jueves, 16 de febrero de 2017

OPERACIÓN VÍDEO_42


     Llegará el día que pueda hablar de todo esto con más tranquilidad. Pero dudo que pueda hablar con más verdad. Sé que de puertas para adentro, cada cual hace de su capa un sayo, cada cual amaña su verdad y todo es relativo. Pero cuando alguien te avisa de que te va a hacer daño y te lo hace, tu puedes sacrificarte y sufrir el dolor hasta que te mueras o te canses, o puedes defenderte haciendo más daño a ser posible, o puedes retirarte de la lucha, haciendo inútil el dolor.
     Queda por encima de todo un sabor a tiempo perdido y a derrota. A conocimiento y aceptación. Y queda la vida. Lo único que hay. Lo único que tenemos. Os seguiré queriendo. Mario.

     Todas las experiencias sexuales son la primera. Pero siempre hay una primera en el tiempo. Diferente de experiencias sensoriales anteriores. No personales. Cómplices del universo.

     El gran principio fue lo prohibido. Escondidos en algún rincón, tras el portón. No es ser precoz. Es sólo el afán de la transgresión. Dos cómplices del mismo sexo buscando distracción en el verano.

     Ya queda dicho: cada vez es una primera vez. La primera vez con una. Con uno. Prima. Amiga. Vecina. Mujer. Puta. Novia. Loca. Hermana. Amante. Esposa. Madre. Virgen. Subnormal. Lesbiana. Pareja. Cama redonda. Y deben faltarme muchas. Sin hablar de la masturbación. La más normal de las experiencias sexuales de una persona normal.

     El resto, se agita entre amplios márgenes: Me ha dado fuego sin mirarme siquiera; no recuerdo su nombre, pero apenas hace dos meses que nos besábamos ¿apasionadamente? en este mismo bar.

     A las mujeres en lo que a mí respecta. Los sentimientos que no tengo, no los tengo. Los sentimientos que no tengo, no diré que los tengo. Los sentimientos que a ambos nos gustaría tener, ninguno de los dos los tenemos. Los sentimientos, que la gente tendría que tener, nunca los tiene. Si la gente dice que tiene sentimientos, puedes estar bien segura que no tienen nada. De modo que si quieres que sintamos algo, olvídate de cualquier idea de sentimientos.

     El amor no significa, ni ha significado, lo mismo para todos los mortales. Aunque con movedizos apoyos, diversos estudios han llegado a distinguir hasta cerca de una docena de peculiares estilos de amar, estilos que han de ser entendidos, claro está al weberiano modo, como tipos ideales, sin existencia actual pura en la realidad. Con la brevedad que las circunstancias demandan y, simplificando un tanto las cosas, hay por ejemplo un estilo amatorio lúdico, epidérmico, no monógamo, que encuentra sus raíces en la conceptualización del amor como frivolidad o simple diversión. En el que, conscientes los jugadores de su brevedad, se fingen sentimientos en complicidad, sin que exista obsesión por los celos o angustia ante la incompatibilidad sexual; hasta que, siguiendo los consejos de Ovidio, uno abandona el juego antes de que la compañía del amado llegue a ser insoportable. Amor este diferente de aquel otro, indistinguible a veces de la amistad entre personas relajadas, de antiguo conocidas, indiferentes a la aparición de todo posible príncipe azul -o mujer fatal- convencidas firmemente del “hasta que la muerte os separe”, con escasos conflictos y más o menos rutinariamente gratificados en sus normales necesidades sexuales. Diferente asimismo del amor pragmático, utilitario, que trueca estado por belleza o seguridad por fidelidad y en el que los celos, si aparecen, encubren la violación de un tratado o lesionan intereses invertidos. Hay que puntualizar que, contra lo que pudiera pensarse, algunos datos empíricos disponibles permiten vaticinar la relativa solidez de este tipo de relación -así funcionan muchos matrimonios por computadora- ya que los estudios sobre satisfacción matrimonial revelan que la equivalencia y/o complementariedad en ciertas características fundamentales de la pareja es un importante factor de estabilidad. Como, en fin, hay un estilo maníaco, habitualmente exaltado por los artistas, de aquellos invadidos por una obsesiva -aunque felizmente efímera- pasión devoradora, en sempiterna lucha contra algo, menesteroso de la presencia física de otro, exclusivo, cuajado a veces en un estado mental de “imbecilidad transitoria” (Ortega) y nutriéndose vicariamente otras de las desventuras de Tristán, Melibea, Elvira Madigan o Simplemente María, según los casos.

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