Okey
dijo A.H., y colgó. Al día siguiente, tal como estaba previsto, nos
vimos al mediodía en los billares de costumbre.
Me
ganó la partida, tal como estaba previsto y me dejó un libro de
edición barata, bastante voluminoso para lo que ahora se lleva:
Tristram Shandy.
Desde
ese día, lector innoble a quien ya veo gozando con mis desventuras,
naufrago en el más proceloso de los mares: el mar de las dudas.
Donde todo son tormentas borrascosas. Donde cada ola/duda es mayor y
más fuerte que la anterior. Un mar sin islas de certeza donde la
tierra firme se presenta siempre en forma de inabordable acantilado.
Imagina
imprudente lectora, que lo hasta ahora leído es tu primera novela.
El sábado que nunca se acaba está hecho de horas de sueño y horas
robadas a la vida. Por esas horas has perdido contactos, ligues y
hasta buenas amistades. Has ganado alguna fama de huraña y te has
granjeado más de una antipatía, cuando no enemistad declarada.
Imagina, lectora cómplice, que has puesto muchas de tus ya escasas
ilusiones en ese mecanoscrito primigenio. Piensas que estás
construyendo algo, si no radicalmente distinto, sí con el suficiente
grado de frescura. Nuevo y completamente personal. Sigue
imaginando y te acercarás muy mucho a la realidad, que, en tu
inocencia, haces unas
cuantas copias de las primeras ochenta páginas y las haces circular
entre algunos de aquellos/as a quienes tú consideras amigos. Esperas
de ellos críticas objetivas, consejos útiles y acertados, palabras
de aliento y, por qué no, hasta alguna tibia frase de elogio.
Convendrás conmigo que en estos tiempos que corren, es mucho
esperar. De acuerdo. Pero convendrás también que no es lógico
esperar una putada como la de A.H. Ten amigos para ésto. Para que, a
la vejez viruelas, te den a leer el Tristram Shandy.
Conste
que si fuésemos tú y yo -querida lectora, querido lector- autores
aguerridos y baqueteados por la crítica, los editores y la
competencia, la cosa no tendría mayor importancia. Con un: lo leí
hace tiempo. Es una obra clásica, pero menor. O simplemente: está
bien, un poco pesado porque la construcción de las frases es muy
antigua. Y, además, no tiene nada que ver con Operación Vídeo.
Resumiendo, con un par de frases dichas con desparpajo, soltura y
seguridad apabullante, la cosa quedaría zanjada y nunca más se
volvería a hablar del tema. Pero no es el caso. Ni tú ni yo tenemos
las cosas tan claras. Y hemos caído en el error de pensar que el
famoso Tristram podría sernos útil. Item más, lo hemos leído. Y
se nos ha caído el alma al suelo.
¿Qué
podemos hacer?
A).-
Ignorarlo. Pasar olímpicamente como si Tristram Shandy no hubiese
existido.
B).-
Asumirlo. Declarar abierta admiración por su autor. Confesar que
todo lo que no es tradición es plagio y dedicarle el libro a Torres
Villarroel que también escribió con desparpajo.
C).-
Matar a A.H., porque es el único que sabe que has leído ese maldito
libro.
D).-
Abandonar. Tirar la toalla porque todo esta hecho y no hay nada nuevo
bajo el sol.
E).-
Plagiar lo que mejor parezca y confiar en que nadie se va a dar
cuenta porque es sabido que en este país no leen ni los editores.
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