Por
ese negro agujero se cuelan tantas cosas que las soluciones tienden a
ser drásticas: o me suicido o escribo una novela con la que tapar el
hueco. Es cierto que hay otras soluciones, de hecho, cada cual
encuentra la suya, pero no es menos cierto que hay que tener el
agujero en la red que soporta nuestra estructura bio-lógica.
Ese
agujero, esa carencia de tejido espiritual, esa falta de apoyatura,
ese no saber qué hacer con el tiempo es fundamental. De ahí nacen
la preguntas originales. ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí? ¿Qué
sentido tiene la vida? ¿A qué dedica el tiempo libre? Y, sobre
todo, ¿Dónde está mi bocadillo? Las respuestas, ya se ha dicho,
son múltiples y variadas: soy hincha del Madrid, soy alcohólico
anónimo, soy tenista de fin de semana, yo me pincho, tu haces unas
paellas de chuparse los dedos, el y ella ligan, nosotros confiamos en
Dios, vosotros jugáis al bingo, nosotros somos ecologistas y ellos
hacen política.
La
falta de un proyecto vital, la falla en la estructura mental del
tiempo es tan grave que no queda más remedio que buscar una
solución. O te embarazo o me hago rico o fundo una secta. Por
suerte, la ecuación vital es tan rica y tan complicada, es de tal
grado, que las respuestas válidas son también muchas. En cualquier
caso, y yendo a lo que nos interesa, lo único importante es tener
tiempo por justificar.
Tómate
tu tiempo, hijo, dicen por algunas latitudes. Tómate tu tiempo,
lector, que aunque el principio sea duro y farragoso, paginas vendrán
que te harán reir, decimos por aquí.
Biblioteca.
Hay que tener biblioteca.
Siquiera
sea una pública cerca de casa. ¡Qué más quisiera yo!, dirán
algunos y con razón, pero tampoco es tan grave. Se puede, como
Borges, tener la biblioteca en la cabeza, asaltar las estanterías de
un amigo o robar libros en la Feria del Libro. Lo que si es cierto es
que se necesita una biblioteca. No vamos a descubrir nada nuevo si
decimos que los libros son un mundo cerrado que sólo se relaciona
con otros libros. Hay que haber leído lo suficiente como para
encontrar los recursos necesarios en el momento oportuno. Para
criticar, comparar, referenciar, plagiar, citar, alabar o
sencillamente para no repetir.
Una
vez tenido esto sólo falta la idea. Si es posible, mejor las ideas.
No es necesario que sean ideas geniales o brillantes. Con que sean
ideas basta. Tampoco es necesario que sean ideas-eje, ni ideas-base.
De las muchas maneras de construir un novela, la más sencilla de
todas, la más asequible al neófito, es la técnica del puzzle: se
tiene una idea, sea la que sea, del tamaño, color y textura que sea
y, alrededor de ella, por encima y por debajo, se van colocando las
demás piezas. Cuando uno se quiere dar cuenta ya tiene media novela
escrita y todo lo que hay que hacer es continuar. Aquella primera
idea se ha colocado en su sitio y puede que haya perdido su
importancia o puede que haya revalorizado su potencial y todavía dé
mucho de si, pero las ideas van y vienen y lo que en definitiva
interesa es tener una, por lo menos una, bien amarrada y dispuesta
para empezar. Que ya se sabe que escribir, comer y rascar, todo es
empezar.
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