho con el blanco. Se juega hasta convertirlo en vacío. De espacio en dos a espacio en tres dimensiones. El torso de hombre, desnudo y de espaldas, mantiene la fuerte tensión que provoca la pierna izquierda, firmemente tendida. El giro de los riñones. Los brazos levantados. A la altura del hombro, uno; a la de la cabeza el otro. Masas en movimiento resaltadas por el contraste sanguina-pastel blanco. Hay una dedicatoria casi ilegible: A Luís … Quien lo perdió nunca puso interés en recuperarlo. Quien lo encontró lo olvidó luego sobre la repisa.

     En Cucho 1.925, la atracción del vacío es algo natural. Se da por hecho que el blanco está ahí precisamente para eso. Meterle lápiz al papel y crear un juego de variadas lecturas. Incluyendo la mentira del sofá/coche, la verdad del abandono y la sugerencia y, también, la mentira de la fecha. El Gran Gatsby se convirtió en el Capitán General de los Pasotas. Luego, sobre algo posmoderno y entrevisto, se reencarnó en el Hombre de la Cámara y enviaba anónimos con su propia imagen, riéndose de los precios de risa de Alcampo.

     De Moradell hay mucho que decir. Primero por tratarse de cuatro cuadros y después porque hay mucha pintura encerrada entre estos marcos. De Ernesto Moradell dicen los críticos que es el hombre de l’obra ben feta. Y por lo que sabemos es cierto. En 1977, fecha de las obras, Moradell es un hombre ya bien pasada la cincuentena. Pulido, afable y con un montón de carteles premiados. Carteles para el libro, para la salud colectiva, para el tráfico y para montones de empresas y productos. Ernesto Moradell trabaja en Barcelona. De espaldas a Tuset y a la gauche divine. Va y viene cada día a Bellaterra en los ferrocarriles catalanes. Vive en un hermoso chalet de dos plantas y tiene algunos cientos de metros con árboles y césped alrededor de la casa. Desde su colina, Moradell siente pasar el tiempo. Su estudio, en el piso superior del chalet, es amplio, confortable, bien iluminado y ordenado, como corresponde a su personalidad. Las ventanas corridas, situadas en las tres paredes exteriores, están situadas a la altura precisa y tienen la abertura rectangular necesaria para que la luz sea uniforme, matizada e indirecta. Conchita, la agradable mujer de Ernesto y madre de su único hijo, sale a recibirle cada día cuando vuelve de la agencia. Le besa suavemente en las mejillas y aparta al perro pastor que le hace compañía en sus largas horas de soledad. El perro es celoso y no soporta que la pareja tenga la más mínima efusión en su presencia. Interpone su cuerpo, gime y ladra hasta que se separan.

     (Convengamos en que este cuarto capítulo tiene sus altibajos. La cocina del cuadro no es sólo la mezcla de los materiales sobre el soporte. La cocina del cuadro, de la novela, de la foto y la canción; la novela de la vida, exige un orden de materiales y unas cantidades precisas en la mezcla.

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