Surgen
entonces publicitarios, poetas, pintores, locos, amantes, amigas,
novios, jefes, pintonas, busconcillas, brujas, … Todos vivitos y
coleando a pesar de andar dispersos. O precisamente por eso.
Volviendo
a V.M.B. entrado ya en la cincuentena. Pelo y barba canosos. Gafas
remilgadas. Pulcro, doliente y homosexual. Un curriculum de esos que
acojonan. Criminólogo y expulsado de la docencia universitaria en
cierta época en la que también
expulsaron a Tierno Galván, q.e.p.d. Después le volaron el diario
Madrid. Luego desapareció también el Informaciones. Y V.M.B., se
dedicó a lo que de verdad le gusta: la música. No es raro que se
dedique a la crítica musical quien, por lo menos una vez en la vida,
cualquiera sabe por qué extraña circunstancia ha cantado en la
Scala de Milán. Son famosos sus caniches de puro algodón hechos a
base del mejor pedigrí. Son famosos sus jóvenes y bellos pianistas
protegidos. Son famosos sus dictámenes previos a la consecución de
beca para jóvenes y hermosos talentos. Es famosa su casa-azotea en la
calle de Alcalá. Es famoso su egoísmo y es famosa su soledad.
V.M.B.,
me somete a un interrogatorio sobre mi relación con las mujeres,
Apenas quiere hablar sobre la novela y debo ir sacando con ganchos
alguna información útil. Pero V.M.B., es inteligente. Mucho. Y el
principal defecto que le achaca a Operación Vídeo es la falta de
tensión. No existe ese elemento narrativo que incardina toda la
estructura y la tensiona. Es como una obra de Le Corbusier pero sin
los tirantes exteriores que soportan el edificio y le dan una gracia
alada al mismo tiempo. Y es evidente que como la novela es mala, a
V.M.B., le interesa más el autor que su obra. Posiblemente el
crítico sospecha que tras la excusa del puñado de folios se esconde
una necesidad más profunda. Calor humano, amistad, amor.
Hablamos
entonces de temas familiares, amigos comunes, abuelas nonagenarias
que montan a caballo y nadan a diario en su piscina de Vevey (Suiza).
Sale también a relucir el señor Nieva y la homosexualidad que
Exquisita le atribuye. V.M.B., piensa que tal vez el señor Nieva se
moleste por ello. Interpongo algunas disquisiciones escolásticas que
sé inútiles y prometo evaluar el tema. Antes de despedirnos,
V.M.B., me recuerda que está solo. Muy solo. Que está enfermo. De
psiquiatra de pago. Que se va haciendo mayor y que finalmente alguien
tendrá que quedarse con todas sus cosas.
Tómate
un respiro si el aire que hay a tu alrededor merece la pena, que lo
dudo. Fúmate un puro, tómate dos copas, una por ti y
otra por mí, en fin, haz algo útil. Cierra el libro y sigue mañana.
Si
no me has hecho caso, peor para ti. De
aquí no vas a sacar nada en claro, pero ya veo que perteneces a esa
ralea de lectores impenitentes que llegan a valorar más la ficción
que la vida.
Llevamos
ya no sé cuantas páginas -todas las que tiene y tendrá esta
novela- tratando de dejar claro que una novela no es sino un vago y
ligero esbozo de la vida. Que ficción y realidad son dos caras de
una misma moneda y por tanto inseparables. Es decir, que sólo hay
vida y que lo demás son novelas. Y vosotros ni caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario