viernes, 24 de febrero de 2017

POSTPRODUCCIÓN





POSTPRODUCCIÓN


     Otra vez vuelta a empezar. Una postproducción no es ni más ni menos que eso, volver a empezar. Beguin de beguin y vuelta la burra al trigo que decía mi abuela. También Eisenstein decía lo mismo sólo que de otra forma: el cine es el montaje. Y buena verdad es. Replanteemos el problema: con unos materiales dados, construir una novela. O dos o tres, o las que se puedan. Es eso de la sinergia. Dos y dos no serían cuatro, sinco cinco o seis o más en función de la sinergia que se le eche al asunto.
     Al autor le ha servido. Por eso sugiere al lector que en una acto de fe ciega, cante, en voz baja, eso sí, “¿Dónde está la clave, matarile, rile, rile?” Al final siempre aparece.
     El niño era ya un chaval. Y allí en el campo hay que arrimar el hombro. Padre Padrone. Cuanto antes mejor. El chaval ya sabe manejarse con la motoguci. La lleva y la trae por el patio, aunque los serones que cuelgan a los lados están vacíos. El día de llevar las olivas a la almazara ha llegado. El padre debe atender otros asuntos importantes. Que vaya el chaval. Y si tiene algún problema que llame a la necesidad. 
    A cien metros de cumbrar, tras lenta agonía, la motoguci calla.     
     Por el repecho abajo, filtrándose en el aire de encinas y alcornoques, hasta los vacíos tenados, rodando por los sotillos de los apriscos, la voz doliente, asustada y urgente del chaval llama: ¡Necesidad!, ¡Necesidad!     
     De vuelta a casa, secos los mocos y las lágrimas con la alegre brisilla de la motoguci, viene orgulloso el relato: Y como no vino nadie, arrastré las seras hasta lo más alto y subí como pude la motoguci, la apoyé en el ribazo y la cargué otra vez. Luego me monté cuesta abajo y arrancó.   
     Vaya si vino, chaval. Vaya si vino. Siempre viene.     
     Postproducción.
     Secciones de revelado, etalonaje, copiado, cortado, montado, sonorizado, rectificado, editado y finalmente querido lector que aún sigues después del FIN, finalmente emitido este producto que tienes en tus manos, encima de la mesa o debajo del sobaco cuando lo apagas.
     Comencemos por el principio. Tiene razón J.G. cuando dice que el capítulo más importante del libro es el último. Y estoy seguro que no lo dice por ser mujer. De hecho, la primera idea sobre el libro, las primeras líneas escritas y el primer título del libro, todo al mismo tiempo, fue ella. Exquisita de Excayola. Acto seguido nació su paredro: Iluso Alfares. Luego llovió bastante sobre el tema y al final el resultado es el que ya conoces.
















A cien metros de cumbrar, tras lenta agonía, la motoguci calla.


Por el repecho abajo, filtrándose en el aire de encinas y alcornoques, hasta los vacíos tenados, rodando por los sotillos de los apriscos, la voz doliente, asustada y urgente del chaval llama: ¡Necesidad!, ¡Necesidad!


De vuelta a casa, secos los mocos y las lágrimas con la alegre brisilla de la motoguci, viene orgulloso el relato: Y como no vino nadie, arrastré las seras hasta lo más alto y subí como pude la motoguci, la apoyé en el ribazo y la cargué otra vez. Luego me monté cuesta abajo y arrancó.


Vaya si vino, chaval. Vaya si vino. Siempre viene.


Postproducción.


Secciones de revelado, etalonaje, copiado, cortado, montado, sonorizado, rectificado, editado y finalmente querido lector que aún sigues después del FIN, finalmente emitido este producto que tienes en tus manos, encima de la mesa o debajo del sobaco cuando lo apagas.


Comencemos por el principio. Tiene razón J.G. cuando dice que el capítulo más importante del libro es el último. Y estoy seguro que no lo dice por ser mujer. De hecho, la primera idea sobre el libro, las primeras líneas escritas y el primer título del libro, todo al mismo tiempo, fue ella. Exquisita de Excayola. Acto seguido nació su paredro: Iluso Alfares. Luego llovió bastante sobre el tema y al final el resultado es el que ya conoces.

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