Sí,
me acuerdo, es la rápida respuesta de J. A. Pero lo dices como de
pasada. Y menos mal que no pontificas. Esa es una cosa buena que
tiene tu novela, que no pontificas.
Mario Alfares se calla, y el Aba, viendo que el otro le escucha con atención, continúa: lo que no me gusta nada son los paréntesis. Hay una inflacción de paréntesis y de citas una detrás de otra. Parece como si quisieras decir mira todo lo que sé, o lo que he leído.
Es
cierto, eso ya me lo ha comentado otra gente. Creo que tendré que
revisarlo. Sobre todo el principio, que se hace un poco cargante,
dice Mario mientras anota mentalmente el tema de los paréntesis y el
tema del sexo, que es algo que nadie más ha comentado. Ya veremos,
piensa, ya veremos.
Hace rato que Pedro Reyes ha terminado su show. Hace rato que han encendido las luces y vuelto a poner la música a tope. Hace rato que, en el sótano, Luís Pastor y Roque Narvaja acabaron, por fin, su partida. Mario Alfares saluda a María, la chica del quiosco de prensa que hay a la entrada del local. Le pide la copia de Operación Vídeo que el Aba ha dejado allí para él y sale a la noche de San Vicente Ferrer. La noche de Malasaña. A esas horas, las tres de la madrugada, quedan ya pocos locales abiertos. El Nairobi, La Vía Láctea, El Agapo y El Cutre. El Manuela está cerrando, en el Kinbg Creole ya no admiten. La mansa llovizna empapa el empedrado y hace brillar los restos de basura desperdigados por el suelo. Un coche de policía avanza lentamente haciendo su ronda. Un borracho sale de un bar ya cerrado y vuelve a entrar. Como en sordina se oye la voz del camarero recriminando al borracho. Mário Alfares, con la copia protegida contra el cuerpo, camina pensativo por el centro de la calle. Ya sabes, la inseguridad ciudadana. No es que vaya a pasar nada. Pero por si acaso.
A
V.M.B. también le ha causado cierta extrañeza el capítulo de
Exquisita. Y ésto empieza a ser estadísticamente significativo. No,
si ya lo dicen los clásicos: los personajes aparecen y luego crecen
y finalmente te devoran. Pues nada, devórame otra vez, Exquisita
querida.
Ha
sido necesario explicar a V.M.B. que, en realidad, con ella nació el
libro. Porque con ella había nacido antes todo lo demás. La verdad
es que éso está dicho ya, pero hubo que recalcarlo. Exquisita,
Iluso y el libro forman un triángulo vulgar y mágico que se
autogenera simultáneamente. Los personajes, y la historia que los
contiene, son, en tanto que lo son juntos.
Por
éso durante el proceso de materialización del libro, a medida que
éste va consiguiendo su propia forma final, se producen también
fenómenos en los otros vértices del triángulo. Exquisita se abre
como una flor. Se multiplica ad infinitum. Nace en todos los lugares
del planeta, se ahoga en los pantanos cuando aún es púber y virgen,
enviuda, joven, de un pintor, es au-pair en Londres, ex-punqui y
falsa ingenua, consigue todos los perfiles y sigue siendo
inexplicable. Iluso, por su parte, se descubre. Mira hacia adentro.
Implosiona y se fragmenta en trozos. Los trozos crecen y buscan su
propia forma. Como en una reproducción de amebas, cada pedazo se
convierte en un ente nuevo y, en ocasiones, completamente
imprevisible.
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