sábado, 7 de enero de 2017

OPERACIÓN VÍDEO_03


Por ese negro agujero se cuelan tantas cosas que las soluciones tienden a ser drásticas: o me suicido o escribo una novela con la que tapar el hueco. Es cierto que hay otras soluciones, de hecho, cada cual encuentra la suya, pero no es menos cierto que hay que tener el agujero en la red que soporta nuestra estructura bio-lógica.
Ese agujero, esa carencia de tejido espiritual, esa falta de apoyatura, ese no saber qué hacer con el tiempo es fundamental. De ahí nacen la preguntas originales. ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿A qué dedica el tiempo libre? Y, sobre todo, ¿Dónde está mi bocadillo? Las respuestas, ya se ha dicho, son múltiples y variadas: soy hincha del Madrid, soy alcohólico anónimo, soy tenista de fin de semana, yo me pincho, tu haces unas paellas de chuparse los dedos, el y ella ligan, nosotros confiamos en Dios, vosotros jugáis al bingo, nosotros somos ecologistas y ellos hacen política.
La falta de un proyecto vital, la falla en la estructura mental del tiempo es tan grave que no queda más remedio que buscar una solución. O te embarazo o me hago rico o fundo una secta. Por suerte, la ecuación vital es tan rica y tan complicada, es de tal grado, que las respuestas válidas son también muchas. En cualquier caso, y yendo a lo que nos interesa, lo único importante es tener tiempo por justificar.
Tómate tu tiempo, hijo, dicen por algunas latitudes. Tómate tu tiempo, lector, que aunque el principio sea duro y farragoso, paginas vendrán que te harán reir, decimos por aquí.
Biblioteca. Hay que tener biblioteca.
Siquiera sea una pública cerca de casa. ¡Qué más quisiera yo!, dirán algunos y con razón, pero tampoco es tan grave. Se puede, como Borges, tener la biblioteca en la cabeza, asaltar las estanterías de un amigo o robar libros en la Feria del Libro. Lo que si es cierto es que se necesita una biblioteca. No vamos a descubrir nada nuevo si decimos que los libros son un mundo cerrado que sólo se relaciona con otros libros. Hay que haber leído lo suficiente como para encontrar los recursos necesarios en el momento oportuno. Para criticar, comparar, referenciar, plagiar, citar, alabar o sencillamente para no repetir.
Una vez tenido esto sólo falta la idea. Si es posible, mejor las ideas. No es necesario que sean ideas geniales o brillantes. Con que sean ideas basta. Tampoco es necesario que sean ideas-eje, ni ideas-base. De las muchas maneras de construir un novela, la más sencilla de todas, la más asequible al neófito, es la técnica del puzzle: se tiene una idea, sea la que sea, del tamaño, color y textura que sea y, alrededor de ella, por encima y por debajo, se van colocando las demás piezas. Cuando uno se quiere dar cuenta ya tiene media novela escrita y todo lo que hay que hacer es continuar. Aquella primera idea se ha colocado en su sitio y puede que haya perdido su importancia o puede que haya revalorizado su potencial y todavía dé mucho de si, pero las ideas van y vienen y lo que en definitiva interesa es tener una, por lo menos una, bien amarrada y dispuesta para empezar. Que ya se sabe que escribir, comer y rascar, todo es empezar.

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