El
blanco es la gran tentación. El blanco magnífico, el impoluto y
tenso. La hoja de papel. La tela en el bastidor. El blanco, como en
ARCO, es lo único vivo y necesario. La grave atracción del vacío
es el mensaje subliminal que nos remite el blanco. La atracción que
lleva a Rafael Martín-82 a llenar un hermoso y blanco pliego de
grueso y esponjoso papel, con su acuarela aguada y diluida. Con
pinceladas grandes y un poco imprecisas, que impostan oscuro sobre
claro, hasta ir construyendo un arco de entrada a la Plaza Mayor. Luz
y sombra. Balcones corridos, ventanas traspasadas de luz. Arco por el
que se puede entrar a la plaza mayor de los recuerdos ingenuos. Entre
Manolo s/f -datos fidedignos permiten
fecharlo en el 81- y Manolo 84, hay sensibles diferencias. Manolo s/f
es la atracción pura del vacío. Hoja blanca de papel de bloc de
desecho. De poco más gramaje que un folio normal. Cortado y
encuadrado con el passe-par-tout (13x18 aprox.) Manzana y media de
experimentación gozosa. Ceras y anilinas entonadas. En Manolo 84, el
llamado del blanco se disfraza de camaradería para cubrir la tela
comprada (25x20 aprox.)
Sobre
la imprimación mecánica se expanden los colores en pinceladas
relamidas y minuciosas. En una equilibrada composición conviven los
trigales de la llanura con las diminutas montañas lejanas. Un cielo
difuminado en blancos ocupa casi todo el espacio. Y suspendida en él,
flotando en la zona media, desplazada a la derecha, una redonda
señal de tráfico, contiene el perfil blanco de una bicicleta sobre
fondo azul oscuro informativo. Una cinta de asfalto pardo, dividida
por la discontinua blanca, pasa bajo la señal y se pierde por la
izquierda, entre el trigal y las montañas, después de hacer una
dibujada curva. Flotando en bicicleta.
En
la sanguina de Cundín, se juega mucho con el blanco. Se juega hasta
convertirlo en vacío. De espacio en dos a espacio en tres
dimensiones. El torso de hombre, desnudo y de espaldas, mantiene la
fuerte tensión que provoca la pierna izquierda, firmemente tendida.
El giro de los riñones. Los brazos levantados. A la altura del
hombro, uno;
a la de la cabeza el otro. Masas en movimiento resaltadas por el
contraste sanguina-pastel blanco. Hay una dedicatoria casi ilegible:
A Luís … Quien lo perdió nunca puso interés en recuperarlo.
Quien lo encontró lo olvidó luego sobre la repisa.
En
Cucho 1.925, la atracción del vacío es algo natural. Se da por
hecho que el blanco está ahí precisamente para eso. Meterle lápiz
al papel y crear un juego de variadas lecturas. Incluyendo la mentira
del sofá/coche, la verdad del abandono y la sugerencia y, también,
la mentira de la fecha. El Gran Gatsby se convirtió en el Capitán
General de los Pasotas. Luego, sobre algo posmoderno y entrevisto, se
reencarnó en el Hombre de la Cámara y enviaba anónimos con su
propia imagen, riéndose de los precios de risa de Alcampo.
De
Moradell hay mucho que decir. Primero por tratarse de cuatro cuadros
y después porque hay mucha pintura encerrada entre estos marcos. De
Ernesto Moradell dicen los críticos que es el hombre de l’obra ben
feta. Y por lo que sabemos es cierto. En 1977, fecha de las obras,
Moradell es un hombre ya bien pasada la cincuentena. Pulido, afable y
con un montón de carteles premiados. Carteles para el libro, para la
salud colectiva, para el tráfico y para montones de empresas y
productos. Ernesto Moradell trabaja en Barcelona. De espaldas a Tuset
y a la gauche divine. Va y viene cada día a Bellaterra en los
ferrocarriles catalanes. Vive en un hermoso chalet de dos plantas y
tiene algunos cientos de metros con árboles y césped alrededor
de la casa. Desde su colina, Moradell siente pasar el tiempo. Su
estudio, en el piso superior del chalet, es amplio, confortable, bien
iluminado y ordenado, como corresponde a su personalidad. Las
ventanas corridas, situadas en las tres paredes exteriores, están
situadas a la altura precisa y tienen la abertura rectangular
necesaria para que la luz sea uniforme, matizada e indirecta.
Conchita, la agradable mujer de Ernesto y madre de su único hijo,
sale a recibirle cada día cuando vuelve de la agencia. Le besa
suavemente en las mejillas y aparta al perro pastor que le hace
compañía en sus largas horas de soledad. El perro es celoso y no
soporta que la pareja tenga la más mínima efusión en su presencia.
Interpone su cuerpo, gime y ladra hasta que se separan.
(Convengamos
en que este cuarto capítulo tiene sus altibajos. La cocina del
cuadro no es sólo la mezcla de los materiales sobre el soporte. La
cocina del cuadro, de la novela, de la foto y la canción; la novela
de la vida, exige un orden de materiales y unas cantidades precisas
en la mezcla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario