martes, 28 de febrero de 2017

POSTPRODUCCIÓN_5


      Okey dijo A.H., y colgó. Al día siguiente, tal como estaba previsto, nos vimos al mediodía en los billares de costumbre.
Me ganó la partida, tal como estaba previsto y me dejó un libro de edición barata, bastante voluminoso para lo que ahora se lleva: Tristram Shandy.
     Desde ese día, lector innoble a quien ya veo gozando con mis desventuras, naufrago en el más proceloso de los mares: el mar de las dudas. Donde todo son tormentas borrascosas. Donde cada ola/duda es mayor y más fuerte que la anterior. Un mar sin islas de certeza donde la tierra firme se presenta siempre en forma de inabordable acantilado.
      Imagina imprudente lectora, que lo hasta ahora leído es tu primera novela. El sábado que nunca se acaba está hecho de horas de sueño y horas robadas a la vida. Por esas horas has perdido contactos, ligues y hasta buenas amistades. Has ganado alguna fama de huraña y te has granjeado más de una antipatía, cuando no enemistad declarada. Imagina, lectora cómplice, que has puesto muchas de tus ya escasas ilusiones en ese mecanoscrito primigenio. Piensas que estás construyendo algo, si no radicalmente distinto, sí con el suficiente grado de frescura. Nuevo y completamente personal. Sigue imaginando y te acercarás muy mucho a la realidad, que, en tu inocencia, haces unas cuantas copias de las primeras ochenta páginas y las haces circular entre algunos de aquellos/as a quienes tú consideras amigos. Esperas de ellos críticas objetivas, consejos útiles y acertados, palabras de aliento y, por qué no, hasta alguna tibia frase de elogio. Convendrás conmigo que en estos tiempos que corren, es mucho esperar. De acuerdo. Pero convendrás también que no es lógico esperar una putada como la de A.H. Ten amigos para ésto. Para que, a la vejez viruelas, te den a leer el Tristram Shandy.
      Conste que si fuésemos tú y yo -querida lectora, querido lector- autores aguerridos y baqueteados por la crítica, los editores y la competencia, la cosa no tendría mayor importancia. Con un: lo leí hace tiempo. Es una obra clásica, pero menor. O simplemente: está bien, un poco pesado porque la construcción de las frases es muy antigua. Y, además, no tiene nada que ver con Operación Vídeo. Resumiendo, con un par de frases dichas con desparpajo, soltura y seguridad apabullante, la cosa quedaría zanjada y nunca más se volvería a hablar del tema. Pero no es el caso. Ni tú ni yo tenemos las cosas tan claras. Y hemos caído en el error de pensar que el famoso Tristram podría sernos útil. Item más, lo hemos leído. Y se nos ha caído el alma al suelo.
      ¿Qué podemos hacer?
      A).- Ignorarlo. Pasar olímpicamente como si Tristram Shandy no hubiese existido.
      B).- Asumirlo. Declarar abierta admiración por su autor. Confesar que todo lo que no es tradición es plagio y dedicarle el libro a Torres Villarroel que también escribió con desparpajo.
      C).- Matar a A.H., porque es el único que sabe que has leído ese maldito libro.
      D).- Abandonar. Tirar la toalla porque todo esta hecho y no hay nada nuevo bajo el sol.
      E).- Plagiar lo que mejor parezca y confiar en que nadie se va a dar cuenta porque es sabido que en este país no leen ni los editores.

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