La
tarde había empezado con cerveza. Se llamaba el Camel. Iba de
jipiosos y heavymetaleros. A la cerveza le siguió amplia ración de
cañaíllas, después tres ostras. Con método champenoise y
tostadas con paté auténtico. Café irlandés y canuto. Suficiente.
Exquisita hablaba mal el castellano. Decididamente mal. Claro que
ella pretendía hablar francés. Y de ser libre, hoy, de un marido
que ha redimido en ocho, treinta años de cárcel. Tiene los morritos
rojo cereza picota, perfilados en negro. Y un cuerpo redondo y
flexible. Aparenta estar más borracha de lo que está. Y mientras
frota su cuerpo contra
el mío, sólo sus ojos mienten. Te lo juro. Yo soy muy jovencita. Te
lo juro por mi madre. Que le entre un tumor cerebral. Que sea
benigno. Te lo juro. No te enseño mi carné porque lo tiene mi
marido. Esta mañana me ha dao una hostia. Porque nos ha pillado
comiendo a su sobrino y a mí. Bueno, no estábamos comiendo,
estábamos bebiendo cubatas. Pero su sobrino me respeta mucho. Es más
mayor que yo. Tiene veintidós. Pero me respeta mucho. Te lo juro. Me
dice ya completamente volcada sobre mi que, en ese preciso momento,
erecto con toda la fuerza que da un mes sin joder.
Sombras
en una pared. Sombras claras y oscuras. Y tumbas. Una colina
cementerio sobre la otra pared. Junto a la ventana agrietada. En el
horizonte, restos de una civilización. Y en primer plano, a la
derecha, el coche tanqueta inmovilizado sobre un conductor muerto.
Blancos y negros violentos perfilan un cubo de basura volcado. Tenía
treinta años y ha redimido en ocho. Es un hijoputa. Está colgao de
heroína desde hace ocho años. Y tiene cuatro más. Te lo juro. Se
lo merece. Es mu bufo. Mu malo. Se lo tiene merecido. Cuatro años.
Te lo juro. Ahora está en mi queli con la tía con la que se ha
liao. Y yo sin tener donde dormir. Me ha traído un taxista. Y me ha
invitao a una cerveza. Voy a por la cerveza y vuelvo. No, no me
aprietes ahí. Ten cuidao con la vena. Por tu bien y por el mío.
Esteban no ha venido. Hoy está con un chandal rojo y zapatillas.
Tiene barba. Es el que pasa caballo y coca aquí. Tiene que venir.
Mañana me marcho. A Ibiza. Y tiene que darme cuarenta y cinco napos.
Treinta y cinco y un pico. Tengo que encontrar a Esteban. Bueno, son
treinta, porque yo le debo.
Luz,
de atardecer de Junio. Con el sol a las espaldas. Al frente: nube
oscura. Hueco claro. Edificio a rayas. Edificio bitono siena tostada
/ pardo Van Dick. Tejados curvilíneos negro asfalto. Pared hueso al
sol. Hotel Cuzco. Edificio marrón aluminio. Edificio gris hormigón.
Ministerio Eurobuilding. Reverbero en franjas blancas. Masa de
azoteas inseparables en la profundidad de campo. A la izquierda, en
primer plano, tubos, motores, extractores, calderines, antenas.
Terraza. Cruz Roja. Triple edificio blanco parduzco junto a una crema
pared de rojas tejas. Terraza corrida de blanco ceniza. Nube
rosiblanca, nube rosinegra. Hueco. Línea clara. Franja oscura.
Hueco. Nubarrón. Algodón difumino amarillo sobre mí. Y al fondo,
un rojo entreverado en plomo. Edificio comercial. Edificio de
apartamentos. Sede de banco. Casitas bajas. Recovecos solitarios.
Terrazas. Edificios de aluminio gris y cristal negro. Edificios de
hormigón y cristal. Edificios de hierro y cristal. Edificios de
cristal y cristal. Al rojo ladrillo y al gris hormigón. Un
movimiento de naranjas y grises en el cielo. Vencejos y golondrinas.
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