En
esto se abre una puerta excusada. Entra un conde, luego un can,
después nadie, luego nada. El conde y el can se asoman a la estancia
y comprenden que no es éste el momento ni el lugar; hacen un corte
de mangas que resulta especialmente complicado en el perro, y se van
por donde han venido.
Exterior
noche. Calle céntrica pero no importante. Toda la secuencia está
montada a un ritmo de catorce o quince fotogramas por segundo, es
decir, cámara rápida ma non troppo.
Por
la acera de enfrente de la cámara pasa Camilo José Cela y Trulock
abrazado a dos jóvenes y esculturales modelos.
Una
de ellas es negra y va vestida de conductora de Rolls Royce, con
gorra de plato blanca y capa también blanca. A la otra, que la vista
don Camilo. A mitad de cuadro se cruzan con don Gonzalo Torrente
Ballester que viste de ciego y lleva un lazarillo con un cartel que
dice: Del Tormes. Don Camilo saluda a don Gonzalo levantando la gorra
de plato de la negra. Don Gonzalo saluda agitando su mano libre en
dirección a la cámara, y dando la espalda a don Camilo y
acompañantes.
Toda
la escena tiene lugar frente a un portal con puertas de aluminio
anodizado y cristal. La fachada del edificio es de ladrillo visto y
no visto, porque es de noche. Frente al portal para un taxi del que
baja Carolina de Mónaco, empuja a los escritores que estorban su
paso y se dirige al portal. Saca una llave, abre la puerta y
desaparece en el interior.
Interior
noche. Rellano de escalera. Carolina de M …, saca un espejito del
bolso y se sitúa debajo de la bombilla que alumbra el rellano. Pone
el espejo a la altura de su trasero y de reojo, comprueba que se
marcan perfectamente las bragas bajo el vestido de algodón ceñido
que lleva. Luego saca sus llaves y abre una puerta. Entra y cierra
mientras a comenzado a sonar el leitmotiv de “La pantera rosa”.
Si lo ves de pena, encadena.
Mismo
comedor que antes. Interior noche. Todo está un poco más
desordenado. Entra Carolina. El autor se levanta y corre hacia ella
con los brazos abiertos. Carolina abre también los brazos. Abrazo
del tipo “Love story” pero a cámara rápida. El autor conduce a
Carolina hacia el sofá.
Cuando
ella le adelanta él le mira el trasero en el que se marcan las
bragas bajo el vestido. El autor se vuelve y mira a cámara mientra
guiña un ojo. Ambos se sientan. El autor se levanta y sale por una
puerta. Carolina saca del bolso una garrafa de perfume y literalmente
se ducha en colonia. Vuelve el autor trayendo una botella y dos
copas. En la botella una etiqueta dice: Orujo clandestino auténtico.
Con la garantía de Coca-Cola del Mundo. Brindan, beben, se besan, se
abrazan y se deslizan hasta desaparecer por la parte inferior del
fotograma. No funde a nada porque en menos tiempo del que se tarda en
fundir un negro, el autor vuelve a aparecer en pantalla,
deshaciéndose de los brazos de Carolina y corriendo hacia el
ordenador. Se sienta y comienza a escribir moviendo exageradamente
las manos al hacerlo. Como quien interpreta a Chopin. Cámara a
Carolina que se ha quedado en el sofá con un codo apoyado mientras
con el otro brazo hace girar unas bragas rojas y con encajes,
alrededor de su dedo corazón. Corazón, no me quieras dejar corazón,
silba entre dientes. El autor sigue a lo suyo. Tan enfrascado que se
le ha vuelto la cara como una pantalla y ya no se le distinguen ni
los ojos ni la boca ni ná de ná.
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